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Este martes se cumplen 40 años en los que un grupo de guardias civiles, a las órdenes del teniente coronel Tejero, entró en las Cortes, donde se estaba celebrando un Pleno del Parlamento en el que se iba a designar a Leopoldo Calvo Sotelo como presidente del Gobierno de España ante la dimisión de Adolfo Suárez.
No lo hacían de forma aislada, sino que era una actuación coordinada y dirigida por un grupo de militares y civiles mucho más amplia, que intentaban dar un golpe de Estado para terminar en seco y por la fuerza con el sistema democrático. No lo lograron.
Quienes así actuaron lo hacían desde el pensamiento más profundo de que la libertad y la democracia eran malas en sí mismas y que había que volver al régimen dictatorial que durante cuarenta años nos había gobernado.
Eran franquistas que añoraban el franquismo y la dictadura y odiaban la libertad. Estas y no otras eran las razones que les guiaron, no solo ese 23 de febrero, sino desde el mismo momento en que se inició el proceso democrático tras la muerte de Franco. Nunca aceptaron la libertad y la democracia y todo este tiempo han estado conspirando para terminar con ambas, antes del golpe de Estado y después de este, también.
A los cabecillas militares se les juzgó y se les condenó a diversas penas de cárcel, pero seguro que quedaron muchos, tanto civiles y militares, sin condena porque, aunque estuvieran implicados hasta las cejas, no se investigó lo suficiente para llegar al fondo del asunto. De la trama civil, que seguro que existió, no apareció nadie si salvamos al de siempre, a García Carrés.
Hoy, desde la perspectiva, primero de haber vivido directamente aquel día, y segundo de los 40 años transcurridos desde entonces, creo que no exagero si digo que estoy muy preocupado, porque aquellos que nunca creyeron en la libertad y la democracia están intentando otra vez arrebatárnosla.
Y están fuertes. Nunca han dejado de conspirar, nunca han dejado de actuar. Ahí están esos militares jubilados firmando manifiestos contra la democracia y el gobierno legítimo salido de las urnas, o afirmando que esto se arregla fusilando a 26 millones de españoles; ahí están algunos jueces, como el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, que sin rubor afirma que “con el Partido Comunista en el Gobierno, la democracia esta en solfa” y ahí están partidos de la derecha como el PP y VOX deslegitimando permanentemente al gobierno, creando crispación, odio y confrontación.
Estas derechas no han condenado la dictadura de Franco. Todo lo contrario, el Sr. Abascal por ejemplo afirma, sin rubor, que aquellos años, los de la dictadura, fueron los mejores de nuestra historia y que los añora.
Sí, han pasado 40 años pero aquellos que estuvieron en el golpe y sus herederos siguen ahí, no se han ido; todo lo contrario están aquí y con una idea muy clara: terminar con la libertad y la democracia.
No les demos ni armas ni argumentos. Defendámoslas con firmeza, actuando todos en la misma dirección, especialmente aquellos que tienen la responsabilidad de gobernarnos, con el objetivo y con la idea de que ninguna de nuestras actuaciones las pongan en peligro.
Hagamos que los ciudadanos, todos y todas, vean y entiendan que la libertad y la democracia son sistemas muy delicados, que no se pueden poner en peligro; que el conjunto de las instituciones son instrumentos que debemos cuidar, mimar y defender; que los jóvenes deben conocer de verdad nuestra historia y que la libertad se consiguió con mucho esfuerzo y sacrificio. Que estos años con sus muchos defectos y limitaciones han sido los mejores de nuestra reciente historia.
La libertad y la democracia no tiene alternativa, salvo la dictadura y la tiranía y esta solo beneficia a unos pocos frente a la inmensa mayoría de los ciudadanos.
Este martes se cumplen 40 años en los que un grupo de guardias civiles, a las órdenes del teniente coronel Tejero, entró en las Cortes, donde se estaba celebrando un Pleno del Parlamento en el que se iba a designar a Leopoldo Calvo Sotelo como presidente del Gobierno de España ante la dimisión de Adolfo Suárez.
No lo hacían de forma aislada, sino que era una actuación coordinada y dirigida por un grupo de militares y civiles mucho más amplia, que intentaban dar un golpe de Estado para terminar en seco y por la fuerza con el sistema democrático. No lo lograron.