Este blog es un espacio de colaboración entre elDiario.es de Castilla-La Mancha (elDiarioclm.es) y el Colegio de Ciencias Políticas y Sociología de Castilla-La Mancha para abordar diversas cuestiones sociales desde la reflexión, el entendimiento y el análisis.
De brecha digital a inclusión social
Comenzamos a escuchar y hablar de una forma más cotidiana de la brecha digital bien entrada la década del 2000, la imagen que se desprende de esos años relacionado con ese nuevo concepto es de las personas mayores y el uso de las tecnologías. Una brecha digital más generacional asociada con el uso del móvil y el de internet. Aunque parezca una escena de las películas de Paco Martínez Soria, en esos años comenzaron ya en el entorno rural a desaparecer las Cajas Rurales y otras oficinas bancarias (coincidiendo con el boom inmobiliario y la crisis económica) sustituyendo las operaciones bancarias cotidianas por los cajeros automáticos repitiéndose las siguientes frases: “Te mandarán un mensaje al teléfono móvil” - “¿Qué móvil? Si yo no tengo teléfono…”. Así aparece una de las primeras luchas contra lo digital, a día de hoy, es utilizado como bandera publicitaria de algunas entidades bancarias la atención física, pero en realidad gana lo digital.
Se podrían seguir añadiendo hechos que pueden parecer anecdóticos, pero el entorno digital ha cambiado nuestra forma de relacionarnos agrandando y ampliando esa brecha digital. En la década de 2010 aunque seguíamos hablando de brecha digital, pero no era aún una prioridad política ni social, a pesar de que cada vez más personas se distanciaban del desarrollo y de las competencias digitales.
Los avances del mundo digital son tan rápidos, que cualquier fisura en las condiciones, características o conocimientos de una persona hacía que se ampliara esa brecha. Además, se comenzaron a añadir otros factores como brecha digital de género, brecha digital en el entorno rural… No se trata ya de tener móvil u ordenador, es una dinámica más compleja en la que entran en juego diferentes factores para localizar en un sitio u otro a la persona en el mundo digital.
El rápido avance del entorno digital complejizaba seguir ese ritmo, limitando cada vez más su acceso principalmente por las siguientes causas: tenencia de dispositivos (móvil, portátil, tablet…), acceso a internet, falta de conocimientos sobre el uso de las nuevas tecnologías y la propia localización geográfica. Pero no ha sido hasta la crisis sanitaria causada por la COVID-19 en el 2020, cuando esta brecha digital comenzó a visibilizarse y cobrar el protagonismo que tiene como un factor más de exclusión social. El simple acceso a diversidad de información (además de radio o televisión más presentes en los hogares) sobre lo que estaba sucediendo estaba limitado por tener o no conexión a internet, la comunicación estaba también limitada por ese acceso durante el confinamiento, las opciones de ocio, el acceso a trámites administrativos, la educación…
Una brecha digital que alejaba cada vez más y más a unos ciudadanos y ciudadanas de otras y otros. Comenzó entonces a hablarse ya de exclusión digital, había la necesidad de crear este concepto para describir la nueva realidad que estaba sucediendo. No se trata ahora de una discusión teórica y técnica, sobre el uso del concepto de exclusión digital. Pero es evidente que la exclusión sn un proceso en el que intervienen diferentes factores, si el empleo o la vivienda son realidades que se deben de tener en cuenta en la relación de exclusión-inclusión, el acceso y conocimiento digital debe ser un área más de trabajo en las políticas de inclusión social.
El acceso o no a internet, así como disponer de los medios necesarios marca completamente nuestra relación en el proceso de inclusión social en cualquier momento de nuestra vida
El mundo digital es un entorno que nos afecta a todos y todas, tenemos que relacionarnos con él para cualquier acción cotidiana hasta para una atención sanitaria. El acceso o no a internet, así como disponer de los medios necesarios marca completamente nuestra relación en el proceso de inclusión social en cualquier momento de nuestra vida. En edad escolar el contacto con el profesorado y seguimiento del curso es a través de plataformas online, familias que no tengan este conocimiento o el acceso y disponibilidad de recursos marcará la mayor o menor facilidad de seguimiento del curso escolar por el propio alumnado.
