Durante los últimos días, un grupo de arqueólogos ha guardado un secreto. El año pasado, cuando comenzaron la excavación en Higueruela (Albacete), ya intuían que algo grande escondía esta tierra despoblada y manchada solo por las sombras de los molinos del parque eólico que rodea el yacimiento.
Imaginaban que según avanzaran los trabajos en la alquería, las pruebas irían confirmando que aquel no era un lugar cualquiera. Así que cuando llegó septiembre de este año, decidieron raspar la piel de ese espacio donde asomaban las fauces de unas grandes piedras.
Hace solo mil años, un grupo humano llegó hasta acá y aquí decidieron quedarse. Un paraje lluvioso y a resguardo de los vientos, un lugar de tránsito hacia las medinas y con muy buenos pastos donde criar las ovejas que dieran la mejor lana. En las ciudades fortificadas, la vida temblaba a otro ritmo. Los herreros, los artesanos, los ceramistas; en el zoco competían manufacturas y voces. Desde los baños, los gobernantes dominaban a la sociedad y en aquellas horas de agua cálida, acordaban los tributos que cobrar a los campesinos.
En aquel tiempo, el Califato Omeya había conseguido unificar el territorio de al-Ándalus, pero su capital, Córdoba, se tambaleaba de continuo en intrigas. Unas conspiraciones que quedaban muy apartadas para las familias que aquí, en La Graja, comenzaron a sobrevivir. Lejos de castillos y enredos de poder, la existencia consistía en sembrar cereales, vid, posiblemente, olivos; pastorear el ganado y conseguir agua. Aunque no solo a la subsistencia dedicaban su tiempo. La vida espiritual ocupó un gran lugar para los habitantes de esta aldea.
José Luis Simón, codirector del Proyecto Alquerías, cuenta para nuestros lectores que “en Arqueología, entre lo que uno supone y lo que uno demuestra, hay un largo trecho”. Después de retirar kilos y kilos de tierra, han podido constatar el descubrimiento de la primera mezquita rural de Castilla-La Mancha y el primer edificio de esta tipología en Albacete. Un hallazgo muy significativo que cambia la historia de la comunidad autónoma y que abre un camino al conocimiento profundo de las comunidades campesinas islámicas del siglo XI en esta región.
Primera mezquita rural
Cuando los pobladores de La Graja comenzaron a construir la mezquita, la península ibérica era un enorme tablero de ajedrez en el que musulmanes y cristianos se disputaban el terreno como si fueran las casillas del juego. Hacia finales del siglo X, cuando los vecinos de esta alquería levantaban el templo por Alá, en nuestro país partido en reinos, otras dos religiones coexistían con el islam.
Más allá de al-Ándalus, judíos y cristianos rezaban a otro dios. Tal vez el dios de las tres religiones siempre ha sido el mismo, pero entonces la fe era un argumento más para la frontera. Los primeros habitantes de La Graja edificaron una mezquita para que hasta 35 personas pudieran compartir la oración.
Eligieron un lugar céntrico y elevado. Como era habitual, orientaron la quibla al sureste, en dirección hacia La Meca, y allí se postraban, frente al mihrab, ese nicho sagrado donde dirigir los rezos. Los arqueólogos aún no han podido excavar en su entorno, sin embargo, la prospección superficial revela que existió un patio cercado y quizá, bajo él, los enterramientos. El futuro dirá.
En octubre de 2020, ya informábamos en ElDiarioclm.es de los inicios de este ilusionante proyecto arqueológico que en 2021 se ha consolidado definitivamente. La presencia de un edificio para la práctica religiosa en una aldea rural indica la importante implantación de al-Ándalus en el interior de la península ibérica. “Hasta ahora, el conocimiento de la ocupación estaba sobre todo ceñido a la ciudad de Toledo y a algunos yacimientos como Vascos o en la zona de Ciudad Real; desde luego, en Albacete se tenía muy poca noticia de estas comunidades”, explica Simón, arqueólogo del Instituto de Estudios Albacetenses.
Otro de los codirectores de este proyecto, Pedro Jiménez, técnico superior de la Escuela de Estudios Árabes de Granada del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, comenta que el olfato de Simón ha sido determinante en este hallazgo.
