La violencia de género más preocupante “es la que acaba en muertes entre la población adulta”. Hasta llegar a este punto los hombres asesinos, las mujeres víctimas, y el conjunto de la sociedad, atraviesa numerosas etapas educativas. El machismo se aprende desde la niñez hasta la madurez y eso lo saben bien sociólogas como Concha Carrasco Carpio, investigadora en la Universidad de Alcalá (UAH) y directora de la Cátedra de Investigación Isabel Muñoz Caravaca, puesta en marcha por la universidad y el Instituto de la Mujer de Castilla-La Mancha.
Con el objetivo de participar en la erradicación de un machismo ligado a nuestra cultura, y que puede llegar a matar, la Cátedra ha realizado este año el estudio ‘La igualdad de género entre adolescentes en Castilla-la Mancha’. El documento recoge el resultado de una encuesta realizada a un total de 1.840 jóvenes de la región, de 3º y 4º de la ESO, de 60 centros educativos, rurales y urbanos.
“El 50% de los adolescentes considera que la sociedad es machista”, explica Carrasco junto a quien repasamos una investigación que pone el foco en el dónde y el cómo del sexismo. Y es que, los adolescentes “no dejan de ser parte de la sociedad: recibiendo influencias e influyendo ellos y ellas en la sociedad”. Tal y como comenta la socióloga, la población joven “es una pequeña muestra de lo que pueden ser los adolescentes del presente y del futuro porque son el reflejo de los adultos de la sociedad en la que vivimos hoy en día”.
La buena noticia de este sector de nuestra región es que la violencia machista que ejercen los chicos contra sus parejas representa “casos aislados”. Sin embargo, las violencias a las que someten a sus novias son mucho más difíciles de identificar.
“Uno de los aspectos más importantes en la población adolescente son los mitos del amor romántico que se puede manifestar de muchas maneras: el mito de la media naranja; creer que estamos predestinados para una única persona o la pasión eterna; o creer que las mariposas en el estómago las vamos a tener toda la vida”. Estas creencias alimentan “los muchos prejuicios y estereotipos” que tienen los y las jóvenes.
“El que más nos ha preocupado es el mito de los celos”, añade Carrasco. “Los chicos creen que siguen siendo una herramienta de demostración de amor a la pareja”. De hecho, algo más del 20% de los chicos encuestados comparten esta creencia que en realidad es “un mecanismo de dominación”.
Según la investigadora, entre las chicas este machismo está más identificado pero la mayoría idealiza el amor compartiendo creencias como que “el amor es ciego o que la pasión dura para siempre”. “El 54% de los chicos piensan que es verdadero que la pasión debería durar siempre” mientras que esta cifra asciende hasta el 60% entre las chicas.
El sexismo como denominador común de distintas opiniones políticas o religiosas
El equipo de la UAH que ha elaborado el estudio ‘La igualdad de género entre adolescentes en Castilla-la Mancha’ ha tenido en cuenta cómo las variables sociodemográficas, religiosas y políticas influyen en el grado de machismo de los más jóvenes y su resultado también es característico: “no todos los que tienen un pensamiento religioso son machistas, y al contrario, no hay una correspondencia entre el 50% que se considera machista con tendencias políticas a la izquierda o a la derecha”.
Entre estas variables, tal y como subraya Carrasco, también se ha tenido en cuenta el visionado de pornografía y el resultado también es similar: tanto los jóvenes que ven mucho porno como aquellos que ven poco son igual de machistas. Según el estudio, esta realidad puede responder a que la pornografía está “centrada en una masculinidad tóxica responsable de la violencia contra las mujeres”.
