Los ecologistas exigen el cierre de la central nuclear de Trillo para 2018

La central nuclear de Trillo, en Guadalajara, recibió en noviembre del año pasado los permisos de explotación para poder continuar con su actividad, por lo menos hasta 2024. El permiso concedido es prorrogable durante más años. El Ministerio de Industria, Energía y Turismo señaló en ese entonces que se debían tomar en cuenta determinadas obras a corto plazo para continuar con su actividad. El plazo para llevar a cabo estas mejoras, dentro de los Programas de Gestión del Envejecimiento, es de un año, para garantizar la seguridad de la central que ya lleva en activo 26 años.

Esta planta es considerada de tercera generación dentro de las plantas nucleares españolas. En 2013 el 21% de la electricidad del país se produjo gracias a la energía nuclear producida en las 5 centrales nucleares de España aparte de la de Trillo: Almaraz (Cáceres), Cofrentes (Valencia), Ascó y Vandellós (Tarragona). A pesar de los años que lleva en actividad, la central alcarreña es la más moderna de España. Además, la central de Trillo cuenta con una de las dos zonas temporales de almacenamiento de residuos nucleares de baja y media actividad, y es, junto a la de Almaraz una de las que no ha sufrido ningún incidente, ni siquiera del nivel cero.

Sin embargo, Ecologistas en Acción ha pedido el cierre de la misma en el año 2018, cuando la central alcance los treinta años de actividad. Como parte del aniversario del accidente de Harrisburg en Estados Unidos, la organización ha recordado los peligros que suponen mantener una central de las características de Trillo en funcionamiento durante más de treinta años. Ecologistas ha señalado que el accidente “pone de manifiesto el peligro que supone mantener estas instalaciones en funcionamiento”, a la par que demostrar que las medidas de seguridad no son suficientes para garantizar la misma.

En este sentido, han señalado también que las modificaciones de los sistemas de contención y venteo de las centrales nucleares no han logrado impedir accidentes como el de Fukushima en Japón, o incluso el de la central Vandellós I, situada en Tarragona, en el año 1989. La organización señala también que alargar la vida de las instalaciones “más allá de lo sensato” se debe a que una central que logra amortizar su inversión es un “verdadero negocio”, al afirmar que se puede cobrar la electricidad a seis veces su valor real, por lo que los márgenes de beneficio son tremendos.

Sin embargo, aseguran que alargar la vida de las centrales nucleares implica también aumentar el riesgo de accidente a través de problemas como la degradación de los sistemas de seguridad, la obsolescencia de instalaciones o el avance de la corrosión. La central nuclear de Trillo no llega todavía al límite de treinta años que ha señalado la organización, pero sí lo hará en el 2018, al igual que la de Vandellós II en Tarragona. Sin embargo, otras deberían, en criterio de la asociación, cerrar ya el próximo año, como la de Ascó II en Tarragona, mientras que otras deberían estar ya cerrada como la de Garoña, en Burgos, o las de Almaraz I y II en Cáceres.