La ecología es uno de nuestros principales intereses y es el centro de este blog: cambio climático, medio natural, desarrollo sostenible, gestión de residuos, flora y fauna, contaminación y consumo responsable, desde el punto de vista de periodistas, expertos, investigadores, especialistas y cargos públicos. También editamos la revista 'Castilla-La Mancha Ecológica'.
Cabras asilvestradas: ¿problema o patrimonio?
No descubro el Mediterráneo (nunca mejor dicho) si digo que la isla de Mallorca es un verdadero paraíso que desde hace más de ciento cincuenta años atrae visitantes de todo el mundo en busca de sol, playa y los maravillosos paisajes mediterráneos. Pero en este paraíso pasa una cosa que no suele trascender en la Península. Lo que sucede es que, literalmente, las cabras asilvestradas se están comiendo la isla.
Hace un año que la voz de alarma fue dada por el Colegio de Ingenieros de Montes de Baleares: las cabras asilvestradas se comen las encinas jóvenes, impidiendo que los encinares se regeneren de forma natural. En las tierras que han sido, desgraciadamente, afectadas por incendios forestales las cabras devoran los brotes de pinos que, si se les dejara crecer, repararían el paisaje negro de cenizas. Según las últimas estimaciones, un ejército indisciplinado de 30.000 cabras asilvestradas devastan las áreas protegidas y también las fincas privadas de difícil orografía donde se encuentran a sus anchas trepando por rocas y subiendo literalmente a los árboles hasta matarlos.
El problema tiene mala solución. Es muy caro perseguir a tantas cabras por lugares anfractuosos. Se necesita pedir permiso para acceder a las fincas privadas donde campan a sus anchas. Reconociendo la gravedad del problema, las autoridades de las Islas tienen otro orden de prioridades.
Las cabras han sido acusadas históricamente de ser las causantes de la desertificación de las tierras mediterráneas, pues se lo comen todo y se meten hasta los lugares más inaccesibles para hacerlo. Seguramente esta acusación es exagerada, pero algo de verdad sí puede haber. Pero, atención, cuando hablamos de cabras asilvestradas en Mallorca hay que ir con tiento y con cuidado, pues hay cabras y cabras. Para empezar, existe una cabra salvaje mallorquina, que se diferencia de las cabras domésticas asilvestradas.
Esta cabra es llamada en Mallorca de diversas formas: cabra “fina”, cabra “mallorquina” y, en lengua mallorquina, boc mallorquí. Vive en la Sierra de Tramuntana y su origen hay que buscarlo en las cabras recién domesticadas que los primeros humanos llevaron a Mallorca, hace 4.500 años. En efecto, los restos más antiguos de estas cabras datan de los años 2300 a 2050 antes de nuestra Era. Parte de estas cabras, en un estadio de domesticación muy incipiente, se asilvestraron y se adaptaron a vivir de nuevo como sus antepasadas salvajes. Con un matiz. En Mallorca existía un ungulado salvaje a la llegada de los humanos: el goral de Baleares Myotragus balearicus, que era una versión enana de un ovino salvaje. La actividad humana y la presión de las cabras acabaron por exterminar este ungulado.
Evolución hacia el comportamiento salvaje
La cabra salvaje ocupó el nicho ecológico que dejó libre el extinguido goral, y evolucionó en aislamiento. Actualmente se comporta como una especie auténticamente salvaje. Genética y ecológicamente hablando es una especie completamente diferente de las cabras estrictamente domésticas que se han ido asilvestrando en los últimos cincuenta años por lo menos, y que son las que están causando el problema.
Estas cabras asilvestradas, además, se hibridan con la cabra salvaje mallorquina, restando pureza genética a cierta parte de su población. La cabra salvaje mallorquina tiene un aprovechamiento cinegético, y sus trofeos son reconocidos y homologados por las autoridades locales, constituyendo un recurso económico para las fincas donde se encuentra. Los cabritos son aprovechados para carne, los machos solían ser ofrecidos en alimento a los perros, y las hembras eran respetadas para la reproducción. Tradicionalmente, además, se capturaban algunos ejemplares vivos para enriquecer genéticamente los rebaños domésticos.
Falta una regulación más exhaustiva para el mejor conocimiento y protección de la cabra salvaje mallorquina (que jamás se comportó ni fue usada como ganado caprino). Pero las otras cabras, las asilvestradas, siguen comiéndose Mallorca.
No descubro el Mediterráneo (nunca mejor dicho) si digo que la isla de Mallorca es un verdadero paraíso que desde hace más de ciento cincuenta años atrae visitantes de todo el mundo en busca de sol, playa y los maravillosos paisajes mediterráneos. Pero en este paraíso pasa una cosa que no suele trascender en la Península. Lo que sucede es que, literalmente, las cabras asilvestradas se están comiendo la isla.
Hace un año que la voz de alarma fue dada por el Colegio de Ingenieros de Montes de Baleares: las cabras asilvestradas se comen las encinas jóvenes, impidiendo que los encinares se regeneren de forma natural. En las tierras que han sido, desgraciadamente, afectadas por incendios forestales las cabras devoran los brotes de pinos que, si se les dejara crecer, repararían el paisaje negro de cenizas. Según las últimas estimaciones, un ejército indisciplinado de 30.000 cabras asilvestradas devastan las áreas protegidas y también las fincas privadas de difícil orografía donde se encuentran a sus anchas trepando por rocas y subiendo literalmente a los árboles hasta matarlos.