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Conciliar lo irreconciliable: trabajo versus cuidados

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En los meses de verano las familias nos echamos a temblar, viene la época sin colegios y siempre nos hacemos la misma pregunta, ¿qué hacemos con nuestros hijos?

La conciliación es esa palabra que está en boca de los partidos en campaña, pero a la hora de la verdad es una utopía. Y, ¿por qué digo que es pura utopía? Si partimos desde nuestras concepciones actuales, la esfera mercantil nunca se va a poder conciliar con la esfera doméstica. 

Según la RAE conciliar es “hacer compatible dos o más cosas. Conciliar la vida familiar y laboral”.

Los padres fundadores de la economía moderna, desde su visión androcéntrica, abandonan una parte del análisis y se centran en aquella que ellos creen que da «riqueza». Como Adam Smith llamó «La riqueza de las naciones». En esa riqueza no entran los cuidados y, por ende, el cuidado de los niños y las personas dependientes se invisibiliza. 

El capitalismo, como acertadamente reflejó la teoría marxista, necesita trabajadores disponibles 24 horas al día, los 365 días al año. Lo que se llama en teoría económica como el homo economicus. Ese ser que se presenta como una seta, como si creciera sin necesidades de ningún tipo. Sin embargo, la realidad es muy distinta, ya que las personas necesitamos tiempos de cuidados extendidos a lo largo de nuestra vida. Para ello, el modelo tiene que especializar a cada persona, y se hace en función del sexo: los hombres se especializan en el trabajo dentro de la esfera mercantil y las mujeres lo hacen dentro de la esfera doméstica. La biología marcará el camino, y la cultura patriarcal lo reforzará. El hombre produce y la mujer reproduce el sistema capitalista.

La conciliación se empezó a ver como un dilema cuando las mujeres comenzaron a incorporarse a la esfera mercantil, y no antes. Por tanto, hay que analizar sus causas desde la raíz, porque la conciliación en nuestro contexto actual es imposible. Imposible porque el Estado se ha construido en base a esa división sexual del trabajo y la esfera mercantil se sostiene porque existe una esfera doméstica donde se proveen de cuidados. Si esa base de cuidados se derrumba, la esfera mercantil se cae como un castillo de naipes. Por ende, ¿cómo conciliar lo irreconciliable?

La conciliación se empezó a ver como un dilema cuando las mujeres comenzaron a incorporarse a la esfera mercantil

Los bebés necesitan 24 horas de cuidados. Según el bebé se convierte en niño los cuidados van desapareciendo paulatinamente. Pero siempre, y hasta cierta edad, ese niño necesita una persona adulta que le acompañe. En el caso de tratarse de personas dependientes, y en función del grado de dependencia, también necesitan que alguien esté con ellos 24 horas al día, los 365 días al año. Y tampoco hay que olvidar, que una persona que se emplea en la esfera mercantil necesita cuidados: tener la comida hecha, la casa limpia, la colada realizada, etc. 

Los hombres han podido emplearse fuera del ámbito doméstico porque las mujeres les han sustituido en el hogar. Entonces, ¿cómo hacemos para que una persona que es cuidadora también pueda emplearse si contamos con unos horarios laborales que son irreconciliables con esos cuidados?

La conciliación debería verse como un derecho de la infancia y de las personas dependientes. Toda la sociedad tiene derecho y el deber a ser cuidada a lo largo de la vida. 

Las personas somos interdependientes, nos necesitamos las unas a las otras para poder desarrollarnos. Es por eso por lo que todas las personas vamos a necesitar que nos cuiden. Unas veces dependeremos de más tiempo de cuidados que otros, pero siempre el cuidado es y será parte de nuestra vida. 

Si la esfera mercantil no se adapta a la esfera doméstica, a medio plazo tendremos un serio problema, ya que las mujeres no estamos dispuestas a seguir con este paradigma. Por eso, o nos planteamos un cambio de rumbo y damos la importancia que se merecen a los cuidados de las personas o seguiremos dándonos golpes contra un muro. 

Partir y compartir desde los tres pilares: Estado, empresas y sociedad

La esfera mercantil es un complemento de la esfera doméstica, por eso hay que flexibilizar los tiempos en función de esos cuidados. Si no lo hacemos, condenaremos no sólo a las mujeres, que somos las que sufrimos esos vaivenes de la conciliación, sino también al futuro, a nuestros hijos e hijas. Para ello, creo fundamental el compromiso de los tres pilares: Estado, empresas y sociedad. Llamada la triada de responsabilidades e imprescindible como motor del cambio.

El Estado como precursor de políticas reales de conciliación y corresponsabilidad. Como diría María Teresa Pérez del Río, “las políticas de conciliación aprobadas son un boomerang que agravan la situación de las mujeres en el mercado laboral”. Es imprescindible que las Instituciones se tomen en serio el problema y que se introduzca en la arena política, haciéndose un Pacto de Estado para la Conciliación. Se necesitan medidas de flexibilidad enfocadas en las personas y no al mercado.

Las empresas como agentes que introduzcan en sus estructuras medidas para mejorar la conciliación del tiempo. Pasar 8 o 12 horas diarias en una empresa no es sinónimo de productividad. Estamos en la era de los servicios y hay que adaptarse a los nuevos tiempos y sobre todo no premiar el presentismo laboral sino el buen trabajo, los resultados de este.

La sociedad es fundamental, porque el Estado y las empresas no son entes sin personas. Que el 50 por ciento de la población, es decir, los hombres como agentes de poder en las anteriores estructuras promuevan y se impliquen en el cambio. Ellos tienen que dar el paso. Nosotras podemos exigir, pero son ellos los que tienen que acompañarnos en ese impulso.

Si los tres pilares se alinean, podremos hablar de corresponsabilidad. La RAE la define como «responsabilidad compartida». Porque los cuidados son una responsabilidad de todas las personas y es la sociedad en su conjunto la que tiene que compartirlos y hacerles frente.

En los meses de verano las familias nos echamos a temblar, viene la época sin colegios y siempre nos hacemos la misma pregunta, ¿qué hacemos con nuestros hijos?

La conciliación es esa palabra que está en boca de los partidos en campaña, pero a la hora de la verdad es una utopía. Y, ¿por qué digo que es pura utopía? Si partimos desde nuestras concepciones actuales, la esfera mercantil nunca se va a poder conciliar con la esfera doméstica.