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Sobre este blog

Este blog es un espacio de colaboración entre elDiario.es de Castilla-La Mancha (elDiarioclm.es) y el Colegio de Ciencias Políticas y Sociología de Castilla-La Mancha para abordar diversas cuestiones sociales desde la reflexión, el entendimiento y el análisis.

De la sociedad del riesgo y el riesgo social. La transmodernidad en la sociedad moderna

Sociólogo y doctor en Ciencias Políticas
Construcción de vivienda en Palma.
29 de noviembre de 2024 12:31 h

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Una de las novedades que introduce la sociedad moderna es que los riesgos, entendidos éstos como peligros que pueden llegar a provocar sufrimiento y catástrofes en los bienes y formas de vida, pueden ser prevenidos y, si sobrevienen, pueden ser afrontados mediante tecnologías creadas por el conocimiento científico, por tanto, creado por el Hombre (Ulrick Bleck). 

La modernidad desplazó el pensamiento mágico-teológico como medio para prevenir y proyectar condiciones de calidad de vida. La modernidad diferenciará entre sociedades avanzadas y sociedades atrasadas. Las primeras, como podrán suponer, serán aquellas que siguen postulados impulsados y experimentados por los países, regiones o ciudades, que han introducido en su sistema político las instrucciones que inspiran la ciencia (experimentación, validación, universalización y predicción). Sin embargo, lo más importante es que el orden social moderno ha logrado un pensamiento abstracto para generar modernidad allá donde sólo hay subdesarrollo, atraso y conformismo ante los designios del Divino. El conocimiento científico desarrollará una metafísica con la que contextúa sus avances en el desarrollo social para que sirviese de justificación y expansión en distintos contextos sociales, políticos, económicos y culturales. 

Las sociedades, no modernas, las identificaremos con las atrasadas, no desarrolladas. En estos casos, el conocimiento del mundo se circunscribe a la experiencia inmediata, al dogmatismo de una metafísica que establece como dogma el pensamiento mítico.

La modernidad diferenciará entre sociedades avanzadas y sociedades atrasadas

Así las cosas, los riesgos sociales los podríamos abordar de una forma sencilla. Respecto a las sociedades modernas, bastaría con conocer previamente las causas de los peligros y posteriormente, desarrollar soluciones “científicas”, tanto para problemas derivados del ámbito físico (pongamos por caso, una catástrofe provocada por un fenómeno natural), como para problemas de organización de recursos sociales (pongamos por caso, disponer de una administración pública racional y eficiente). 

Por tanto, el Hombre sería capaz de dominar las fuerzas de la naturaleza y proporcionar seguridad al orden establecido mediante las leyes del conocimiento científico (como establecería el determinismo de Pierre-Simon Laplace). En las sociedades no modernas, el riesgo es la consecuencia del azar y una muestra de que si nos movemos fuera del orden establecido nos exponemos a los peligros de los que nos previenen los textos divinos.

En la transición de las sociedades no modernas a las modernas es donde podemos comprobar las inexactitudes y contradicciones de ambos sistemas. Ni las leyes científicas son tan universales, para prevenir los riesgos, ni el orden divino es tan perfecto para salvarnos de los peligros que produce la naturaleza.

En la actualidad pareciera que los riesgos se ciernen sobre una sociedad en transición. La universalidad moderna no lo es tanto, es más, quienes propugnan aseveraciones universalistas caen en dogmatismos que para nada ayudan a la prevención; al mismo tiempo, quienes lo relativizan todo provocan que, al final, la improvisación se adueñe de la situación. 

En las sociedades complejas, dinámicas, líquidas (en términos de Bauman) el conocimiento científico no es único ni universal, sino diverso, adaptativo y social así como políticamente útil para el buen vivir o bienestar. Las sociedades y grupos sociales que se quedaron rezagados en la modernidad sólo ven lo científico como único, universal, aséptico; ven las sociedades como máquinas que actúan de acuerdo con órdenes emitidas desde una autoridad ¿divina? 

El conocimiento científico no es único ni universal, sino diverso, adaptativo y social

Aún hay quienes aceptan puestos políticos para no hacer política. Y se utiliza el plural en la afirmación anterior, porque no nos referimos sólo a quien acepta el cargo, sino que también a quien lo nombra así como a quienes lo creen a pies juntillas. No es este tipo de conocimiento el que nos interesa resaltar en estos momentos, aunque obviamente, daría para mucho.

