Despoblamiento rural (I): las grandes ciudades acaban con los pueblos tradicionales

La demografía de Castilla-La Mancha ha cambiado mucho en los últimos veinte años; la promoción industrial, la falta de oportunidades en el entorno rural y el aumento de la dependencia en la economía del sector servicios ha hecho que el mapa de habitantes de Castilla-La Mancha sea ahora muy distinto al del siglo pasado. A costa de los pequeños pueblos, muchos de ellos los núcleos poblacionales más antiguos de la región, que se han quedado algunos abandonados, otros en proceso de llegar a ese punto y otros con una tendencia negativa de habitantes.

Un fenómeno, el del despoblamiento rural, que viene sucediendo desde la década de los 60 pero que se no se ha frenado en los últimos veinte años sino todo lo contrario, 'contagiándose' incluso la región de la dinámica expansionista de Madrid e incluso creando propias áreas urbanas en las capitales de provincia de la región, así como Talavera, con núcleos de población aledaños que han crecido auspiciadas por un precio del terreno más barato que el de la capital y las mejores conexiones existentes hoy día.

Todo ello lleva a una distancia cada día mayor entre pueblo y ciudad, con las dificultades que acarrea la vida en los primero de ellos.

Hay dos tipos de zonas urbanas creadas en Castilla-La Mancha, que se pueden dividir por su origen como área urbana de Madrid, en las provincias de Guadalajara y Toledo, y las áreas urbanas propias de la región, cuyo caso principal es Albacete. Pero sin duda la continua expansión de Madrid, la mejora de sus comunicaciones y el AVE que ha vertebrado las grandes ciudades de la región han sido el pilar para que crezcan (o se constituyan) estas áreas. Porque no es solo que las grandes ciudades de la región hayan crecido una media de entre un 22 y un 26%, sino que también los han hecho sus pueblos vecinos, pueblos que en algunas de las ocasiones casi ni existían.

El crecimiento de Toledo es una mezcla de área urbana propia con la expansión de Madrid: 83.334 habitantes tiene ahora la ciudad, un 26'25% que en 1994. Pero además de este crecimiento, que ha sido en veinte años de 17.300 habitantes, su área urbana ha crecido aún más: 19.550 habitantes viven ahora en la área metropolitana de Toledo. Pertenecen a Olías del Rey, a Bargas, a Mocejón, a Argés, a Burguillos o a Nambroca, entre otras localidades. La ausencia de suelo edificable en Toledo así como que es más barato vivir en estos pueblos ha disparado su número de habitantes. Por ejemplo hace veinte años Burguillos tenía 788 habitantes; hoy tiene más de 3.000; Cobisa tenía 1.034 habitantes, por los 4.143 que tiene hoy día, Argés ha doblado sus habitantes pasando de 2.242 a 5.900 y Bargas, que era el mayor pueblo de la zona en 1994 con 6.600 habitantes, ahora, gracias también al tirón del centro comercial La Abadía, supera los 10.000 habitantes. 42.300 habitantes viven en el área metropolitana que se ha creado alrededor de Toledo.

Las cifras no son nada comparado con el 'boom inmobiliario' del norte de Toledo, que abandera Seseña. Esta localidad era una más de la región, con 3.597 habitantes en 1994; ahora es la decimosexta mayor localidad de Castilla-La Mancha con 21.121 habitantes, un crecimiento del 487'18%, la localidad que más ha crecido en veinte años en Castilla-La Mancha. La media en los pueblos del norte de Toledo es de un crecimiento de un 300% en veinte años; es decir, que han triplicado sus habitantes. Yeles, Carranque, El Viso de San Juan, Numancia de la Sagra...son algunos ejemplos de pueblos de toda la vida que pasan a ser ciudades. Illescas era la capital de la zona y ahora lo sigue siendo, pero con 16.000 habitantes más que hace dos décadas: la ciudad ha crecido lo mismo que la propia capital. Una burbuja que parece no tener fin pero que se ceba con los pueblos de los Montes de Toledo, los del oeste de Toledo, los del sur de la provincia y con los de las zonas altas de La Mancha, llegando a un punto en que no se sabe cuándo empieza Madrid Sur y cuando empieza Toledo norte. Estos pueblos han ganado casi 100.000 habitantes en veinte años.

Estos habitantes salen de algún lado, como es lógico. Vienen de los pueblos que no están cerca de Toledo, que tampoco están en el camino Toledo-Madrid ni tienen el apoyo de Talavera de la Reina para resistir. Por ello la única forma de aguantar con actividad económica y poder atraer población es crear un sector propio de trabajo que atraiga a gente, y tampoco eso es una garantía de éxito.

Para que las ciudades tengan una área urbana establecida es necesario que tengan un tamaño mínimo: Cuenca y Ciudad Real, por ejemplo, crecen pero aún no han llegado al punto de hacer crecer sus pueblos de alrededor a los niveles de Toledo o Guadalajara. Se podría decir que solo Miguelturra ha experimentado un nivel de crecimiento similar al de los pueblos cercanos a Madrid.

Albacete, por sus dimensiones, es un caso aparte. La ciudad es la capital que menos crece en porcentaje de habitantes pero suma 30.000 personas más que hace veinte años. Su área urbana crece en menos personas que en porcentaje con las toledanas o las de Guadalajara por no tener el efecto de expansión de Madrid en ella, pero también muestra que la gente, a día de hoy, elige una gran ciudad para residir. Este efecto de Madrid se percibe también en Azuqueca de Henares, que ha crecido más del doble en veinte años y pasa a ser la cuarta población no capital de provincia mayor de la comunidad.

Sin embargo, como tendencia principal, a mayor lejanía de una gran ciudad (una ciudad mayor de 20.000 habitantes), más problemas para subsistir. Y aún mayores cuando la actividad económica de una zona se basa muy principalmente en un sector: Puertollano es la única de las 25 mayores poblaciones de Castilla-La Mancha que pierde habitantes (aunque son 164 personas escasamente). El abandono de la minería y la pérdida de industria hacen que Puertollano 'se juegue su futuro' a una sola carta, que cuando no es favorable, repercute en la ciudad. Caso contrario de Tomelloso que se ha abierto del sector exclusivamente agrícola, de Alcázar de San Juan donde el sector ferroviario ya no es tan básico como antes, o de Villarrobledo con menor dependencia de su campo. Poblaciones que evolucionan, a mayor o menor ritmo, pero una evolución que pagan los pueblos, que no tienen ninguna ventaja para competir con esas ciudades, lo que hace que las nuevas generaciones no las escojan para su futuro.