Los y las adolescentes, ya no solo por facilitar su continuidad en su educación y formación profesional, la comunicación se convierte en un elemento fundamental para la construcción de su propia identidad y poder formar parte de su grupo, sucediéndose numerosas situaciones de exclusiones por la no conectividad. Para todos esos adultos que cualquier acción cotidiana se convierte en ocasiones en un gran reto para conservar su bienestar (y el de su familia) económico, sanitario y social por no estar al nivel o no disponer de las exigencias digitales necesarias.
Si los nativos digitales deben seguir el ritmo del mundo digital con dificultad, las personas mayores es difícil que no se queden atrás. El vivir en un entorno rural es un condicionante más, limitando tu conexión de calidad a internet a pesar de tener los medios tecnológicos necesarios. Es decir, la brecha digital ha pasado de ser algo generacional y geográfico, es tanto consecuencia como causa de la desigualdad económica. Es tal la importancia de la relación con el entorno digital en el proceso de exclusión-inclusión social, que este año 2022 desde la Fundación FOESSA han incluido un capítulo dedicado a la “Brecha digital: reproducción virtual de las desigualdades sociales”.
En este entorno digital, las personas se ven limitadas al acceso a los servicios públicos y privados derivándose en una limitación de sus opciones y derechos. La dimensión digital es un derecho humano más que debe ser garantizado a toda la ciudadanía. Unas competencias digitales básicas con las que debe contar cualquier ciudadano y ciudadana, que permitan su acceso a dispositivos, conexión y el un buen uso del entorno digital. A nivel regional de CLM se invierten diferentes recursos para reducir esta brecha digital, como los diferentes Programas de Formación de competencias digitales o la red castellano-manchenga de Puntos de Inclusión Digital (https://www.bilib.es/). Además de los numerosos esfuerzos de entidades privadas del sector social que apoyan y forman a todas estas personas en competencias digitales.
A pesar de estos esfuerzos el avance del mundo digital sigue siendo más rápido y excluyente que las acciones que se realizan para la inclusión. Son múltiples las respuestas que se pueden dar para no dejar atrás a nadie en este desarrollo, comencemos por la digitación del sector público. Una digitalización de las administraciones públicas más cercana y flexible, ajustada a las necesidades sociales no solo a las necesidades y ritmo del mundo digital. Los cambios y nuevas relaciones que llegaron obligados por la COVID-19, que estaban llamando ya a la puerta, han venido para quedarse. Ahora toca poner en la agenda política las acciones para la inclusión digital.
Comenzamos a escuchar y hablar de una forma más cotidiana de la brecha digital bien entrada la década del 2000, la imagen que se desprende de esos años relacionado con ese nuevo concepto es de las personas mayores y el uso de las tecnologías. Una brecha digital más generacional asociada con el uso del móvil y el de internet. Aunque parezca una escena de las películas de Paco Martínez Soria, en esos años comenzaron ya en el entorno rural a desaparecer las Cajas Rurales y otras oficinas bancarias (coincidiendo con el boom inmobiliario y la crisis económica) sustituyendo las operaciones bancarias cotidianas por los cajeros automáticos repitiéndose las siguientes frases: “Te mandarán un mensaje al teléfono móvil” - “¿Qué móvil? Si yo no tengo teléfono…”. Así aparece una de las primeras luchas contra lo digital, a día de hoy, es utilizado como bandera publicitaria de algunas entidades bancarias la atención física, pero en realidad gana lo digital.
Se podrían seguir añadiendo hechos que pueden parecer anecdóticos, pero el entorno digital ha cambiado nuestra forma de relacionarnos agrandando y ampliando esa brecha digital. En la década de 2010 aunque seguíamos hablando de brecha digital, pero no era aún una prioridad política ni social, a pesar de que cada vez más personas se distanciaban del desarrollo y de las competencias digitales.