La población adolescente “no necesita unas políticas específicas” para frenar sus conductas machistas
Según la directora de la Cátedra Isabel Muñoz Caravaca, el machismo entre los jóvenes no es tan preocupante como en otros grupos poblacionales porque puede erradicarse con más facilidad. “El ambiente donde se encuentran es de más fácil acceso porque están dentro de un proceso educativo”. Y es que, los jóvenes se encuentran dentro de un sistema sobre el que se pueden poner en marcha políticas de igualdad de género. “Las políticas que hay que realizar tienen que ser tan transversales, tan englobadoras y en todas las edades del ser humano” que la población adolescente no “necesita unas políticas específicas”.
Por ello, Carrasco anima a instituciones y activistas a tomar medidas en colegios e institutos. “En las etapas de la infancia y a medida que vamos creciendo, los procesos educativos se van encauzando hacia la agresividad de la que hablamos”, es decir, a la que termina ejerciéndose contra las mujeres en general y contra una pareja sentimental en particular.
En este sentido, la investigación de la Cátedra pone de manifiesto “clarísimamente” diferencias entre aquellos centros escolares “que ya habían trabajado la igualdad de género y centros donde todavía está en pañales”. “Se ha visto en los resultados que hay menos machismo, se tiene más cuidado con las redes sociales o hay menos influencia del amor romántico… en centros donde se lleva bastante tiempo trabajando en igualdad”.
“Los programas en igualdad se ven en los centros a través de sus murales, carteles, trabajos, programaciones o conferencias. Esta es la línea a seguir”, añade Carrasco, para reducir el sexismo entre los más jóvenes.
Pero, ¿dónde está la raíz del machismo juvenil?
En esta lucha por la igualdad de género el papel de investigaciones y universidades, como la UAH y su Cátedra Isabel Muñoz Caravaca, es clave para identificar el origen de los machismos y ponerles solución. Según la socióloga, las familias, el profesorado, los grupos de iguales o las redes sociales, “son fundamentales en la formación de estereotipos y de sexismos y de su mantenimiento”. “El grupo de los iguales es uno de los que más influyen pero ya han tenido influencia de su propia familia. Si en su casa se manejan estereotipos, si es a lo que están acostumbrados, es lo que van a hacer”.
Ante esta variedad de fuentes de aprendizaje, Carrasco no duda en confiar en los procesos críticos de los propios jóvenes. “La población adolescente ya está en una edad para” manejar el machismo. “Lo importante es que sean conscientes de esos estereotipos para que los podamos manejar”, es decir, para decidir si perpetuarlos o cambiar.
“Hay muchas familias en las que se reparten las tareas domésticas, por ejemplo, pero cuando les preguntas sobre temas más concretos no te dejas de sorprender porque algunos no estén superados. Por ejemplo, casi un 60% de los adolescentes están de acuerdo con la afirmación de que, nadie como las mujeres, sabe criar a sus hijos”, alerta la investigadora.
Los adolescentes tienen “muchas distorsiones de lo que es la violencia de género y de cómo se manifiesta”
Entre los resultados del estudio liderado por Carrasco, se identifican algunos de los mitos románticos y de los machismos más extendidos entre la población joven. “Se necesita esta difusión para que las personas que se encuentren en una de estas situaciones” puedan darle solución.
“Confías en que los centros educativos deberían darles más publicidad a las herramientas que están al alcance de todos, como los protocolos de prevención de cualquier otra institución”, añade la investigadora. Sin embargo, esta no es la dinámica generalista. Y es que, los chicos y chicas tienen “muchas distorsiones de lo que es la violencia de género y de cómo se manifiesta”.
Por ejemplo, “se cree que en las parejas jóvenes no existe violencia de género y la realidad es que existe y es más frecuente de lo que se piensa”.
Ante este panorama Carrasco lo tiene claro: “es muy importante tener en cuenta estas distorsiones y ponerlas en todas partes para que nos demos cuenta, tanto jóvenes como adultos, y para saber si dentro de su propia carga estereotipada de la sociedad se tienen estas distorsiones sobre la violencia de pareja”.
Además la socióloga no duda en animar a los centros educativos a crear un espacio seguro con una persona de confianza y de referencia donde poder acudir si se sufre algún tipo de violencia machista.