Los libros arden mal

Toda historia surge de una chispa que enciende la imaginación. María Zaragoza supo hace cinco años que en 1939 el régimen franquista había quemado libros en el patio de la antigua Universidad Central. Nació entonces una idea que se ha materializado en un libro, 'La biblioteca de fuego'.

Hace unas semanas, su novela recibió el Premio Azorín y el volumen, editado por Planeta, ya está disponible para aquellos que quieran adentrarse en las peripecias de Tina, una mujer que “siempre quiso ser bibliotecaria”. La autora castellanomanchega detalla para elDiarioclm.es algunas claves de su novela.

Desde un pueblo de Ciudad Real, “Tina se va a estudiar a Madrid en 1930. Allí se hace amiga de Veva y juntas descubren las tertulias de los cafés, el mundo de los cabarés y una sociedad secreta llamada la Biblioteca Invisible, que se dedica a rescatar para el futuro los libros condenados y censurados. En 1936, estalla una Guerra Civil que va a dar mucho más sentido a ese rescate. Además, Tina trabaja en la Biblioteca Nacional ya para entonces, por lo que participará también en las labores de salvamento del patrimonio artístico y bibliográfico. La novela acaba en 1939, cuando estas obras rescatadas vuelven de Ginebra con la amenaza de una Segunda Guerra Mundial sobrevolando Europa. Es una historia de amor, de amistad entre mujeres, de pasión por la cultura y por esos locos que la ponen por delante de sus propias vidas en tiempos inhumanos”, explica María Zaragoza. 

Para componer este relato, la escritora ha pasado cinco años de escritura, reescritura, documentación, correcciones. “Parecía que nunca iba a terminarla y, como era importante para mí sembrar algo que pudiera generar el interés por los bibliotecarios que participaron en las labores de salvamento del patrimonio durante la guerra y que tan olvidados han sido, tener el apoyo de un premio como este es de una relevancia indescriptible. Ojalá sirva para generar interés en sus historias”, afirma la creadora.

María Zaragoza ya ha contado un buen puñado de historias. Ha publicado más de una docena de libros entre novela, cuentos, prosa poética, guiones y teatro radiofónico. En este último género, consiguió el Premio de Guion Radiofónico Margarita Xirgu, otorgado por RNE, por su obra 'Un candidato para el fin del mundo'. En su amplia carrera ha sido reconocida, entre otros, con prestigiosos certámenes como el Ateneo Joven de Sevilla, Ciudad de Valladolid o la Beca de Creación Literaria de Castilla-La Mancha en 2010. Además, se ha formado en la Fundación Antonio Gala y pertenece al colectivo artístico 'Hijos de Mary Shelley', fundado por Fernando Marías. El escritor aún está muy presente en la memoria de María Zaragoza. A él dedica 'La biblioteca de fuego'. Recuerda su amiga: “hablar de Fernando me duele más, porque ha fallecido recientemente y no me hago a la idea. Probablemente una de las personas más amables, dispuestas y divertidas que han existido”.

La vocación literaria le viene de pequeña a María Zaragoza. Con siete años u ocho años, hacía versiones alternativas usando los personajes de Fernando Lalana, “incluso los dibujaba terriblemente, menos mal que lo de pintar lo abandoné pronto”, bromea. Ensayaba historias que se aproximaban más al 'fan fiction'. Y añade, “luego me di cuenta que podía crear algo nuevo de la nada, y eso me pareció mucho más interesante”.

En aquella infancia de Campo de Criptana, comenzó a forjarse su instinto creador. Comenta María: “Es un lugar en que todo el mundo es creativo a su manera y, más importante, todo el mundo apoya la creación del otro. Esto ha forjado mi carácter y, por supuesto, se refleja en lo que escribo aunque no sea siempre de forma evidente”.

Siempre hace guiños a su tierra. Cuando recibió el premio en Alicante, hace unas semanas, lo dedicó a las mujeres de su casa. “Las mujeres que siempre me han rodeado son asertivas, decididas, dispuestas a hacer lo que haya que hacer y a no dejarse vencer por el miedo, con buen corazón, honestas, con un sentido del humor absoluto, inasequibles al desaliento. No sé si novelescas, pero sí ejemplares”, asevera orgullosa. Y posiblemente, de esta pasta está hecha Tina, la protagonista de su último libro. María habla sobre ella: “Una mujer normal que jamás se había tomado a sí misma por una heroína, pero a la que ese fuego transforma de una vez y para siempre. Una persona pequeña que acaba haciendo algo grande e importante que jamás había imaginado. Mientras escribía, sin embargo, me di cuenta de que en realidad Tina se transforma durante toda la historia, pero no lo sabe: el fuego lo único que hace es fijar esos cambios como algo importante, ese instante en que uno es consciente de su transformación”.

