“Es un pueblo de viva agilidad y espíritu inquieto y para la mayoría son más queridos sus caballos de guerra y sus armas que su propia sangre”, así los describió Justino, autor de la antigüedad. Hasta hace un siglo y medio, los íberos apenas eran conocidos, tan solo citados en textos como éste o los de Estrabón, más plagados de sombras que de certidumbres. Tuvo que ser la Arqueología la que empezara a desvelar una de las culturas más enigmáticas de la historia de España.
Todo comenzó en el Cerro de los Santos. “A una legua del pueblo de Montealegre, siguiendo la anchurosa cañada que flanquean diferentes cordilleras, por cuyo pie corren las aguas torrenciales, pasando junto a Yecla, y se dilatan en extensas llanuras hasta desaguar en la costa de Alicante, se halla el Cerro denominado de los Santos desde tiempos antiguos”, se decía en un artículo publicado en Madrid, en 1875, en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos.
Cuatro años antes, en 1871, se había difundido el primer artículo científico sobre este importante yacimiento donde emergió la gran Dama Oferente. Tres profesionales de la historia pensaron que esta era una magnífica efeméride para celebrar y así surgió '150 años con los Íberos', posiblemente, una de las exposiciones arqueológicas más importantes de la temporada en Castilla-La Mancha.
Para acercar al público a este impresionante legado, Rubí Sanz Gamo, Lorenzo Abad Casal y Blanca Gamo Parras han comisionado una muestra que acogerá el Museo de Albacete hasta febrero de 2022.
Una retrospectiva antológica sobre el mundo ibérico, financiada e impulsada por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y con la colaboración de la Diputación Provincial de Albacete, la Asociación de Amigos del Museo de Albacete, El Corte Inglés y la Fundación Globalcaja.
La llave del pasado
Conversamos con la directora del Museo de Albacete, Rubí Sanz. “Lo que pretendemos es que la exposición sea accesible para todo el mundo, la hemos arropado de imágenes para que sea comprensible; nos importa que, sobre todo, sea algo didáctico”, cuenta Sanz.
Así es. Cuando el visitante llega a la exposición se topa con un gran panel donde se relata el hito que supuso el Cerro de los Santos en el conocimiento de los íberos. La primera excavación realizada por los Escolapios de Yecla, dirigidos por Carlos Lasalde, fue la llave que abrió la puerta a un pasado todavía en penumbra. En la Memoria sobre las notables excavaciones hechas en el Cerro de los Santos, de 1871, se narraba: “Las capas de la tierra, cual losa sepulcral, envolverán los restos primitivos, hasta que, abiertas sus entrañas, veamos disiparse la densa niebla que oculta la vivísima luz de sus enterrados museos”.
En la primera campaña, los investigadores salvaron de las rebuscas cerca de 200 piezas, la mayoría fragmentadas. No sin cierta premonición, acertaron los autores de este librito que costaba 4 reales y se vendía en Madrid. Dieron en la diana al apuntar que este descubrimiento sería una revolución: “El Cerro de los Santos será el faro que ilumine las tinieblas que envuelven aún las páginas de nuestra primitiva historia”.
Aunque había costado que las instituciones se tomaran en serio el yacimiento de Montealegre del Castillo tras las primeras noticias en 1830 y pese al informe de Juan de Dios Aguado y Alarcón, en 1860, enviado a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando; al final, se impuso la curiosidad.
A partir de ese momento el interés de los expertos europeos y españoles fue en aumento. La historiadora y comisaria de la exposición, Blanco Gamo, lo explica con más certeza en su extenso trabajo sobre la historia de la arqueología en Albacete: “Desde las postrimerías del siglo XIX la antigüedad hispana había despertado el interés de estudiosos extranjeros, que paulatinamente fueron aminorando el afán coleccionista dejando paso a otro investigador”.
Lorenzo Abad, también comisario de la expo y uno de los mayores expertos nacionales en la cultura ibérica, explica que “antes a todo este arte desconocido se le llamaba primitivo”. Enseguida aparecieron otros materiales que fueron perfilando el conocimiento: la Dama de Balazote, la Dama de Elche o los relieves de Osuna. Tanto fue el impacto de estos descubrimientos que España mostró este arte en las exposiciones universales de Viena (1873) y París (1878) y más tarde en la Mostra Internazionale di Archeología de Roma (1911). Algunos, más sagaces en la rapacidad, supieron ver pronto su valor.
Muchas de las esculturas ibéricas acabaron en museos de Europa, como el Louvre. De la galería parisina, el revolucionario Picasso, impresionado por la maestría de la escultura ibérica, hurtó dos cabezas del Cerro de los Santos que le inspiraron decisivamente para la creación del cubismo. Toda esta aventura está descrita en la primera parte de la exposición del Museo de Albacete. Y mucho más.
