Castilla-La Mancha “puede sufrir menos las consecuencias económicas derivadas de la crisis del coronavirus debido a su especialización en el ámbito agroalimentario”. Quien lo dice es Rubén Garrido-Yserte, investigador del Instituto Universitario de Investigación en Análisis Económico y Social de la Universidad de Alcalá (UAH).
“El hecho de que sea una potencia en alimentación, en teoría, va a seguir tirando en cuanto a producción porque la gente seguirá consumiendo carnes, quesos, aceite…Es una fortaleza”. También cita la frenética actividad que vive ahora el sector logístico vinculado a la distribución de alimentos, en particular en el Corredor del Henares. Pero no hay que engañarse, esa es la cara más positiva.
En el lado opuesto está el hecho del pequeño, pequeñísimo tamaño, de la mayoría de las empresas de la región. “Son pequeñas y hay menor densidad que en otros puntos de España. Eso significa que el impacto financiero será mayor”.
El Gobierno de España ha aprobado este martes un paquete de medidas para tratar de frenar la previsible sangría económica. Por ejemplo, los autónomos sin trabajo por el coronavirus tendrán más facilidades para cobrar ‘paro’ por cese de actividad, pero las medidas del Ejecutivo central no suspenden el pago cuotas a la Seguridad Social.
Se desconoce si será o no suficiente para frenar el embate de la pandemia. “Habrá que ver si realmente se atiende de forma específica a pymes y autónomos que serán la parte más afectada en todos los sectores”.
En concreto, resalta el hecho de la importancia del sector comercio en Castilla-La Mancha. “Su actividad está muy restringida y se verá muy afectado”. A eso se sumará el “parón turístico, en particular en las ciudades Patrimonio de la Humanidad, con todo el gasto asociado que lleva esta actividad”, Cuenca y Toledo, en el caso de Castilla-La Mancha.
Insiste en que “habrá que ver a qué restricciones financieras se ven sometidas todas estas empresas, si hay o no ayudas…Si hay o no vacaciones fiscales. Eso será importante para dar oxígeno a las personas y para evitar quiebras masivas en cadena, es decir, esa espiral que ya generó la crisis de 2008”.
¿Podemos aprender algo de lo que ocurrió en hace más de una década, a pesar de las diferencias de la vigente crisis? “Creo que sí, a nivel macro”, responde este profesor del Departamento de Economía y Dirección de Empresas de la universidad alcalaína. “Esa parte macro es muy importante: cómo va a reaccionar la Unión Europea, el Banco Central…Creo que lo tienen más claro que en 2008”.
Sostiene que ahora “las medidas deben ser más quirúrgicas, más finas y deben involucrar a todas las administraciones, incluyendo ayuntamientos y diputaciones, sobre todo en una región con municipios tan pequeños y con baja densidad de población como es Castilla-La Mancha”. Es decir, insiste, “atender a las necesidades locales va a ser muy importante”.
También reclama “flexibilidad” en lo que tiene que ver con el cumplimiento macroeconómico del equilibrio financiero así como las ayudas que puedan llegar al sector público regional.
Hay que recordar que la deuda de Castilla-La Mancha alcanzó en el tercer trimestre de 2019 los 15.059 millones de euros, es decir, el 35,2% de su Producto Interior Bruto, según los datos del Banco de España. En diez años esa deuda se ha multiplicado por tres (y algo más).
“El endeudamiento público de Castilla-La Mancha es de los más altos de España. El margen fiscal aquí es mucho menor que en otros lugares, con lo cual esperemos que el Gobierno central arbitre también mecanismos para articular esas ayudas que tienen que llegar, como los alimentos, a cada una de las casas”.
En todo caso, la estrategia pasa por “ganar el mayor tiempo posible” en la implementación de medidas económicas. Apunta a la gestión que, por ejemplo, está llevando a cabo Corea del Sur, uno de los países más afectados. “Está controlando bien la parte económica. Activar distintos mecanismos de la Seguridad Social sería importante” aunque reconoce el impacto que tendrá en el gasto público. “Hay que buscar ideas originales para mantener, en la medida posible la producción, pero sabiendo que lo primero, por encima de todo, es la seguridad de las personas”.
¿Cuándo y cómo acabará todo esto?
El profesor resalta aquellos aspectos que están en boca de todos y que ni los expertos saben responder: ¿hasta cuándo y cómo será el después?
“Dependerá mucho de cómo vaya evolucionando el COVID-19. Todavía hay mucho desconocimiento sobre cómo se comporta y si será o no controlable, si se minimizarán sus efectos con el calor y si se está produciendo transmisión asintomática o no…Eso determinará si podemos o no hacer vida normal”.
La clave para valorar los efectos económicos del coronavirus está, desde su punto de vista, en analizar “el parón” porque, añade, “no es lo mismo parar quince días o un mes o más tiempo”. En el caso de un escenario de recuperación “muy rápida” (y habla del tercer trimestre de 2020) “tendríamos una bajada muy pequeña de la producción o el PIB”. El problema llegaría si esa recuperación sociosanitaria lleva más tiempo.
En estos momentos, recuerda vivimos una reducción drástica del gasto, hay poca demanda y eso conllevará una caída en la actividad económica. “Estamos tan solo en la primera semana, pero ya se estima una caída del 30% en la producción industrial tomando como referencia el indicador que supone el consumo eléctrico”.
Y un último apunte: Garrido-Yserte cita la necesidad de que “el sector financiero eche una mano” porque “mucha gente estará gastando sin ingresar”.
En todo caso, lanza un mensaje optimista. “De esta crisis también aprenderemos y nos dejará aspectos positivos. El descenso de la movilidad mejorará los indicadores ambientales. La gente verá el tiempo que ahorra en desplazamientos y quizá se potenciará el teletrabajo. Puede ser una gran oportunidad para pensar qué parte de las cosas podemos hacer de otra forma”.