Lo cierto es que a la intuición y experiencia se suma un trabajo de más de quince años estudiando asentamientos musulmanes en la provincia. Jiménez y Simón se habían pateado Albacete en busca de estas señales. Finalmente, optaron por excavar en Higueruela. La labor de estos historiadores se ha visto reflejada en varios artículos y en breve, publicado por el IEA, aparecerá un libro que recoge toda la información conocida hasta el momento. La historia siempre está dispuesta a ser reescrita y este grupo de profesionales están decididos a trazar un relato más completo de la España musulmana. Un colectivo joven, conformado por expertos procedentes de lugares como Valladolid, Alicante, Granada, Extremadura y por supuesto, Albacete.
El equipo se ha empleado estas semanas con emoción y esfuerzo, mientras retiraban piedras, barrían con cuidado y el botijo volaba de mano en mano. Desde el Instituto de Estudios Albacetenses 'Don Juan Manuel', organismo dependiente de la Diputación Provincial de Albacete, se impulsó hace dos años este proyecto cuando cualquier profano que paseara por el yacimiento solo hubiera apreciado un puñado de rocas desperdigadas.
Como explicó a este diario su director, Antonio Selva, la arqueología sirve como motor de desarrollo para los pueblos y así se está demostrando en Higueruela, donde incluso se han generado dos puestos de trabajo durante la excavación. La institución científica ha apoyado en plena pandemia hasta once trabajos arqueológicos en Albacete. El que nos ocupa se ha desarrollado entre los meses de septiembre y octubre. Para su financiación y desarrollo también ha sido imprescindible la participación de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y el Ayuntamiento de Higueruela, así como la colaboración de la Fundación Iberdrola. En esta segunda temporada, además del excepcional hallazgo de la mezquita, ha aparecido un silo para almacenar el grano y materiales muy relevantes.
Un mensaje por desvelar
Aparte de un dedal de bronce o una llave, los arqueólogos han encontrado un fragmento de cerámica con escritura árabe. Nos lo muestra el tercer codirector del proyecto, José María Moreno, de la Universidad de Alicante.
Un pedazo del pasado que añade un dato más a un momento, el final del siglo X, de despegue demográfico y crecimiento económico. La paz omeya se había impuesto en al-Ándalus y las ciudades crecían en población. Para satisfacer tantos estómagos, se comenzaron a colonizar tierras hasta ahora baldías. Así es como aquel grupo de personas, tal vez liderados por un señor, se instalaron en La Graja de Higueruela. Y desde el comienzo, pensaron la alquería con una estructura urbana y con las labores agrícolas y ganaderas bien definidas.
Ahora, el equipo del Proyecto Alquerías aún tiene incógnitas por resolver, como el mensaje que se ha conservado en la cerámica. Entre tanto, quedan las certezas. En aquel entonces, tal y como demostró el equipo en el laboratorio, la alquería estaba poblada de pinos. Hoy, el trabajo de los profesionales prosigue para aportar nuevos rasgos y además lo está haciendo con mimbres vanguardistas. Según afirma Pedro Jiménez, “la investigación que estamos desarrollando es una investigación de frontera, una investigación pionera en el marco de la arqueología andalusí, de la arqueología medieval española en general, dado que al-Ándalus siempre se había asociado en el mundo rural con el regadío, con las grandes huertas del levante y pequeñas huertas de montaña, y se pensaba que apenas existía, que no estaba explotado el mundo del secano, del campo y también de la ganadería. Estamos estudiando un panorama completamente nuevo”.
Desde el año 1000, el paisaje ha cambiado mucho, quizá no tanto el ser humano. La acidez del suelo ha permitido conservar muy bien el metal y la cerámica, pero no ha tenido piedad con los restos orgánicos. Aun así, el resultado del trabajo está siendo excepcional. Los historiadores están desvelando cómo vivían aquellas comunidades rurales que nunca aparecen en los libros. Más allá de la genial contribución al Patrimonio Cultural de Castilla-La Mancha, el Proyecto Alquerías narra la verdad de un tiempo, el siglo XI, y la realidad de un grupo humano que fue capaz de sobrevivir lejos de torreones y palacios. Agricultores y ganaderos que sin embargo, apenas un siglo después, tuvieron que huir de su aldea cuando Toledo fue conquistada por Alfonso VI en 1085. Estas llanuras de frontera se volvieron inestables y peligrosas y sus moradores marcharon a ciudades como Almansa o Chinchilla.
Acá dejaron los cimientos de su obra y la memoria de aquellos días. Después del abandono, quedó el silencio de siglos y un enigma que ahora comienza a ser ciencia que moldea nuestra historia.