198 piezas originales
Se exponen un total de 198 piezas originales, más de 200 imágenes y las reproducciones, entre otras, de la Dama Oferente y la Dama de Elche que hizo Ignacio Pinazo, un artista de principios del siglo XX muy vinculado a esta tierra. “En esta exposición hemos tratado de sintetizar, algo muy difícil, pero hemos mostrado lo más fundamental a partir del descubrimiento de una nueva cultura”, afirma Rubí Sanz y explica que hay piezas de las cinco provincias de Castilla-La Mancha pero también de Jaén, de Yecla, Murcia, Elche de Alicante y Valencia.
A partir de la comparación del arte de la Grecia antigua con la cerámica y la escultura ibérica, el visitante comprende intuitivamente la influencia que los colonos fenicios y griegos tuvieron en los habitantes de la península ibérica de hace 2.500 años. Turdetanos, bastetanos, contestanos, oretanos … Un conjunto de pueblos mediterráneos que trabajaron las tierras de Cataluña, el valle del Ebro, Valencia, el Sudeste y la Alta y Baja Andalucía.
En medio de este amplio espacio geográfico, los campos de la hoy provincia de Albacete ocuparon un lugar imprescindible de paso entre la Meseta, el Levante y el Sur. Aquí sembraron cereales, pastorearon y fortificaron sus oppida o poblados en las alturas de Minateda, Peñarrubia, Lezuza, Jorquera, Peñas de San Pedro, Caudete o Nerpio. Por acá, cazaron a caballo, moldearon sus falcatas en los yunques, guerrearon y en las noches gélidas, las madres contaron los poemas épicos a sus hijos. Durante siglos mantuvieron sus costumbres. Pero tras la Segunda Guerra Púnica entre romanos y cartagineses, sucumbieron lentamente en el proceso de romanización. La memoria de los íberos quedó enterrada hasta que el Cerro de los Santos comenzó a hablar con su voz de piedra labrada, en los trazos de su cerámica, con su escritura aún indescifrable.
Un enigma aún latente Rubí Sanz cuenta que “Albacete, junto con Jaén, Alicante, Murcia y Valencia, era el núcleo fundamental del mundo ibérico”. De hecho, en su tesis publicada en 1997 por el Instituto de Estudios Albacetenses, quien fuera directora del Museo Arqueológico Nacional catalogó en cerca de 100 los yacimientos de este periodo histórico en las tierras de la hoy provincia de Albacete.
Una presencia intensa que han estudiado y siguen investigando muchos profesionales a lo largo de este este siglo y medio. Desde Pierre París, pasando por Samuel de los Santos, García Bellido y más recientemente, Teresa Chapa o Susana González Reyero, quien desde el Consejo Superior de Investigaciones Científicas trabaja en un proyecto que aborda la ocupación del territorio mediante novedosa tecnología arqueológica de última generación.
Aún queda mucho por saber. Hace más de cien años, cuando la escritora Emilia Pardo Bazán miró a los ojos de la Dama de Elche, quedó impresionada y dejó escrito: “Alma moderna, vive cautiva en aquella escultura de ignota fecha, de ignorado autor”. Hace apenas unas semanas, otra mujer pionera, Nieves Sánchez, hija del primer director del Museo de Albacete, falleció con 100 años, después de una vida entera dedicada a las excavaciones arqueológicas y al museo.
La actual directora de la galería albaceteña ha querido recordarla como ejemplo de cuantas personas se vieron atrapados por el enigma latente de la historia y han dedicado su existencia a saciar la curiosidad, a conservar el patrimonio y a contarlo a los demás.
“El Museo de Albacete es hoy una institución moderna que recoge la memoria de las culturas que poblaron su solar, y compagina esa exhibición ordenada con una voluntad de espacio dinámico y abierto, educador y espejo del devenir de su territorio”, escribieron Sanz y Gamo. Y por este camino transitan.
La muestra '150 años con los Íberos' está además arropada de un ciclo de 12 conferencias de alta calidad que cada martes llenan el salón de actos. Por aquí están hablando profesionales como Carmen Aranegui, Héctor Uroz o Manuel Bendala, procedentes de distintas universidades españolas donde se sigue pensando en los íberos o los ibêros.
El debate entre los expertos continúa. La historia siempre es provisional y esa es su grandeza. Con cada hallazgo se plantea una nueva pregunta. Esta gran exposición, quizá una de las mejores de los últimos años, no nos dará una solución definitiva. Al contrario, cuando atravesemos el umbral del tiempo, tendremos más curiosidad y eso es lo que importa. Querer saber más. Entender por qué las raíces íberas son parte de nosotros mismos.