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Muere José María Ruiz Alonso, investigador toledano de la Guerra Civil y la memoria histórica

Con la insoportable inmisericordia de una muerte inesperada, acaba de fallecer José María Ruiz Alonso. Y eso significa, entre otras muchas cosas, que perdemos a un buen amigo, de amena y enriquecedora conversación en torno a unas cervezas; pero también a uno de los historiadores toledanos que más han contribuido a clarificar nuestro pasado.

En efecto, su obra 'La Guerra Civil en la provincia de Toledo. Utopía, conflicto y poder en el Sur del Tajo (1936-39)', publicada por Almud en 2004, es hoy todo un clásico imprescindible para quien quiera conocer con rigor qué ocurrió exactamente en Toledo y provincia durante uno de los dos o tres episodios más importantes que han jalonado la historia de nuestro país. Y no hay historiador que se precie, se llame Paul Preston ('El holocausto español') o Francisco Espinosa ('La columna de la muerte'), por nombrar a algunos de los más prestigiosos, que no lo cite en sus bibliografías de consulta obligada.

José María Ruiz Alonso solía decir y escribir, en sus tertulias, en sus conferencias o en sus artículos, que el tema de la memoria histórica es el “gran tema” de nuestro país, la profunda herida abierta que aún sigue enturbiando nuestra convivencia y nuestra democracia, y que, mientras no se cierre, la sociedad española no alcanzará los niveles de normalización democrática que todos deseamos. Por eso, no dudó en dedicar buena parte de su labor docente e investigadora precisamente a la recuperación de la memoria histórica.

Hoy nos ha dejado físicamente, y la historiografía reciente de la Guerra Civil pierde con ello una pieza clave. Y más, sabiendo, como sé, que José María no dejaba de recabar datos sobre Toledo y provincia en la Guerra Civil. Estoy seguro de que, de haber vivido un poquito más, hubiera terminado por actualizar los que sacó a la luz en 2004 y que él consideraba un tanto obsoletos.

Pero, aún así, su obra seguirá en pie, y siempre habrá que partir ella para abordar nuevas investigaciones sobre el mismo tema. Y, lo más importante, su recuerdo continuará vivo en quienes tuvimos el honor de conocerlo. Como pervivirá en mí el de la presentación que hizo de mi última novela en la librería Taiga de Toledo. Aquel día, a mediados del último noviembre, José María acudió a la cita aquejado de fuertes dolores de espalda. Podía haber excusado su asistencia, pero él prefirió que le inyectaran antinflamatorios y no escurrir el compromiso con el amigo. Habíamos acordado los dos que no hablara de mí, ni de mis libros; que esbozara el momento histórico en que se ubicaba la trama de la novela. Y eso hizo. Sobreponiéndose al dolor, pero con sabia maestría y ameno didactismo, trazó un certero cuadro de la evacuación del Tesoro Artístico Español hacia Ginebra en el final de la Guerra Civil. Sin duda, fue lo mejor del acto y así lo entendimos quienes tuvimos el placer de escucharlo.

Y como no nos resignamos a que ya no pueda oírnos al menos quien nos ha sido arrebatado por la muerte, pues amigo mío, recibe nuestro más sincero reconocimiento a tu obra y a tu compromiso, y un fuerte abrazo. ¡Hasta siempre, Chema!