Lisardo Gómez tiene 77 años y vive en el barrio toledano de Santa María de Benquerencia (Polígono) que en los últimos meses se ha convertido en noticia ante la creciente preocupación vecinal por la presencia de 90.000 toneladas de amianto, en forma de vertidos semienterrados.
Fue uno de los casi 200 trabajadores de la desaparecida Ibertubo, una de las empresas de la región que utilizaban fibra de amianto en sus procesos de fabricación. Allí estuvo durante cinco años. “Fui uno de los que la inauguraron. Entré en julio de 1975 y cuando llegué estaban trayendo las máquinas de Italia para montar la fábrica. Yo estaba en el taller de mecánica pero luego tuve que pasar tres años a fabricación y ahora tengo los pulmones jorobados”.
Lisardo era uno de los encargados de “despegar”, nos cuenta, el tubo de fibrocemento (una mezcla de cemento al que, en aquel entonces, se añadía amianto como fibra de refuerzo) de su molde original de acero. “Había tuberías que se quedaban adheridas al molde y eso había que quitarlo con un torno. En ese proceso salía una cantidad de polvo inaguantable para una persona. Pero no sabíamos que eso era peligroso”.
“No teníamos mascarillas y el mono me lo llevaba a lavar a mi casa. Y para su vergüenza, nos hacían revisiones anuales en un camión que venía. A la semana nos decían: estáis todos listos y todos fenómenos”, cuenta.
“Si mi alma hubiera sabido lo que eso traía, me hubiera ido antes de que terminara de montarse”. Lisardo comenzó a trabajar con 14 años, había emigrado a Suiza, siguiendo a un hermano, pero decidió volver a España cuando se abrió la planta de Ibertubo en Toledo. “Fui al matadero”.
Ahora, pide a las administraciones, y en especial a la alcaldesa de Toledo y al presidente regional, Emiliano García- Page “que no se hagan los longuis” y se plantea reclamar sus derechos laborales ante los tribunales porque nunca lo hizo. “Yo ya lo tengo y lo que no quiero es que la vecindad lo sufra. No hablo solo de los mayores, sino de los niños”.
Recuerda que años después de salir de la fábrica recibió una notificación de Sanidad. “Me dijeron que pasara por revisión, que pudiera ser que como había estado en Ibertubo tuviera algo. Enseguida me pusieron medicación y es así como estoy viviendo. A base de tomar esto y lo otro pero no recibo ninguna indemnización”. Solo tiene su pensión de 600 euros.
90.000 toneladas de amianto por retirar
El 24 de octubre de 2005 -se cumplen ahora 11 años- comenzaban los trabajos de retirada de los restos de amianto de la ya cerrada Ibertubo, después de quebrar y de constituirse una comisión liquidadora. Sufi era la empresa encargada de retirarlos, almacenarlos y llevarlos posteriormente a “un vertedero controlado”, según explicaba el Gobierno regional en aquel momento. En una segunda fase se retirarían las acumulaciones de lodos en otra zona de la fábrica y, se explicó, “para evitar cualquier tipo de evacuación al aire se encapsulará la zona de trabajo”. Según los responsables de Sufi eran unas 30.000 toneladas las que debían ser retiradas. Al final fueron 35.000. Eso se terminó y la zona quedó sellada.
Hoy se calcula que en el polígono toledano hay dispersas al menos 90.000 toneladas de amianto, según un reciente informe elaborado por Emgrisa a instancias del Ayuntamiento toledano. ¿De dónde proceden? Lisardo relata cómo los camiones salían de la planta con los restos de fibrocemento “y parecía que iban hacia Aranjuez pero luego subían por vía Tarpeya, se metían por un camino y lo que hay hoy ahí es para temblar. Basta con moverlo con los pies”.
Pero esos camiones a los que alude el ex trabajador no fueron, al parecer, los únicos. Durante años, en los últimos 20, los vecinos dicen haber visto, de forma habitual e ilegal, a otros camiones depositando restos de obras (entre otras cosas) en distintos puntos del polígono, sin procedencia definida. Algunas zonas se convirtieron en escombreras, tanto de amianto como de otras cosas. En la actualidad, todo está mezclado.
Retirar el amianto, urgente: “Vamos cinco años tarde”
El presidente de la Federación Española de Asociaciones de Afectados por el Amianto, Juan Carlos Paúl, denuncia que “el problema sigue estando ahí y es preocupante porque ya son muchos años los que llevan los vecinos expuestos al amianto. Ya vamos cinco años tarde”.
Recuerda que es “un problema de salud pública” que va mucho más allá del ámbito laboral. En Toledo, “no se trata de alarmar, sino de informar”, recalca. También de que las autoridades actúen “ya” de forma preventiva porque las enfermedades vinculadas al amianto -pulmonares- tardan hasta 25 años en aflorar. “El problema es que cuando se manifiesta, ya es tarde”.
“La propia Organización Mundial de la Salud recuerda que ninguna exposición al amianto es segura”. Ni en su fabricación, ahora prohibida, ni en los restos, sobre todo si permanecen a la intemperie. “La vida útil de muchos productos que cuentan con amianto entre sus componentes está llegando a su fin. El cemento pierde sus cualidades y de él se desprenden las fibras de amianto que pasan al aire”.
“¿Merece la pena actuar ahora o esperamos 25 años a ver qué pasa?”, plantea. Reconoce que el proceso de retirada es “costoso” pero recuerda que “hay medidas intermedias”. Aboga, al menos, por una solución “temporal” para evitar la inhalación en Toledo. “Habría que encapsular, bien con hormigón, bien echando tierra por encima… No es definitiva pero ayuda mientras las administraciones se ponen de acuerdo en quién lo paga. ¡Qué hagan algo!”, reclama.
“Lo lamentable es que las administraciones no hayan hecho más que reunirse, echarse la pelota unos a otros… De unos gobiernos a otros… Que se reclame a los propietarios de los terrenos, pero antes hay que actuar de forma preventiva”, insiste.
Reclamaciones judiciales
Por otro lado, explica que ya se está trabajando para que a los afectados se les reconozca como “enfermedad profesional” la relacionada con su paso por Ibertubo para tratar de mejorar su pensión, al margen de otras acciones judiciales. “Se trata de acompañar a los trabajadores que están enfermando o a los que aún no lo saben” porque es fácil confundirla con una pulmonía mal curada o con el consumo del tabaco.
“Hay zonas en España donde los servicios de salud están más habituados y enseguida preguntan dónde se ha trabajado o dónde vive el paciente”. El 70% de quienes se exponen al amianto, explica, tiene enfermedades (benignas o malignas) relacionadas con este material. En todo caso, recomienda un reconocimiento médico a todos quienes hayan trabajado con presencia de amianto. Existe un programa nacional de vigilancia de la salud de estos trabajadores desde el año 2003 y se podría solicitar a través del médico de cabecera.
Desde instancias europeas se trabaja ya por lograr una ‘Europa sin amianto’ en el horizonte de 2028. “Lo primero es hace un mapa de edificios con presencia de amianto”. En opinión de Juan Carlos Paúl “sería tan sencillo” como introducir una casilla en el documento de Inspección Técnica de Edificios.