Media vida lleva, literalmente, el arqueólogo Héctor Uroz trabajando en el yacimiento de Libisosa, en Lezuza (Albacete). El enclave arqueológico ha cobrado especial importancia pública después de la repercusión de sus últimas publicaciones científicas. “Nos alegra mucho que la noticia venga a raiz de la publicación científica y no tanto del descubrimiento. Así se entiende mejor cómo funciona la investigación arqueológica”, explica Uroz, quien es profesor de Historia Antigua de la Universidad de Murcia. Y es que destaca que desde el proyecto Libisosa se viene trabajado siempre de manera “muy transparente y transversal”, últimamente “casi retransmitiendo las excavaciones en directo”, pero que se trata de un mecanismo de divulgación supeditado a la investigación científica.
Dos son descubrimientos recientes que han tenido un espacio muy importante en la divulgación: el de un armamento y unas monedas encontradas en el yacimiento. Cada uno con sus excepcionales cualidades y repercusiones en lo que es, finalmente, el objetivo del trabajo que se lleva a cabo en la pequeña localidad de Lezuza. “La investigación arqueológica promueve un desarrollo perenne, que va renovando el patrimonio cada vez que se interviene”, reflexiona Uroz. Pero en Libisosa se lleva trabajando desde finales de los años 90', porque se trata de un yacimiento “excepcional”.
Una ciudad antigua en pausa
Excepcional es una palabra que se utiliza mucho a la hora de hablar de Libisosa. “La fase ibérica final se ha conservado de forma absolutamente inusual, tanto en sus estrucutras como en el contenido de sus edificios. La zona sufrió una destrucción precipitada, instantánea y se generó un efecto sepultura, lo que en arqueología llamamos contexto cerrado. De repente, se acabó la vida del poblado hasta que un día, más de 2.000 años después, descubrimos con metodología científica esta destrucción”, explica Uroz.
Estas cualidades hacen de Libisosa un arma de “gran importancia”, al ser “muy llamativa y espectacular”. Y todo lo que ofrece el yacimiento es la posibilidad de “renovar el patrimonio” y “renovar las fuentes” con las que se ha ido escribiendo la historia. “Cada trabajo de investigación nos da más documentación para poder escribir esta historia, para poder mirar por esa mirilla al pasado antiguo y tener la oportunidad de asomarnos al pasado”, señala el arqueólogo.
Se trata, eso sí, de frutos después de décadas de trabajo, junto a los mejores especialistas que se han unido a un proyecto en el que intervienen numerosas instituciones, desde el Ayuntamiento de Lezuza hasta la Universidad de Murcia, pasando por la Diputación provincial de Albacete, la Junta de Comunidades, la Universidad de Alicante y también algunas entidades privadas que han apoyado el proyecto puntualmente.“Queremos que el resultado de las investigaciones sea el mejor en la ciencia histórica, la arqueología y la interdisciplinariedad”, recalca Uroz, por lo que la colaboración es “fundamental”.
Los objetos que hablan de un momento
La importancia de los últimos descubrimientos yace no sólo en cuántas monedas o armas se han encontrado -“aunque, evidentemente, el volumen y su estado de conservación es importantísimo”-, sino en lo que pueden contar de lo que fue la vida en Libisosa, hace miles de años. “Lo importante no es un objeto, porque el objeto fuera de contexto no tiene valor y lo necesita para darnos la información”, explica el profesional. “Las encontramos en un momento de la historia congelado, pero para poder obtener información global necesitamos microestudios, de las armas, las monedas, la cerámica o los objetos rituales, como hemos venido haciendo”, asegura.
Las armas encontradas, descubrimiento que se publicó en diciembre de 2020, hablan de la destrucción del poblado, pero también de “los últimos coletazos” de las aristocracias del pueblo ibérico, después de la conquista de Roma y la segunda Guerra Púnica. “Los poblados indígenas que no fueron destruidos se mantuvieron en un acuerdo con Roma, según el cual mantenían su independencia, por así decirlo, política, pero a cambio tenían que pagar tributo por sus tierras”, relata Héctor, que explica que este modo de vida y el proceso de autorromanización se refleja en distintos hábitos que han dejado huellas materiales, como el de las ánforas que llegaban de Italia con vino para la clase aristrocrática y sus clientelas, y con cuyo consumo se cohesionaban entre sí y diferenciaban del resto.
“Se exalta el pasado heroico ibérico para decir 'yo también tengo mi legitimidad aristocrática'. ¿Qué nos dicen estas armas u otros objetos relacionados con el ejército? Que posiblemente en el poblado se había llevado a cabo la práctica de 'aloje un soldado romano en casa' fuera de la época de guerra. Nos habla de una presencia puntual, pero recurrente, del ejército romano en el poblado”, explica Uroz. El armamento, en “excelente estado de conservación”, demuestra también la delgada línea que separa la identificación cultural entre lo ibero y lo romano tanto en los siglos II antes de Cristo como a principios del I a.C. “El repertorio de armas de Libisosa se convierte, por derecho propio, en uno de los más importantes de la Península Ibérica para el periodo republicano avanzado, entre las guerras celtibéricas y las sertorianas”, explican Fernando Quesada y Uroz, en la publicación científica.
Las monedas que no son un “tesorillo”
El conjunto de monedas encontrado en el yacimiento no es lo que se llama un “tesorillo”, que suele ser lo que se encuentra en grandes acumulaciones, monedas ocultas en periodo de guerra o inestabilidad, para que luego se recoja en otro momento. “Pero en Libisosa lo que encontramos son monedas que quedaron fosilizadas dentro de la destrucción instantánea de la localidad y que estarían guardadas en una estancia muy pequeña. Se llevaron todas las monedas de golpe y se les cayeron algunas por el camino y fue lo que encontramos”, explica Uroz, quien ha llevado a cabo su estudio junto a la especialista en Numismática Alicia Arévalo.
En definitiva, los descubrimientos de Libisosa no sólo son útiles para el conocimiento de esta zona, sino para ver cómo funcionó la época ibérica final y republicana, especialmente en lo que se refiere a las armas. “Son momentos de transición muy eclécticos que son muy interesantes”, asegura el arqueólogo.
El impulso local
El yacimiento no sólo funciona como una mirilla para ver el pasado, sino que también funciona como un pilar de desarrollo “fundamental”. “No entendemos la arqueología, en este tipo de contextos de la España interior, como algo que no sea un motor de desarrollo económico”, asegura Héctor Uroz. Actualmente, son ocho las personas trabajando en el yacimiento en tareas de restauración, en un Plan de Empleo municipal, pero, pese a que mucha gente del pueblo ha trabajado en las excavaciones todos estos años, es “difícil” cuantificar el valor de todo lo que ha aportado la Arqueología a la comarca y al pueblo. “Además, está el prestigio que ha traído a Lezuza, que, si seguimos en esta línea, quedará para siempre. Porque siempre va a ser el lugar en el que se enclava este maravilloso yacimiento”, concluye Uroz.