El cineasta mexicano Guillermo del Toro ha sido uno de los que han popularizado la figura de los ‘strogi’ en los últimos años. En su serie ‘The Strain’ relata la eterna batalla contra estos seres representantes del mal en todas sus facetas. Según varios expertos, sus antecedentes se cruzan con los de los vampiros, también muy popularizados en el mundo audiovisual en la última década. De hecho, en el mundo occidental el vampiro como tal está relacionado con el Conde Drácula, el personaje de ficción al que dio vida Bram Stoker, basándose en un mítico personaje del siglo XV llamado Vlad Tepes ‘El empalador’. A toda esta leyenda se suma ahora un nuevo estudio de la Universidad de Alcalá de Henares.
La experta en Estudios Hispánicos y Máster de Formación del Profesorado, Alexandra Chereches, muestra en una reciente investigación una imagen del vampiro muy distinta del ‘dandismo’ y más aproximada a las tesis de Guillermo del Toro y su recuperación de los ‘strigoi’. Se trata de un ser que viene del mundo de los muertos y que procede de folclore y la literatura rumanas.
“En algunos relatos, puede chupar la sangre, pero no solo se dedica a eso: atrae las malas cosechas, genera enfermedades y epidemias, quita la leche a las vacas... Está muy ligado a comunidades rurales y boscosas. Es peludo, puede tener ojos claros, cola y normalmente suelen ser las mujeres quienes más se ligan a los seres infernales”, explica la investigadora.
Formas ancestrales de acabar con estos seres malignos
Como en la mayoría de los seres míticos procedentes de los inframundos, también existe una manera de vencerlos. Para acabar con el ‘strigoi’, el ritual exige su exhumación: hay que pincharle el corazón con una aguja, para que explote, o también se puede quemar su corazón en una olla nueva. “Este ritual genera en nuestra época muchos problemas, ya que a veces los aldeanos quieren desenterrar los cadáveres supuestamente malditos, lo cual conlleva problemas de todo tipo, sin obviar los enfrentamientos con las autoridades”.
Efectivamente, en Rumanía, explica, la imagen de vampiro que conocemos “está más lejos de la edulcorada que presenta el Drácula de Stoker y mucho más próxima a los mitos populares, más apegados a la tierra y relacionados con las respuestas que el hombre del campo querría dar a los desastres de la naturaleza o a los misterios que su vida encierra”.
Además, ese concepto repetido de chupar la sangre de las víctimas también puede estar asociado a quitar la energía del otro para disponer de más existencia. La investigadora precisa que el temor a estos personajes malignos es tan grande que hay muchas narraciones populares que contienen trucos para tratar de engañarlos en la tumba e impedirles que regresen. En los relatos a veces se habla de poner estacas o clavos en las extremidades del cadáver para que no regrese.
Una última curiosidad de este estudio es que dentro del universo de los ‘strigoi’ las mujeres tienen un papel protagonista, pero también hay “hechiceras o curanderas que buscan aliviar a las víctimas que sufren por causa de estos seres”. Así, “se pide ayuda a mujeres que son viudas y sin hijos. De este modo, la curandera capta el mal para ella misma, ya que su condición de viuda y sin hijos hace que no tenga modo de transmitirlo a otros cercanos a ella”.
Los últimos testimonios registrados por Alexandra en Transilvania se producen en un tiempo no superior a diez años, por lo que indica que se trata de un fenómeno que perdura en las sociedades más aisladas.