Cuando se produce un incendio forestal, la información sobre la afección del fuego suele referirse al número de hectáreas que han ardido, el tipo de bosque, vegetación o terreno que es devorado por las llamas o las posibles consecuencias que puede tener en viviendas si llega a zonas urbanas, así como los obligados desalojos que han producirse. Sin embargo, a pesar de la transparencia informativa en los apartados mencionados en este tipo de situaciones, no se habla y no se ofrecen datos sobre el número de animales afectados.
Así ocurrió este pasado verano tras el incendio que se originó en el término municipal de Almorox (Toledo) y que extendió durante once días a otros municipios de la Comunidad de Madrid como Cenicientos o Cadalso. Según las protectoras y los voluntarios que estuvieron participando en labores de rescate, la cifra de animales domésticos, silvestres o de especies protegidas que fallecieron a causa del fuego superó el millar de víctimas.
Entre las más de 3.000 hectáreas que ardieron entre esos días de junio y julio, se encontraban establos, granjas y otras instalaciones con diversas especies animales, en una zona característica también por su actividad ganadera e industrial. A los profesionales implicados en las labores de extinción del fuego y de rescate, se sumaron centenares de voluntarios de distintos puntos de Castilla-La Mancha, que contabilizaron por miles los animales heridos en todo el territorio afectado.
Según nos contaba David, uno de estos voluntarios que consiguieron salvar a unos 2.000 animales, se distribuyeron en equipos de trabajo con largas jornadas de trabajo para intentar rescatar al mayor número de animales. “En el caso de los grandes, al no poder transportarlos, les abrimos las puertas para facilitarles que huyan del fuego. En el caso de animales que podíamos transportar, los echamos a nuestros coches y los llevamos a la plaza del pueblo de Cadalso”, señalaba.
Protocolo de actuación
La labor no es desde luego una tarea sencilla. Destacaba el voluntario la cooperación con los bomberos o la Unidad Militar de Emergencias (UME), quienes les informaban de los lugares en los que había animales y hacían de retén para que pudieran sacar a los animales con¡ agentes de la Guardia Civil. No obstante, lamentaba al mismo tiempo las dificultades que tuvieron para acceder a algunas fincas o terrenos de los que muchos animales no pudieron escapas de las llamas.
“Durante las batidas hemos atravesado caminos que literalmente eran cementerios de animales”, aseguraba el voluntario. “En un kilómetro habría 300 cadáveres. Me parece muy bien que se hable de las hectáreas calcinadas pero, ¿cuántos conejos, zorros, jabalíes, venados… viven en esas hectáreas?”, se cuestionaba David. En este sentido, reclamaban la puesta en marcha de un protocolo de actuación para evacuar a los animales, así como la posibilidad de poder entrar en granjas, fincas o viviendas afectadas por el fuego para poder cuantificar también el impacto de estas catástrofes.
Las redes sociales se llenaron durante estos días de mensaje solicitando ayuda para poder rescatar a los animales afectados. Nos contaba también Rocío Puche, veterinaria y terapeuta natural, “la impotencia” que sentían de “no poder acceder a la zona boscosa” donde sabían que permanecían “numerosos animales silvestres como jabalíes, zorros, corzos o ciervos”. “Muchos han muerto aunque sabemos que algunas protectoras se la jugaron con el fuego a 500 metros, rompiendo vallas y sacando animales en el intento de salvarlos”, apuntó.
Se daba la circunstancia, explicaba la veterinaria, que muchos de los animales que consiguieron liberar no contaban con chips identificativos que permitieran la devolución a su dueño. “Hay muchos vecinos que nos lo agradecen y elogian la labor de que se hayan abierto las puertas a los animales pero otros se han enfadado porque no lo encuentran. Si no los sacamos hubieran ardido”, señalaba sobre la paradoja que causó también su labor en este incendio.
El incendio de Toledo y “la angustia” en el Centro de Acogida de San Bernando
El sofoco y el desasosiego con estas situaciones se vivió también días antes en la ciudad de Toledo, que registró en el mes de junio el incendio forestal “más grave” de su historia. El pasado 29 de junio, tras el fuego que se originó en la zona de Montesión y San Bernardo, medio centenar de perros tuvieron que ser evacuados de urgencia del Centro de Acogida San Bernardo, la protectora de animales de Toledo.
Tal y como nos explicaba José Antonio Catalán, uno de los voluntarios de la Asociación Protectora de Animales (APA) de San Bernardo, todo ocurrió “muy rápido”. La Policía municipal pidió sacar a los animales “en diez minutos” ante la cercanía de las llamas -a unos 200 metros de las instalaciones-, que no llegaron finalmente a afectar a la protectora pero que sí generaron “tensión”, tanto en los animales como en los voluntarios que se encargaron de sacar a todos los canes para llevarlos a La Peraleda.
Decenas de toledanos se acercaron para colaborar o incluso acoger a los animales temporalmente en sus hogares. Esta ola de solidaridad de la ciudadanía de Toledo generó que se llevaran a cabo alrededor de una docena de adopciones, según indicaba José Antonio Catalán, que apuntaba que era “una suerte” que se llevaran a cabo adopciones: “Sabemos que es muy complicado. Tenemos todo tipo de animales y los más grandes y mayores es difícil que los adopten”, agregó.
Las trágicas situaciones que se vivieron en la provincia de Toledo con estos dos incendios mostraron también una ola de solidaridad para colaborar con el rescate de animales o, como en este último caso, para ayudar en todo lo que pudieran necesitar los perros que tuvieron que ser desalojados del centro de acogida de San Bernardo.