Durante la pasada Cumbre del Clima de París, muchos titulares de la prensa mundial apuntaron a la consolidación de la técnica humana consistente en modificar las condiciones climáticas y meteorológicas para paliar las consecuencias del cambio climático. Se trata de la denominada geoingeniería. O lo que es lo mismo, provocar mediante elementos químicos que llueva o que no llueva mediante la actuación directa en las nubes y la atmósfera. Sobre esta práctica y sus variantes se ha referido esta semana el climatólogo y geógrafo toledano Jonathan Gómez Cantero en una conferencia en la Universidad de Castilla-La Mancha.
Este experto ha relatado a eldiarioclm.es las distintas técnicas que componen esta acción humana, que van desde el ‘bombardeo’ de las nubes con yoduro de plata hasta la colocación de sulfatos en la estratosfera para que no incidan los rayos solares. Y es en esta cuestión donde surge la polémica: “hasta dónde puede llegar la perversión humana de manipular la naturaleza y si verdaderamente es ético”.
La cuestión es relevante porque no todos los activistas y expertos contra el cambio climático están en contra de esta técnica. Según Gómez Cantero, para un amplio sector, la geoingenería se empieza a postular como una alternativa, un “arma silenciosa” de algunos países.
¿Se altera el ciclo de la propia naturaleza? “Completamente”, afirma el climatólogo, pero es importante tener en cuenta que se altera “como dirían algunos, a nuestro favor”. De hecho, pone como ejemplo del hecho que esta técnica pudiera usarse en Castilla-La Mancha para paliar un periodo continuado de sequía en la cabecera del Tajo. El problema sería, añade, que eso repercutiría a favor de la región, pero no de otras comunidades autónomas.
El problema fundamental es el “descontrol” en la normativa para regular estas prácticas. “No se puede hacer sin más pero es un fenómeno muy poco controlado”. Es más, hay tanto “desconocimiento y desinformación” sobre el tema, que se ha llegado a asociar estas prácticas a la teoría “conspiranoica” de los denominados ‘Chentrails’, centrada en las estelas de condensación que dejan los aviones en capas muy frías. Tal comparación, según el experto, es “un auténtico disparate y un sinsentido”.
La puesta en práctica
Gómez Cantero es de hecho un profundo detractor de la geoingeniería desde el punto de vista ético y medioambiental, pero no niega que pueda tener consecuencias positivas contra el cambio climático. Cuenta algunos ejemplos prácticos: tras el desastre nuclear de Chernobyil, el Gobierno ruso envió aviones hacia la zona para bombardear las nubes, de forma que la lluvia radiactiva no llegase a la ciudad.
También Estados Unidos en plena guerra de Vietnam, bombardeó nubes en pleno fenómeno del monzón para anegar los campos vietnamitas; y en los Juegos Olímpicos de Pekín, el Gobierno chino utilizó la misma técnica durante dos semanas antes de la inauguración antes para evitar que lloviera durante los fuegos artificiales. El climatólogo también apunta que el Canal de Isabel II ha estado haciendo prácticas con yoduro y bromuro de plata en la Sierra de Guadarrama para provocar nevadas.
Finalmente, aunque admite que el impacto de la geoingeniería en la atmósfera dura muy poco, insiste en que es necesario solucionar el cambio climático con “medidas estructurales” centradas en la reducción de emisiones, en formas alternativas de energía o incluso en el cambio de la forma de vida. “Esta técnica nos deja en manos de algo artificial y es lo último que deberíamos plantearnos”.