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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Francis Underwood, el Maquiavelo del siglo XXI

Las series se están convirtiendo en un verdadero fenómeno y la ficción política está alcanzado gran relevancia. Líderes como Obama confiesan sus series favoritas, una de ellas ‘House of Cards’, o también Pablo Iglesias, regalando ‘Juego de Tronos’ a Felipe VI. Incluso la Reina Letizia tiene como favorita la danesa ‘Borgen’. Con el tiempo habrá analizar todas ellas pero en esta entrada hablaré de uno de los estandartes de la cadena Netflix, ‘House of Cards’.

Creada por Beau Willimon y producida entre otros por el director David Fincher (‘Seven’, ‘Alien’, ‘La red social’ o ‘Perdida’) es una nueva adaptación de la novela homónima  de Michael Dobbs, como ya haría la cadena BBC en 1990. El cineasta dirigió los dos primeros episodios, como haría Scorsese en ‘Boardwalk Empire’, con el fin de marcar el camino a seguir. Las diferencias con la miniserie británica son la duración y un sistema político diferente.

El congresista Francis Underwood (Kevin Spacey) tiene grabado a fuego en su mente el dicho ‘el fin justifica los medios’ y su mujer Claire (Robin Wright) será su fiel compañera para llegar a la cima del poder. Sus métodos serán engañar, embaucar, manipular, traicionar y jugar con las personas sin importar los cadáveres que dejan a lo largo del camino.

Si algo puede definir a Francis es su siguiente cita: “El dinero puede ser una gran mansión en Sarasota que empieza a derrumbarse en 10 años. El poder es una sólida construcción de piedra que perdura por siglos”. Underwood es un hombre pragmático además de ser ambicioso, hipócrita, vengativo y con una insaciable sed de poder. Con unos orígenes humildes y la anhelada muerte de un padre por considerarlo un verdadero inútil. Se forjó una brillante carrera llena de honor y lealtad pero también con pequeños atisbos de rebeldía. Aunque lo que interesa es cómo este animal político escala peldaño a peldaño, dejando muchos cadáveres en el camino hasta lograr ocupar cargos de gran importancia. Él es un hombre de Estado con pleno conocimiento de las bambalinas o cloacas del Estado, que usa todo y a todos para lograr lo que se propone. Un personaje malvado por naturaleza que no lo intenta ocultar, y de todas formas nos atrae y nos seduce, aún sabiendo que no existe prácticamente nada bueno en el. Al fin y al cabo nosotros somos sus confidentes, nos cuenta sus secretos y nos hace cómplices de alguna manera. Underwood mira a los ojos del público, se rompe lo que se denomina la cuarta pared, haciéndonos partícipes de sus planes. Así, en pocas palabras, a Frank Underwood se le podría definir como el Maquiavelo del S.XXI, donde el espectador es un invitado de lujo.

Pero, ¿sería lo mismo Francis sin Claire Underwood? Seguramente no. Ella es el complemento perfecto. Ante nosotros tenemos una mujer inteligente, fuerte, con ambiciones y muy masculinizada. Es decir, tenemos un personaje con características atribuidas normalmente a una figura masculina, apartando a un lado el modelo más tipificado de mujer. Sus objetivos son los mismos que los de Francis y su nivel de maldad se podría decir que es el mismo. Ahora, para mí, la diferencia es que ella en alguna parte de sus pensamientos sabe que está haciendo daño a causa del juego. Solo queda preguntarse quién es peor de los dos.

El matrimonio establecido por los Underwood, es un modelo contemporáneo, formado por dos cónyuges con una dilatada carrera profesional y un mismo nivel de poder dentro de la pareja. Mantienen una relación pragmática, casi comercial, anteponiendo sus vidas laborales a la clásica y anticuada definición matrimonial. No dudo que se amen, pero siempre teniendo en cuenta esa relación de necesidad mutua para lograr sus objetivos. El día que no se necesiten, ya veremos.

