“Esto es Molina de Aragón, no Dinamarca. Aquí somos muy fiesteros. La gente, la de aquí y los que vienen de vacaciones, está acostumbrada a salir a cenar y tomar una copa tarde. Y las terrazas son fundamentales para sobrevivir en invierno”. Así de contundente se expresa Manolo Pérez, propietario desde hace 26 años del pub Metrópoli de Molina de Aragón. Tras muchos años de ‘paz’ con el Ayuntamiento, este año la normativa municipal aprobada recientemente le va a obligar a reducir el tamaño de su terraza: menos mesas, menos sillas y cambio forzoso del mobiliario para adaptarlo a una población que es conjunto histórico-artístico. En definitiva, menos caja y menos negocio.
Su ejemplo ilustra la situación que atraviesa el sector de la hostelería en Molina. La capital del Señorío es una población de poco más de 3.000 habitantes que ejerce de centro comercial, económico y social de una amplia comarca al este de la provincia de Guadalajara. Molina es lugar obligado de paso y de parada para los miles de ciudadanos que llenan en verano los mismos pueblos que en invierno languidecen de soledad. “Si para cualquier bar de Madrid o Barcelona la terraza es importante, para nosotros es una tabla de salvación. Hay apenas 90 días hábiles de trabajo al año. Todo lo que sea poner trabas a la hostelería es empobrecer a Molina”, destaca otro propietario hostelero, que prefiere no desvelar su identidad.
En este contexto hay que entender la polvareda que ha levantado en Molina, una ciudad apacible en la que nunca parece pasar nada, la reciente ordenanza sobre terrazas. El Ayuntamiento molinés sacó adelante esta normativa el 11 de abril en un Pleno extraordinario, gracias a los votos del Partido Popular, Molina se Mueve (la marca de Podemos en la capital molinesa) e Izquierda Unida. El PSOE se abstuvo y el grupo de Independientes por Molina votó en contra.
Esta insólita alianza de la izquierda y la derecha molinesa no es nueva. El PP, que no dispone de mayoría absoluta, gobierna en Molina de Aragón gracias al respaldo prestado por Izquierda Unida. De ahí que en este municipio tampoco haya extrañado demasiado la entente formada por formaciones políticas, en principio, con ideologías y modelos urbanos sensiblemente diferentes. Montse Lacalle, concejal de Molina Se Mueve (MSM), explica a eldiarioclm.es las razones por las que su grupo apoyó esta normativa: “Creemos que es una ordenanza satisfactoria que pretende ser igual para todos los hosteleros. Poder abrir las terrazas durante todo el año es una oportunidad de negocio para los establecimientos de la ciudad”.
Al margen de lo que argumente cada formación política, algo que ha molestado mucho a los empresarios del gremio ha sido la precipitación del ayuntamiento para sacar adelante la norma. “Reconozco que ha habido falta de diálogo y comunicación con el sector. Es difícil contentar a todos, pero nuestro grupo está abierto a hablar y llegar a acuerdos con los hosteleros. Apoyaremos, por ejemplo, que se dé más tiempo para cambiar el mobiliario, sin olvidar claro que la ordenanza se dirige a todos, también a los vecinos que no pueden dormir por la noche”, remacha Lacalle.
Sin acuerdo en horarios y mobiliario
La ordenanza regula, por ejemplo, el horario de cierre de las terrazas, uno de los asuntos que ha provocado mayor controversia entre los propietarios de los establecimientos. De este modo, queda restringido durante los días laborables a medianoche y los viernes, sábados, festivos y vísperas de festivos a la 1,30 horas de la madrugada, lo que en principio perjudica especialmente a los locales de ocio nocturno.
Con respecto a la modificación de la estética del mobiliario de las terrazas, que tiene como finalidad preservar la imagen turística de la ciudad, sobre todo en el casco antiguo, la norma unifica el material y el color de las sillas y las mesas que será, más o menos estricto, en función de si la terraza está situada en el centro histórico o en el ensanche de la ciudad. Además se prohíbe la difusión de motivos publicitarios en las sillas de las terrazas en el casco histórico. En este sentido, la polémica en el sector ha venido suscitada por el elevado coste que supone cambiar este mobiliario y el estrecho margen dado por el ayuntamiento de un año.
Otro tema que perjudica a la facturación de estos negocios hosteleros tiene que ver con la superficie que pueden ocupar las terrazas, limitada con carácter general a un máximo de 10 metros de largo por 4 metros de profundidad, sin considerar las peculiaridades de las fachadas de los más de veinte locales que, en la actualidad funcionan en la capital del Señorío.
