Poco antes de la Guerra Civil, en junio de 1936 se vivió la última maderada desde el Alto Tajo hasta Aranjuez. Más de ocho décadas han pasado desde que se celebró la última travesía de un oficio que trasladaba la “mejor madera” río abajo. La declaración de la fiesta que recuerda a estos trabajadores en agosto como Bien de Interés Cultural ofrece a la memoria de los gancheros una nueva protección, para evitar que caiga en el olvido. Pero, ¿fue un oficio tan romántico como quiso plasmar José Luis Sampedro, y luego Luis García Berlanga en 'El río que nos lleva?
José Luis Lindo es el cronista oficial de Aranjuez y el autor de 'Maderadas y gancheros', un manual editado en 2008 que recorre la historia del oficio. “No fue para nada romántico como se plantea en las películas. La realidad es que fue un oficio difícil y muy poco agradecido”, recalca en conversación con elDiarioclm.es. Recuerda, además, que las maderadas empezaron para construir las distintas residencias reales en Aranjuez, en la época de Felipe II. “Querían la mejor madera, y esta lo era”. Se trajo, primero, para la construcción del Palacio Real de Aranjuez, y luego se siguieron construyendo todas las dependencias que atañían a la corona. “Hablamos, incluso, hasta de las puertas de Toledo”, resalta.
Incluso, más allá, hasta la localidad Villamayor, donde se guardaban las bufalas y los napolitanos que producían la leche con la que hacer mozarella. “La madera sirvió incluso para el artesonado de las casas de aquella zona”. Madera muy viajada, transportada por miles de hombres, verdaderos ejércitos que convertían el río en una “laguna de madera”. “Una cosa fue lo que escribió José Luis Sampedro, muy amigo mío. Otra, la que realmente ocurrió”, afirma Lindo, que lamenta que estas narraciones han podido “desvirtuar” la historia tras el oficio. “Jamás fue una mujer a una maderada”, recalca.
Y es que se trataba de un oficio de hombres, que podían llegar hasta los tres mil, divididos en tres partes. Se encargaban los primeros de construir los adobos que se hacían para evitar las dificultades del río, para que la madera pudiese circular. Luego venían quienes hacían que la madera circulase como “balas” y luego quienes se encargaban de desmontar todas las estructuras creadas para mover los troncos. La primera maderada se celebró en 1561, y la madera bajaba por el río ya trabajada para llegar a construir el Palacio Real de Aranjuez. “Eran 450 vigas, de las mejores, con un cuño que mostraba que era madera del rey”.
La última maderada se celebró en junio de 1936, cuando llegó un millón de metros cúbicos de madera, afirma. “Una laguna de madera”, señala. Después, ya se utilizaron los camiones que quedaron tras el conflicto, que bajaban la madera más rápido desde Guadalajara. Luego el oficio también dejó de poder realizarse debido a la construcción de las grandes presas de Entrepeñas, Buendía y Bolarque. “Nacen por la necesidad de Felipe II, en realidad”, recalca Lindo.
Los gancheros venían de todas partes de España, eran prácticamente nómades. Pero Lindo destaca tres zonas en las que eran “los más sabios”, los que “no perdían ni un palo”. Los de Priego, los de Chelva (en Valencia) y también quienes venían de la Sierra del Segura. “Podían llegar a subir incluso desde Jaén, subían verdaderos ejércitos a participar en las maderadas, que podían llegar a ser tres o cuatro al año”, recalca Lindo. Los hombres, que tenían distintos oficios, abandonaban sus labores tradicionales, porque lo que recibían por el transporte de las maderas podía llegar a triplicar el sueldo del campo.
“Sólo comían carne cuando se celebraba el Corpus”, advierte el cronista, que recalca que los de Priego son los gancheros “más aguerridos”. Lindo celebra la declaración de BIC porque “debemos recordar nuestras tradiciones”. “El oficio del ganchero es también la riqueza que nos dan los bosques”, afirma. Sin embargo, reivindica que se debe recordar la historia completa, no sólo lo que ha dejado el imaginario popular por las fiestas que se celebran en agosto. “Los festejos están muy bien, pero la historia no ha sido esa”, señala, porque los gancheros eran gente de campo que pasaba “muchas penurias”, frío y humedad trabajando en el río.
Muchos curiosos se congregaban en las orillas para ver el paso de la maderada en los distintos pueblos ribereños, recalca el documento de declaración de BIC. “Los gancheros no eran ajenos a la expectación que suscitaban y exhibían con orgullo su pericia. La panorámica que ofrecían era impresionante: una multitud de gancheros, operarios, mayorales, mozos de mulas y peones ¬siempre en movimiento a lo largo del rio”. Además, se recalca que “toda la comarca” hizo de la madera y su transporte una forma de vida. “Y, aún más, una forma de ser”, debido a la organización que requerían las maderadas.
El oficio, recalca el acuerdo del Consejo de Gobierno, se ha ido transmitiendo a las nuevas generaciones de manera oral en el seno familiar. “Los conocimientos inherentes al oficio se han transmitido generacionalmente”, explica, y muchos de los participantes en la fiesta de los gancheros son de padres gancheros, y recrean con orgullo el oficio de sus progenitores, aunque ya no es el suyo, y transmiten estos conocimientos a sus hijos como portadores de la tradición que son. “Todo ello crea un sentimiento de unidad y fortalece los lazos de pertenencia a la comunidad, al territorio y al paisaje”. Además, hay monumentos que recuerdan al oficio en Poveda de la Sierra, Priego y Cuenca
La declaración de Bien de Interés Cultural supone también 'deberes' para la ciudadanía en general, y en particular para las distintas administraciones. De este modo, se señala que se deberá fomentar e impulsar medidas que favorezcan la promoción, divulgación, conservación y dinamización de Los Gancheros del Alto Tajo. De este modo, se pretende impulsar la pervivencia de esta manifestación cultural, así como tutelar la conservación de sus valores tradicionales y su transmisión a las generaciones futuras. En el acuerdo de Gobierno se señala también que se deberá dotar de recursos al “Museo de la Madera y los Gancheros” de Puente de Vadillos (Cañizares) y que se creará también una plataforma digital para difundir “todos sus contenidos”.
Igualmente, se plantea la creación de un Centro de Interpretación de la fiesta ganchera, que esté dotado de un fondo fotográfico y audiovisual sobre los gancheros, gracias a la grabación de las fiestas. “Se debe sensibilizar a la ciudadanía respecto de la importancia de la cultura tradicional y popular como elemento de la identidad cultural. Para que se tome conciencia del valor de esta cultura y de la necesidad de conservarla, es esencial proceder a una amplia difusión de los elementos que constituyen ese patrimonio cultural”, recalca el documento.
Igualmente, el acuerdo de Gobierno establece que debe haber un desarrollo de la investigación científica de la actividad de los gancheros a través del tiempo, incidiendo para ello en la recuperación de documentaciones que se encuentren en archivos, estudios etnográficos en la zona y de investigación histórica. Estos archivos serán digitalizados. “Sería conveniente el estudio y elaboración de un plan de salvaguarda de patrimonio cultural inmaterial específico de comarcas despobladas, como medida para afrontar el reto demográfico de la despoblación, señalan igualmente.
También se propone el desarrollo de registros orales de memoria a personas mayores que puedan facilitar datos del pasado relativos a dicha manifestación cultural y facilitar la intercomunicación entre las distintas comunidades españolas que presentan actividades asociadas a esta, tanto en la zona como con el resto de España, para propiciar el intercambio y la colaboración, incluso fuera del país.