La escritora les coge mucho cariño a los personajes, “incluso a los que tiene mal corazón”, puntualiza. Como creadora, María Zaragoza se define como “ecléctica, curiosa, aventurera; me gusta sorprender, emocionar, esconder detalles en todos los libros que pudieran dar lugar a segundas lecturas”. Dice que construye sus novelas como si estuviera montando un reloj en vez de un libro.

“Es maravilloso cuando consigo que todo encaje y dé la hora”, explica. Para que todo cuadre, hay que currárselo mucho. “Dedicar tu vida a algo creativo conlleva mucho trabajo que no lleva aparentemente a ningún sitio; muchos proyectos fracasan o simplemente no salen”, describe con realismo. Detrás siempre hay cientos de borradores, libros completos en el cajón y sonoros fracasos.

E indica, si sirve como consejo para aspirantes a las mieles literarias, que hay que “saber gestionar la frustración porque hay innumerables cosas que pueden salir mal. Incluso que un día no tengas nada más que contar, y hay que saber vivir con esa idea”.

Pero hoy es día de celebración. 'La biblioteca de fuego' comienza a llegar a las librerías de toda España. La historia de Tina; la historia de nuestro país en un tiempo tan convulso; la historia de aquellas mujeres invisibles ya aguarda a sus lectores. Compartimos un párrafo de la novela seleccionado por su autora: “La visión de aquellos libros antiguos entre los rescoldos de una hoguera me cegaba. Cuando recuperé la consciencia de mis actos, estaba inclinada entre las cenizas, buscando tomos supervivientes del holocausto. Por suerte, los libros arden mal, y me hice con dos ejemplares casi incólumes que guardé dentro del abrigo de entretiempo. Los apreté contra mi cuerpo como si fueran el tesoro más grande del mundo. Ni siquiera miré los títulos: lo importante era salvar algo de la destrucción”.

Los nazis quemaron libros en Berlín, en 1933. Pinochet, en Chile, en 1973. La dictadura argentina, en 1976. Y 1939, los franquistas en Madrid, pero el fuego nunca podrá quemar el impulso creador y el recuerdo de los que se arriesgaron

La cultura salva. Quizá no tanto como un saco de arroz, pero alivia. María Zaragoza es una mujer sin prejuicios. No censura nada, “simplemente no consumo lo que no me interesa” y suma una opinión más: “No creo que sea incompatible ver Sálvame con leer un buen libro. No creo que haya incompatibilidad entre Proust y el Real Madrid”. Y ante una penúltima pregunta, reflexiona: “Vivimos en una sociedad patriarcal, y eso es algo que debemos aceptar para percatarnos de que está absolutamente integrada en nosotros hasta el punto de que todo trabaja para que las cosas conseguidas por el feminismo se malogren. El mundo trabaja en contra del feminismo y a favor de su división. Esto es así por una simple razón: no se asume que somos la mitad de la humanidad, y por lo tanto no se nos trata en consecuencia. No termina de asumirse la universalidad de nuestras creaciones por ello, por ejemplo, y en general se considera nuestras reclamaciones como si fueran las de una minoría —ojo, a las que también hay que tener en cuenta—, cuando no es así. Hay algo paternalista y terrible en considerar a la mujer minoritaria, poco se reflexiona sobre ello. Ojalá rememos en la dirección de asumir, con todas las consecuencias, que las mujeres somos la mitad, sin más, y que como tal deberíamos contar”.

Los nazis quemaron libros en la plaza de la Ópera de Berlín, en 1933. Pinochet, en Chile, en 1973. La dictadura argentina, en 1976. Y en mayo de 1939, los franquistas en Madrid. Así daba la noticia el diario 'Arriba', con evidente vanagloria: “Con esta quema de libros también contribuimos al edificio de la España Una, Grande y Libre. Condenamos al fuego a los libros separatistas, liberales, marxistas, a los de la leyenda negra, anticatólicos, a los del romanticismo enfermizo, a los pesimistas, a los del modernismo extravagante, a los cursis, a los cobardes seudo-científicos, a los textos malos, a los periódicos chabacanos”. La intolerancia ha campado a sus anchas a lo largo de la historia. Sin embargo, el fuego nunca podrá quemar las ideas, el impulso creador y el recuerdo de aquellas personas que, en medio del terror y la intransigencia, se arriesgaron. La lumbre jamás pudo con el conocimiento. María Zaragoza ha rescatado de las llamas aquella memoria y ahora, solo nos queda leer.