La protesta de los hosteleros es unánime a la hora de rechazar la ordenanza, si bien algunos comparten parte de su contenido. Básicamente, piden que se amplíe el horario de las terrazas tanto en los días laborables como en fines de semana y vísperas de festivos. Y que se amplíe el plazo para la renovación del mobiliario, en concreto, las sillas y las mesas, cuyo diseño pretende homogeneizar el Ayuntamiento de Molina en aras de potenciar el embellecimiento del casco urbano y, especialmente, del centro histórico de una de las poblaciones más visitadas de la provincia de Guadalajara.
“No ha habido diálogo. Hasta ahora, el Ayuntamiento se ha negado a sentarse a hablar con los hosteleros y esto es lo que ha sentado muy mal en el gremio. Las formas son importantes. Nosotros entendemos parte de las razones del Ayuntamiento y no entramos en las posiciones de cada partido. Lo que queremos es que nos dejen hacer nuestro trabajo y que si tenemos que hacer algún cambio, que se haga por consenso y avisando con la suficiente antelación”, explica Manolo Pérez, que es uno de los principales implicados en la protesta llevada a cabo por los hosteleros molineses.
El horario del cierre de las terrazas es particularmente delicado para los locales de ocio nocturno. “No puedo cerrar tan pronto en verano, no tiene ningún sentido, y que no me digan que puedo abrir la terraza todo el año porque esto es Molina y los inviernos son los que son”, añade Pérez, quien no obstante recalca la disposición a “negociar y buscar soluciones” por parte de este colectivo.
Desde el grupo socialista, el concejal Francisco Javier Montes destaca la falta de diálogo entre el equipo de gobierno, los hosteleros y los vecinos afectados: “Todo es una cuestión de voluntad política. Nuestro grupo ha mantenido contacto con los hosteleros para conocer sus necesidades antes de aprobar la ordenanza y, por ello, hemos propuesto al Pleno ampliar el horario de las terrazas en verano, los días laborables hasta las 1,30 horas y el resto de días festivos hasta las 3,30 horas”, subraya Montes en declaraciones a eldiarioclm.es. Otra de las recomendaciones aportadas por este partido, en aras de apoyar al sector durante el periodo estival es “permitir a los locales, que cuenten con autorización, sacar aparatos a las terrazas en verano. Hemos de facilitar la actividad de los hosteleros en horarios y mobiliario”, puntualiza Montes.
Falta diálogo
Precisamente, el cambio de mobiliario no se trata de una cuestión baladí. El Consistorio molinés exige sillas de mimbre y con un material determinado que podría elevar el coste de una silla de terraza a más de 140 euros. “Algunos han podido cambiarlas por su cuenta. Otros directamente han tenido que renunciar a abrir terraza este verano o hacerlo más tarde de lo previsto. Si el Ayuntamiento hubiera avisado con tiempo nos hubiera dado tiempo a negociar este material con las casas y marcas de cervezas y refrescos. Pero no. Han preferido imponerlo”, indica uno de los hosteleros afectado.
Todo este enfado cuajó el 1 de mayo, en pleno puente, cuando la totalidad de bares, restaurantes y locales de ocio de Molina echaron el cierre en señal de protesta por lo que consideran un abuso de la normativa municipal. Y ello incluido locales históricos como la Marisquería Rafa y otros restaurantes conocidos en la capital de la Tierra de Molina como La Ribera o Manlia. “El Ayuntamiento hubiera podido evitar el cierre de establecimientos, que es algo insólito aquí, si se hubiera mostrado más abierto al diálogo”, subraya el dueño del pub Metrópoli.
El PP no se ha pronunciado sobre este asunto públicamente. Quien sí lo ha hecho es Molina Se Mueve, a través de un comunicado en Facebook en el que clarifica su postura conciliadora y achaca la falta de entendimiento entre las partes por un “cúmulo de errores” en el envío y recepción de cartas. “Nos ha dolido el parón del primero de mayo. No queremos perjudicar más a los hosteleros. Debemos llegar a un equilibrio”, apostilla Lacalle, edil de este grupo. En las filas socialistas creen que “la huelga no debería haber sucedido en ningún caso porque tendría que haber habido ya un acuerdo entre las partes. Se dio una imagen de ciudad bastante penosa y no podemos obviar que el turismo es el gran baluarte de Molina”, afirma Montes.
De momento, la masiva movilización del sector de la restauración en Molina ya ha producido sus primeros efectos. Los hosteleros confirmaron a este digital que el ayuntamiento confirmó su disposición a reunirse con el sector en los próximos días tras la huelga de 1 de mayo. “Si se hubiera dado antes este paso, se habría que evitado que muchos negocios perdieran mucho dinero durante el paro”, apostilla Manuel Pérez.