La ecología es uno de nuestros principales intereses y es el centro de este blog: cambio climático, medio natural, desarrollo sostenible, gestión de residuos, flora y fauna, contaminación y consumo responsable, desde el punto de vista de periodistas, expertos, investigadores, especialistas y cargos públicos. También editamos la revista 'Castilla-La Mancha Ecológica'.
Qué dice la ciencia sobre el plástico
Con cada nueva evidencia sobre los impactos del plástico la industria pone a funcionar su maquinaria de desinformación. La última argumentar que el enemigo no es el plástico, sino el sobreenvasado y la sinrazón. Y lo hacen apelando falazmente a la ciencia.
Si queremos saber qué dice la ciencia sobre el plástico tendremos que alejarnos de la propaganda y recurrir a artículos científicos. Y es bastante clara: la contaminación por plásticos es una amenaza global.
Y es que el plástico es un enemigo manifiesto para la salud de las personas. En nuestro organismo actúa de varias formas: tanto físicas como mediante mecanismos bioquímicos.
Así, la contaminación por microplásticos -fragmentos pequeños que provienen del desgaste y de la degradación de lo que anteriormente fueron envases, tuberías, neumáticos y otros muchos productos de uso cotidiano- produce problemas de salud similares a los de la exposición a partículas sólidas procedentes de la combustión de motores diésel y otras fuentes contaminantes.
Necesitamos seguir investigando al respecto, pero es un hecho que cada vez estamos más expuestos a estos microplásticos y que esa exposición afecta a nuestra salud: toxicidad física, química y microbiológica, pudiendo actuar de forma acumulativa. El resultado: lesiones pulmonares, que incluyen inflamación y fibrosis, daño celular, reacciones inflamatorias e inmunes.
Vectores y portadores de patógenos
Los microplásticos también pueden actuar como vectores para transferir al cuerpo sustancias químicas peligrosas exógenas, proteínas y toxinas presentes en o sobre las partículas, así como portadores de patógenos bacterianos oportunistas y genes de resistencia a los antibióticos que pueden interactuar con la microbiota intestinal.
Los microplásticos son motivo de preocupación por su ubicuidad: están en todas partes. Llueven en espacios protegidos, acaban en lo que deberían ser paraísos de biodiversidad marina y están presentes en el aire que respiramos.
En el plano bioquímico no podemos olvidar que para cumplir su función los polímeros del plástico van acompañados de una serie de sustancias que se asocian con distintos efectos sobre la salud. Algunas de ellas se liberan en contacto con alimentos, otras durante la degradación de los plásticos una vez se convierten en residuos. Tampoco deberíamos perder de vista las que pasan a la atmósfera en procesos de incineración o en los tristemente frecuentes accidentes en plantas de gestión de residuos. ¿He dicho ya que los microplásticos están por todas partes liberando los plastificantes que contienen?
En el capítulo de las sustancias que acompañan los polímeros plásticos destaca el Bisfenol A (BPA), una sustancia que, en contacto con alimentos, se ha prohibido en países como Francia o que hemos limitado en usos como los biberones, pero que sigue presente, entre otros usos, en recubrimientos plásticos de latas de bebidas y para conservas.
La ciencia lleva alertando desde finales de la década de 1990 de que Bisfenol A se relaciona con cáncer de pecho y de próstata, reducción de la fertilidad, diabetes, problemas genitales, disfunción sexual y alteraciones del comportamiento.
Este Bisfenol A es una, de las decenas de sustancias que acompañan al plástico, que suele estar presente en muestras de sangre y orina analizadas buscando este tipo de compuestos. Otras varias se han encontrado en estudios específicos (el 97% de los niños alemanes tiene restos de plastificantes en la orina y la sangre) o para campañas de sensibilización sobre este problema.
En definitiva, tenemos plástico y plastificantes en nuestro organismo. Podemos seguir haciendo análisis de ciclo de vida para comparar parcialmente el impacto ambiental de distintos materiales. Pero el problema del plástico es, fundamentalmente, sanitario. Mientras para cumplir sus funciones requiera de aliados que sean disruptores endocrinos, cancerígenos y similares, el plástico será un enemigo y una amenaza para la salud humana.
