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Hay miradas que gritan

Carlos González Sánchez

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Sean cuales sean nuestras necesidades de recibir apoyos en nuestro día a día, todos tenemos el derecho a tener una calidad de vida plena y a una vida comunitaria total, es decir, a ser ciudadanos activos. Qué duda hay en que uno mismo, el interesado, es la persona más adecuada para saber lo que le puede hacer daño o molestar, y basándose en esto, poder opinar y tomar decisiones.

Cada uno de nosotros, desde el momento en que empezamos a comprender el mundo en el que nos ha tocado vivir, no paramos de tomar decisiones que, además, darán forma a nuestra existencia, una y otra vez, pasan por nuestra cabeza momentos y decisiones que tomar cada día.

Para podernos realizar como personas, como ciudadanos, es esencial poder desplegar nuestra capacidad de ejercer esta libertad de elección, que además supone una dimensión de nuestra calidad de vida, como es el desarrollo personal. Parece mentira, pero la libertad de elegir cómo queremos vivir es un regalo preciado, pero a menudo subestimado. Lo importante es que siempre tenemos la capacidad de elegir nuestro camino, y eso es esencial.

Los colectivos en situación de vulnerabilidad, no puede experimentar al mismo nivel esta capacidad. Muchos de nosotros, si no todos, tenemos cerca a personas en edad avanzada, personas dependientes de apoyos, quizás en algunos casos personas con discapacidad, etc.

Gran parte de este colectivo presenta, además, dificultades importantes para poder comunicarse. Por eso es tan importante el enfoque que cada uno tenemos de la vida, en el caso de querer prestar apoyo a personas que se encuentren en situación de vulnerabilidad, existen dos enfoques muy importantes: las personas y la comunidad. En este sentido, ¿estamos logrando resultados como sociedad?, por supuesto.

Desde diferentes colectivos del ámbito de lo social, aunados con instituciones y el apoyo de la investigación, el rigor y el conocimiento, se están aportando recientemente resultados de impacto y evidencias que demuestran que los cambios no solo son posibles, sino que los resultados en las personas mejoran vidas, mejoran la calidad de vida. Y es cierto que, aunque lentamente, vamos dando paso a un nuevo modelo social, con diferentes planes y estrategias, como la que servirá para transformar el modelo de apoyos y cuidados en nuestro país, poniendo en el centro los derechos y el proyecto de vida de cada persona. 

Pero nos queda pendiente a todos, insisto a todos, que este importante reto se extienda a aquellas personas que presentan grandes necesidades de apoyos. Son estas personas las que mayor necesidad tienen de poder ser cada día un poco más protagonistas en las decisiones de sus vidas, y es a ellas hacia las que debemos dirigir con celeridad nuestra atención. El hecho de que podamos ejercer un rol de apoyo para estas personas es fundamental para que puedan ejercer sus derechos y una calidad de vida digna en las mismas condiciones que los demás. Pero para eso tenemos que aprender a redefinir la palabra apoyo y dotarla de un significado diferente.

Hace unos días, en la localidad manchega de Tomelloso, pude asistir a unas jornadas de buenas prácticas y de innovación en el ámbito de la discapacidad, gran parte de estas prácticas se centraban en promover una mayor participación de las personas, personas que en muchos casos bien pueden ser nuestros amigos, vecinos, familiares, etc. Entre las diferentes intervenciones, hubo una cuyo título me llamo especialmente la atención: 'Hay miradas que gritan'.

Hay muchas personas deseando ser 'escuchadas', deseando participar de manera significativa en momentos de su vida, como tú, como yo. A ellas se le pasa el tiempo, como a ti, como a mí…. En España, hay más de 63 mil personas con grandes necesidades de apoyo.

Son personas con discapacidad intelectual que necesitan apoyo en actividades diarias. Por ejemplo: para comunicarse, para comer o para vestirse. Muchas personas que necesitan apoyo para comunicarse usan los sistemas alternativos y aumentativos de comunicación. Por ejemplo: gestos y pictogramas. Tenemos un importante reto: inventar nuevas formas de participación que permitan que se tenga en cuenta a las personas con más necesidades de apoyo, puesto que, para escuchar de verdad a alguien, a veces tenemos que hacer algo más que preguntarle.

En este sentido, la reflexión a la que estamos llamados como ciudadanos es a la de generar pequeños cambios desde uno mismo, desde la cercanía a las personas de nuestro entorno en la que seguramente encontramos personas con dificultades de movilidad, con dificultades de comunicación... y está en nuestra mano ser parte de la solución.

Al margen de quienes nos dedicamos de manera profesional a las personas con algún tipo de discapacidad, quiero hacer un llamamiento para que, desde cada uno, en unos momentos en los que la solidaridad, la empatía y la sensibilidad han vuelto a salir a escena con hechos tan impactantes como los ocurridos por la última DANA en nuestra región y sobre todo en regiones cercanas, seamos conscientes de que lo 'humano' depende de lo 'humano', que todos los colectivos vulnerables deben ocupar la prioridad que merecen en la gestión de las agendas políticas. El derecho a comunicarse, expresarse, vivir en comunidad y ejercer un rol de ciudadano pleno, es para todos. 

Sean cuales sean nuestras necesidades de recibir apoyos en nuestro día a día, todos tenemos el derecho a tener una calidad de vida plena y a una vida comunitaria total, es decir, a ser ciudadanos activos. Qué duda hay en que uno mismo, el interesado, es la persona más adecuada para saber lo que le puede hacer daño o molestar, y basándose en esto, poder opinar y tomar decisiones.

Cada uno de nosotros, desde el momento en que empezamos a comprender el mundo en el que nos ha tocado vivir, no paramos de tomar decisiones que, además, darán forma a nuestra existencia, una y otra vez, pasan por nuestra cabeza momentos y decisiones que tomar cada día.