Un trabajo reciente, en el que han colaborado investigadores del departamento de Parasitología de la Universidad de Granada (UGR), ha descrito la presencia de huevos de helmintos (gusanos parásitos) en coprolitos (heces fósiles) del Yacimiento Paleontológico de Las Hoyas, de una antigüedad de entre 126 y 129 millones de años, en Cuenca.
La investigación ha sido liderada por la Unidad de Paleontología y el Centro para la Integración en Paleobiología de la Universidad Autónoma de Madrid, que ha detallado que estos resultados permiten “corroborar que las relaciones parásito-huésped tienen millones de años de antigüedad” y cómo han ido co-evolucionando tanto los parásitos como los diferentes huéspedes a lo largo del tiempo.
Los coprolitos son heces fosilizadas de animales que pueden aportar mucha información sobre los antiguos ecosistemas, no sólo sobre las relaciones depredador-presa (esto es, quién se comía a quién), sino también sobre otro tipo de relaciones menos conocidas: las interacciones parásito-huésped.
“Los parásitos generalmente necesitan de diferentes huéspedes para poder completar su ciclo biológico, siendo estos en ocasiones muy específicos”, han explicado los autores de este trabajo. El hecho de encontrar huevos de parásitos en los coprolitos nos da pistas sobre las relaciones tróficas de los animales que vivían en Las Hoyas: “en función del tipo de parásito que encontremos y su estadio biológico, podemos establecer con precisión el posible productor del coprolito, así como las posibles presas del mismo”, han agregado.
En el caso de los platelmintos (parásitos con forma de gusano), los investigadores encontraron la clase “trematoda”, la de un tipo de parásitos que necesitan varios hospedadores intermediarios para poder completar su ciclo biológico.
“Para los trematodes, el primer hospedador tiene que ser necesariamente un molusco, por ejemplo un caracol, y en este caso” y para este tipo “necesita un segundo huésped intermedio (generalmente un pez), aunque también puede ser un crustáceo”.
“El huésped definitivo del parásito se infecta cuando ingiere al pez/crustáceo donde se ha desarrollado la metacercaria del parásito (uno de los estadios de su ciclo biológico), alcanzando la madurez en el sistema digestivo del huésped definitivo, que pueden ser animales como reptiles, aves, mamíferos (incluidos los humanos, actualmente) o peces de mayor tamaño”, han descrito los autores, entre los que se encuentra Antonio Osuna Carrillo de Albornoz, catedrático del departamento de Parasitología de la UGR y director de Instituto Universitario de Biotecnología.
“Es en el huésped definitivo donde el parásito llega a adulto y depositará los huevos, que serán expulsados en las heces de este, comenzando de nuevo el ciclo biológico de este tipo de parásitos”. En el caso de Las Hoyas, se ha encontrado un huevo de trematodo en un coprolito atribuido a un pez (probablemente un pez teleósteo adulto o un amiiforme), hallándose en el yacimiento restos fósiles de los huéspedes intermedios (caracoles, crustáceos, y peces de menor tamaño).
De hecho, el coprolito donde se encontró este huevo exhibe restos de crustáceos en su interior, lo cual es coherente con el ciclo de vida de los parásitos trematodos anteriormente mencionado. El productor del coprolito ingeriría en su dieta crustáceos infectados con la larva del parásito, y una vez adultos, produjo los huevos que hoy encontramos en el coprolito.
Los gonorynchiformes son parientes cercanos de los siluriformes (ambos pertenecen al superorden de los ostariofisiarios), lo que sugiere que los gonorynchiformes de Las Hoyas podrían haber tenido un papel relevante en el ciclo de vida de estos parásitos, actuando como huéspedes de los trematodos de este antiguo ecosistema.
“Este es sólo un ejemplo de toda la información que se puede extraer de este tipo de investigaciones. En el estudio evaluamos también el ciclo de vida de dos nematodos, que pertenece al género anisakis, cuyos huevos fueron encontrados en el coprolito que el trematodo, y en otro coprolito atribuido a un reptil, probablemente un cocodrilo”, han concluido los investigadores.