‘House of Cards’ es una gran partida de ajedrez en un gran tablero con un estratega que busca destruir a cada uno de sus enemigos. Los tejemanejes políticos, como en otras series (‘Wolf Hall’, ‘The West Wing’ o ‘Borgen’), se realizan en los pasillos y en las pequeñas habitaciones de los recintos políticos, convirtiéndonos en pequeños ‘voyeurs’. Pero también salimos al exterior acompañando a Francis en la intimidad de su hogar, a su restaurante favorito, a un campamento de guerra, etc. Establecemos una amistad muy íntima con el protagonista, siendo testigos de cómo la erótica del poder y la ambición lo contamina todo.

En España, más que nunca, esta visión escabrosa de la política coincide con el clima de desazón social por culpa de la corrupción. Así se encuentra una versión estereotipada del político como un ser sin alma y sin prejuicios. El personaje de Frank Underwood sería una mezcla entre psicópata y sociópata. Cierto que en general la ficción puede caer en un maniqueísmo extremo y dejar de existir grises en la narración. Aunque la propuesta de ‘House of Cards’ es muy clara y en parte coincide con uno de los mensajes de ‘The Wire’: los ciudadanos se encuentran ante un juego que de antemano está amañado por políticos y grandes corporaciones. Ahora, en la de Baltimore la narración tenía muchos más claroscuros en cuanto a personajes y tramas.

El papel de la prensa como perro guardián es otra de las facetas de ‘ House of Cards’, aunque el protagonismo de la misma se va diluyendo a lo largo de las temporadas. El personaje de Zoe Barnes (Kate Mara) encarna la particular ‘garganta profunda’ de Frank Underwood, que ayudará al congresista a filtrar las informaciones que más le interesan en pos de controlar a la prensa. Durante todo el relato, a través de varios personajes, el periodismo ha estado presente pero siempre un paso por detrás del poder, y ha faltado para mí algo más de complejidad en este actor.

Dentro de que es una ficción política, se le ha criticado que a veces ‘House of Cards’ puede pecar de poco creíble, pero no estoy de acuerdo, ya que guarda su pacto de verosimilitud desde el minuto uno, aunque a veces Kevin Spacey se desmelena demasiado. Pero sin duda es una buena serie política con un buen guion lleno de intriga, traiciones políticas, fricciones entre políticos y grandes corporaciones, filtraciones a la prensa y sobre todo el dibujo de un gran Dr. Hannibal de la política.

En un apartado técnico exquisito digno de este gran drama, la serie tiñe nuestras pantallas de un tono sombrío y oscuro acorde con el personaje. Incluso las escenas de sexo llegan a ser bastante truculentas.

Actualmente estamos en la tercera temporada y quizás es la más floja de las tres, en parte por la pérdida de frescura. Lo interesante del relato es cómo se divierte Frank para conseguir el poder y en esta última pierde esta gracia. Aunque vendrá Claire Underwood al rescate mostrando que es un personaje en mayúscula y regalando capítulos que pueden estar entre los cinco mejores. Ahora, habrá que esperar pacientemente a la cuarta entrega de ‘House of Cards’. En España podéis ver la serie a través de Yomvi (3ª temporada) y Wuaki.tv (1ª y 2ª temporada de momento).

‘House of Cards’ es muy recomendable para todos aquellos fans de la política y sus entresijos, pero también para ese público exigente al que le gusta disfrutar de un buen drama.

Las series se están convirtiendo en un verdadero fenómeno y la ficción política está alcanzado gran relevancia. Líderes como Obama confiesan sus series favoritas, una de ellas ‘House of Cards’, o también Pablo Iglesias, regalando ‘Juego de Tronos’ a Felipe VI. Incluso la Reina Letizia tiene como favorita la danesa ‘Borgen’. Con el tiempo habrá analizar todas ellas pero en esta entrada hablaré de uno de los estandartes de la cadena Netflix, ‘House of Cards’.

Creada por Beau Willimon y producida entre otros por el director David Fincher (‘Seven’, ‘Alien’, ‘La red social’ o ‘Perdida’) es una nueva adaptación de la novela homónima  de Michael Dobbs, como ya haría la cadena BBC en 1990. El cineasta dirigió los dos primeros episodios, como haría Scorsese en ‘Boardwalk Empire’, con el fin de marcar el camino a seguir. Las diferencias con la miniserie británica son la duración y un sistema político diferente.