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La dictadura de la felicidad

Juan Parra - Politólogo y coach

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No. Este artículo no habla del libro de David Salinas que se denomina como el título del post. Tampoco pretendo hacerle publicidad. No he leído el libro. Aunque entiendo que habrá espacios comunes, conexiones y elementos cruzados con dicha obra.

Este artículo tiene otro sentido. Pretende invitarle a usted, lector/a, a reflexionar sobre uno de “los males” que, como politólogo y coach observo en nuestro tiempo: la dictadura de la felicidad.

Siempre el hombre ha buscado la felicidad. Ahora bien, nunca antes las expectativas sobre ella han estado tan altas, ni se ha alardeado tanto de haberla conseguido de forma permanente (o al menos hacer creer a los demás que eso es lo que ha sucedido).

La felicidad ha pasado de ser un anhelo del que se pretendía beber, sorbito a sorbito, de vez en cuando. A ser un objetivo vital total, para estar borrachos por siempre en ella.

En vez de caminar y abrazar la felicidad cuando la encontrábamos, a trocitos, hoy la multitud corre detrás de la misma, agotada. Todo para acabar no encontrándola entera nunca. La felicidad no puede ser la única aspiración del ser humano, porque la vida conlleva también sufrimiento y dolor.

Aun así, alejándonos del principio de realidad, la felicidad se ha convertido en el eje central de los discursos socialmente correctos y de una inmensa cantidad de proyectos vitales. No se ha caído en la cuenta de que este movimiento lleva a un vacío existencial de gran calado y a una hiperactividad en busca de consumir más y más experiencias, de consumir más y más emociones. Eso sí, todas en torno a la alegría, al entusiasmo, a la euforia y al optimismo desmedido.

“La escalada para mostrar al otro que uno es feliz en todo momento es brutal y descarnada”

Esta realidad se ha vuelto exponencialmente dramática con la exposición de las vidas a través de las redes sociales. La escalada para mostrar al otro/a que uno/a es feliz en todo momento es brutal y descarnada.

Aunque hablar de la felicidad en estos términos es políticamente incorrecto en estos tiempos, creo que dicha incorrección nos invita a tener un pensamiento crítico sobre aquello que sucede en nuestro mundo. La felicidad es algo tan preciado y tan precioso que no se debe mercantilizar.

La vida no puede ser sinónimo de felicidad. La vida debe ser vivida acompañada de carencias, errores, fracasos, dificultades, dolores y sufrimientos. Esto es lo sano y lo natural.

Además, entender la felicidad desde este otro prisma nos permite abrazarla de vez en cuando, en el marco de un encuentro con la existencia, apreciando de verdad lo que significa.

Sé que estas líneas van contracorriente y podrán ser tachadas de pesimistas. Amigo y amiga lector/a: no es así. Están escritas desde el máximo respeto a ese principio de realidad antes mencionado. Bajo este principio lo prudente es asumir e integrar la vida tal cual viene, andando camino, en un proyecto a construir donde quepa todo lo que el ser humano va a experimentar a lo largo de sus días. Dejar a la vida que marque los tiempos. No acelerar el arribar a un lugar inalcanzable.

Este principio de realidad no es incompatible con soñar y defender utopías. Lo que implica es aceptar e integrar lo que es inevitable: No vamos a ser felices para siempre. No existe la felicidad total. No seamos peones de una dictadura más.

No. Este artículo no habla del libro de David Salinas que se denomina como el título del post. Tampoco pretendo hacerle publicidad. No he leído el libro. Aunque entiendo que habrá espacios comunes, conexiones y elementos cruzados con dicha obra.

Este artículo tiene otro sentido. Pretende invitarle a usted, lector/a, a reflexionar sobre uno de “los males” que, como politólogo y coach observo en nuestro tiempo: la dictadura de la felicidad.