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Con los agricultores

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Antes de entrar en harina, quiero dejarlo claro: yo estoy con los agricultores y ganaderos. Comprendo sus reivindicaciones. Y me siento orgulloso de la demostración de fuerza, nada habitual en nuestro país, de los últimos días.

Por supuesto que las manifestaciones han de ser pacíficas y respetuosas, y así lo están siendo de manera generalizada. En este contexto, las escenas pintorescas de políticos ultras intentando apropiarse de las reivindicaciones de los agricultores son ridículas y se quedan sólo en una anécdota que no representa al sector agrario.

La mayor parte de los agricultores y ganaderos profesionales de nuestro país son: pequeños y medianos empresarios que defienden la pervivencia de un modelo de agricultura familiar, imprescindible para nuestro medio rural.

Son autónomos, emprendedores rurales que generan empleo en nuestros pueblos. Ellos -y sus trabajadores, los asalariados del campo-, son el primer eslabón de la tan manida cadena agroalimentaria. Merecen -ellos, pero también sus trabajadores- más y mejor atención. Por eso, las decisiones del Gobierno de España de incrementar el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) o la reciente Reforma Laboral son un avance importantísimo, y benefician de forma clara a los trabajadores del campo.

La clase trabajadora del campo es la que saca adelante las cuentas del sector, con su esfuerzo y compromiso. La agricultura real en un mercado global. Creo que todos, y de forma particular la izquierda política, tiene que defender sus intereses

Los pequeños y medianos autónomos, junto con sus trabajadores, constituyen, podemos decirlo todavía hoy, la clase trabajadora del campo. La que saca adelante las cuentas del sector, con su esfuerzo y compromiso. La agricultura real en un mercado global. Creo que todos, y de forma particular la izquierda política, tiene que defender sus intereses.

La estabilidad, y las perspectivas de futuro de la cadena agroalimentaria dependen, en gran medida, del primer eslabón. Las políticas, las decisiones y los apoyos públicos, deben dirigirse a ellos. Así, es urgente redefinir la PAC para apoyar de manera clara a los pequeños y medianos agricultores. En Bruselas, pero también en las decisiones que se toman en España. Las ayudas deben dirigirse a ellos de forma muy prioritaria. Deben servir para que puedan competir en igualdad de condiciones con las grandes empresas y sus eficientes economías de escala. También, para afrontar en mejores condiciones la competencia feroz de los mercados globales, y para compensar los costes derivados del cumplimiento de las exigencias ambientales del Pacto Verde.

Pero también hay que acelerar la aprobación de la Ley de Agricultura Familiar y la creación de cooperativas de mayor tamaño. Creo, sinceramente, que el impulso a empresas cooperativas profesionalizadas, grandes y fuertes, en manos de los agricultores y ganaderos es imprescindible para que haya muchos autónomos en nuestra agricultura y que sus explotaciones sean rentables.

Las causas de las movilizaciones son, obviamente, económicas. Pero no conviene olvidar la reivindicación de un mayor protagonismo social, de un mayor reconocimiento, en definitiva. Parece que en esta ocasión la sociedad se ha dado cuenta de que es imprescindible para nuestro presente y para nuestro futuro, defender a nuestros agricultores y ganaderos.

Está en nuestra mano ayudarles. Es el momento.

Antes de entrar en harina, quiero dejarlo claro: yo estoy con los agricultores y ganaderos. Comprendo sus reivindicaciones. Y me siento orgulloso de la demostración de fuerza, nada habitual en nuestro país, de los últimos días.

Por supuesto que las manifestaciones han de ser pacíficas y respetuosas, y así lo están siendo de manera generalizada. En este contexto, las escenas pintorescas de políticos ultras intentando apropiarse de las reivindicaciones de los agricultores son ridículas y se quedan sólo en una anécdota que no representa al sector agrario.