Almiruete, pedanía de Tamajón (Guadalajara), vuelve este año a cumplir con la tradición de despertar del letargo invernal con la celebración de su Carnaval. Este año, las lluvias y la nieve caídas desde primeros de año favorecen un gran entorno para la misteriosa aparición, por algún lugar del pueblo que nadie sabe, de los demonimados ‘botargas’, hombres disfrazados con máscaras. Este sábado se vuelve a poner de largo la recuperación de esta costumbre ancestral, que se remonta a más de diez siglos, y que se celebra de 1985.
Muchas son las curiosidades que rodean la celebración del Carnaval, pero quizá la que más llama la atención son las máscaras de los botargas, hechas a mano con numerosos materiales, pero generalmente sobre una base de cartón. Un buen ejemplo de ellas se puede admirar en el Museo de las Botargas y las Mascaritas de Almiruete, en plena ruta de la Arquitectura Negra de Guadalajara.
“Desde finales de verano, los almiruetenses pensamos en cómo y con qué fabricar nuestras máscaras, haciendo acopio de materiales, como raíces, palos, huesos de animales, pelo, o lo que a cada uno se le ocurre. Con esos elementos, siempre preferentemente naturales, hacemos la composición que a cada uno mejor nos parece”, explica Miguel Mata, delegado del Ayuntamiento en Almiruete y uno de los responsables de la recuperación de la tradición, en 1985. Para confeccionar cada máscara, los botargas tardan dos semanas.
Este sábado al menos una veintena de botargas se reúnen en un lugar secreto, que sólo ellos y quienes les ayudan a vestirse conocen de antemano. Suele ser un lugar alejado del caserío, como alguna antigua taina para el ganado o algún refugio de pastor. Su indumentaria y el calzado son muy concretos. Calzón y camisa blancos, abarcas en los pies, y una sarta de cencerros ensartados previamente en su cuerda de cáñamo de doce milímetros, a la cintura, sin olvidar la faja, el gorro blanco y el garrote.
Sobre las 16.00 horas suena el cuerno de toro para anunciar la inminente llegada de los botargas a las calles de Almiruete. Aparecen entonces, procedentes de la montaña, por ese lugar indeterminado. Antes de entrar en el caserío se cubren la cara con la máscara o careta, para no ser reconocidos por nadie mientras dura el ritual.
Tras su entrada, desfilan por las calles de acuerdo con un recorrido establecido al que darán dos vueltas, siempre en sentido contrario al de las agujas del reloj, igual que lo hacen las borrascas invernales. En la segunda, recogen a las mascaritas, versión femenina de los botargas -este año serán al menos quince-, que visten un atuendo completamente diferente. Una vez juntos y emparejados, dan dos vueltas más al pueblo. En la última, los botargas recogen las pelusas, de una planta especial que han recolectado previamente, y las mascaritas hacen lo propio con el confeti para soltar al viento, como buena nueva y augurio de la ya incipiente primavera.
Ya en la plaza de Almiruete, botargas y mascaritas se descubren la cara y, tras ofrecer un trago de vino en bota a la concurrencia, dan comienzo a las carreras tras aquel que consiga robársela, hasta darle alcance. Además de botargas y mascaritas, este año está anunciada la presencia también de otros tres personajes del carnaval: el oso, la vaquilla y el domador.
Una de las interpretaciones que le dan los almiruetenses a su fiesta de carnaval es que se trata de un aviso sobre la necesidad de despertar del letargo invernal, porque llega la primavera. La naturaleza se reinventa y comienzan a prosperar los sembrados, de los que dependen las futuras cosechas. Por otro lado, dicen que la fealdad de las máscaras y el ruido de los cencerros ahuyentan los malos espíritus, que podían afectar negativamente el desarrollo de la vida cotidiana de personas y animales. Además, hay quien ve en ello un homenaje al oficio y vida de los pastores.
Ante la masiva afluencia de público que acude a presenciar el carnaval, que crece año tras año, la organización, con la que colabora el Ayuntamiento de Tamajón, tiene prevista la presencia de decenas de voluntarios para garantizar el flujo de personas y vehículos, habilitando rutas alternativas para evitar aglomeraciones.