Así pues, respecto a los riesgos en las sociedades posindustriales, los conocimientos son socialmente válidos si contribuyen a la transformación, apoyan la creación e innovación y hacen del buen vivir o del bienestar, la finalidad para la que están concebidos; al tiempo que se plantea desde la convicción de que sólo en democracia, la aceptación de la diversidad, la interculturalidad, la sostenibilidad y la inclusión son espacios racionalmente propicios para la intervención política en sociedades complejas. El enorme desarrollo del conocimiento científico puede llegar a ser políticamente útil si se emplea de forma ética (Gonçal Mayos).

Ante la situación de transición en la que nos encontramos, entre una modernidad que nos ofrece una universalidad que omite diversidad, interculturalidad, y una única forma de afrontar los riesgos y una nueva modernidad, o transmodernidad (varios son los autores que abordan este concepto desde Enrique Dussel, Rodríguez-Magda, Cubillo-Guevara, Hidalgo-Capitán) que trata de hacerse paso, no tanto para negar los logros de la modernidad universalista, como para aceptar la flexibilidad necesaria que ayude a resolver y atender los peligros que ahora nos ciernen: negacionismos varios, odio al forastero, mercantilismo de las relaciones sociales, etc. Estos últimos, dentro del riesgo social. 

Llegados a este punto, algunas de las preguntas que nos deberíamos hacer podrían ser ¿Qué supone la deriva ultraconservadora, la introducción del populismo…?, ¿Qué cabe esperar de la política con posibles retrocesos en derechos cívicos, cuestionando el consenso social en el que se fundamentaba el Estado de Bienestar?

Así pues, ¿cómo podemos percibir estas contradicciones? En España, y por extensión en Castilla-La Mancha, disponemos de hojas de ruta que nos pueden ayudar a que se puedan abordar los riesgos sociales con criterios proactivos. Dichas hojas son las Agendas, la Urbana Española, una, y la 2030, la otra. Ambas con orientaciones para elaborar estrategias que nos pueden ayudar a superar, o al menos corregir, los riesgos climáticos, de inclusión, de mejora de vulnerabilidades, etc. (dándose por supuesto que el lector conoce la existencia de tales Agendas). Todo ello en convivencia con los negacionistas, que, y aquí está lo grave del asunto, incluso llegan a marcar la agenda política de los conservadores moderados. Esto es un riesgo social y, por desgracia, quizás no sea un futurible.

Queremos creer que ningún vecino de nuestras ciudades y pueblos sea señalado por su origen, género o identidad. Si somos vecinos inclusivos, las estrategias que nos debemos plantear para hacer efectivos los objetivos de sostenibilidad se programarán con transparencia, participación y gobernanza multinivel, abordando las problemáticas reales de nuestros convecinos. Mientras que los negacionistas, aquéllos que son un riesgo social, asumen las Agendas diciendo más por lo que callan que por lo que dicen que van a hacer.

Queremos creer que ningún vecino de nuestras ciudades y pueblos sea señalado por su origen, género o identidad

Las Agendas, Urbana y 2030 de Desarrollo Sostenible, plantean el reto de afrontar los riesgos en base a tres grandes ejes: en primer lugar la TRANSFORMACIÓN: indicando los ámbitos y factores locales que deben cambiar; en segundo lugar, la Innovación: a qué tecnologías se recurrirá para favorecer el cambio, tanto de orden físico como procedimental; y por último, la Inclusión: qué factores sociales se van a impulsar para que nadie, por su condición económica, cultural o de género, pueda quedarse atrás.

La programación estratégica sólo puede ser efectiva desde un criterio transmoderno (conjugando principios racionales científicos con la aceptación de flexibilidad, dinamismo, pluralidad, etc.) que caracterice a cada ciudad y pueblo.

En los grupos negacionistas se pueden identificar riesgos sociales porque directamente niegan la validez de las Agendas así como los conservadores moderados porque éstos recurren a asesores que son capaces de recubrir con apariencia las estrategias tansmodernas. El Destino nos libre de unos y otros.

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