Podemos jugar a poner límites a la concentración de plastificantes y otras sustancias peligrosas en cada envase de plástico, pero mientras los aditivos plásticos tengan capacidad de bioacumulación y biomagnificación, seguirán acumulándose en los ecosistemas y volviendo a nuestra dieta en cantidades cada vez más peligrosas para nuestra salud. Y no solo desde los envases, también directamente en los propios alimentos.
Podemos seguir proponiendo falsas soluciones, como procesos de reciclaje tan caros que difícilmente llegarán a implantarse a escala industrial o segundas aplicaciones que desvían los residuos de plástico a usos secundarios donde reemplazan a materiales mucho más sostenibles.
Con todo ello no debemos perder de vista que los datos son preocupantes. La ciencia dice que nuestra capacidad de recuperar y dar un destino adecuado al plástico es muy limitada. Apenas hemos sido capaces de reciclar el 9% de los residuos de plástico que hemos generado. Y no parece que estemos haciendo un esfuerzo adecuado a la creciente generación de residuos de plástico.
“Propaganda de la industria del plástico”
Sí hay mucho ruido y desinformación. Propaganda de la industria del plástico. Alguna basada en análisis del ciclo de vida (ACV) de productos de plástico que comparan impactos ambientales con otros materiales. Detallar todas las trampas que se pueden hacer en un análisis del ciclo de vida requeriría de un manual de cientos de páginas, pero en este enlace puedes encontrar las principales pistas que deberían llevarte a coger con pinzas los contenidos generados por la industria petroquímica y el sector de los productos envasados.
Pero lo más triste es leer comparaciones falaces en las que se olvida que la industria petroquímica explota un recurso fósil frente a los ciclos biológicos de materiales como el papel u otras fibras vegetales y animales.
Por supuesto que el plástico tiene aplicaciones maravillosas en medicina, pero resulta que, según datos de la propia industria, en Europa cerca del 40% del plástico se dedica a fabricar envases, en su inmensa mayoría, de un solo uso. Una aplicación en la que puede ser fácilmente eliminado o sustituido por materiales más seguros para la salud humana y que pueden presentarse en forma de recipientes reutilizables, reduciendo significativamente el problema de los residuos.
La ciencia es clara. Y el mercado también. Los intereses en la distribución de productos envasados y la industria petroquímica en favor del plástico chocan frontalmente con el interés general. El plástico es un material insostenible desde el punto de vista económico, ambiental y social, pero hay mucho dinero para seguir haciendo propaganda de este material y aplazar las soluciones a la contaminación que causa actualmente.
Quizá, con su pertinente análisis de ciclo de vida, podríamos decir (trayendo a esta reflexión la idea de un amigo) que “las balas y las bombas también han tenido y tienen su parte buena”, pero hay pocas dudas de la necesidad de regular y limitar la fabricación, comercialización y el uso de balas y bombas.
Que, llegado el caso, prefiramos una prótesis ligera o que nos vacunen con una jeringa desechable no debería de despistarnos de que, en palabras de Nicolás Olea, “el cien por cien de los niños españoles mea plástico cada día”. Y eso es un problema de salud pública al que se le pueden poner números, como hace Leonardo Trasande.
Usemos plástico donde y cuando sea necesario. Evitémoslo siempre que podamos. Bien porque sea superfluo, bien porque se pueda sustituir por cualquier otra cosa que afecte menos a nuestra salud y a la del planeta. Y, en cualquier caso, repasemos las cuentas para que quienes tienen tanto interés en utilizar el plástico asuman en su cuenta de resultados los impactos reales que causa este material al conjunto de la economía, al medio ambiente y a toda la sociedad.
Con cada nueva evidencia sobre los impactos del plástico la industria pone a funcionar su maquinaria de desinformación. La última argumentar que el enemigo no es el plástico, sino el sobreenvasado y la sinrazón. Y lo hacen apelando falazmente a la ciencia.
Si queremos saber qué dice la ciencia sobre el plástico tendremos que alejarnos de la propaganda y recurrir a artículos científicos. Y es bastante clara: la contaminación por plásticos es una amenaza global.