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“Vivir apenas, vivir sin sentir, era el único recurso al alcance
de quienes aspiraban a una supervivencia
que nada ni nadie podía garantizarles“
'El lector de Julio Verne' (Almudena Grandes)
Se nos fue Almudena.
Repaso sus libros, textos, imágenes y recuerdos de los momentos que tuve la suerte de compartir con ella y no me lo creo.
Mientras, saltan lo mensajes en el teléfono de amigos y compañeros que comparten recuerdos, fotos, citas y pena, mucha, mucha pena.
Almudena Grandes ha sido muchas cosas, y como estos días seguro que leemos y escuchamos referencias a su literatura, a sus premios o a sus columnas periodísticas, voy a intentar hacer un huequito entre tanto reconocimiento merecido para hablar de su generosa militancia.
No hablo de afiliación o simpatía por uno u otro partido político, sino de su compromiso militante y generoso por dar voz a tantos y tantos españoles y españolas (sobre todo españolas) a los que el miedo, el recelo o el afán de supervivencia mantuvo callados y cabizbajos durante años y sin los cuales este país no habría salido del pozo negro de incultura y represión en el que nos metieron.
A esos 'nadie' que la historia tilda de anónimos pero cuyos nombres perviven nítidos en la memoria de sus hijas y nietos que con el tiempo, demasiado tiempo, acabaron por entender los silencios, las miradas gachas o las fotos escondidas de sus padres y abuelos.
Almudena Grandes, militante comprometida y generosa con la memoria de su país, reservó un espacio en sus libros para aquellos a los que les tocó en suerte pasar su vida entre “días de dos caras, complicados días de sonrisas hipócritas y silencios de piedra, días de sálvese quien pueda, en los que levantarse de la cama por la mañana era un triunfo, y volver a ella sano y salvo por la noche, una hazaña similar”.
Virtudes, compañera de Inés en el primero de los 'Episodios' y que termina fusilada; Pepe el Portugués, que ha pasado por varios de sus libros; Doña Elena, la maestra en cuya clandestina biblioteca se sumerge el Nino de 'El lector de Julio Verne'; Encarna, Rita, Martina, Julia o Emilia, mujeres que acudían a la cárcel de Porlier a visitar sus maridos o padres y cuyas visitas son parte imprescindible de la resistencia.
Pero me quedo sobre todo con dos: Palmera, el sevillano preso del mismo armario que tantos y tantos homosexuales y que anuncia la transición cuando pinta, por fin, tembloroso aún, sus ojos el día de la muerte del dictador. Y Experta, para mi, la heroína de 'Los Pacientes del Doctor García', la empleada de hogar, con dos de sus cinco hijos en la cárcel y que se desvive cada día por todos sean o no familia, teniendo muy, muy claro quienes son los suyos.
La construcción de la memoria colectiva no es un capricho, un antojo o una herramienta ideológica, es una necesidad y un avance fundamental para sentar las bases de una sociedad justa, con la menor cantidad de deudas pendientes con los suyos y la única forma de avanzar sin que acabemos (otra vez) a palos. Y esa memoria colectiva se queda huérfana si nos limitamos a glosar las vidas y gestas de presuntos héroes y mitos dejando fuera a todos los que desde abajo, desde los barrios, desde la parte de la trinchera donde no se reparten medallas o desde los hogares donde se cuidaba a los niños y niñas que después apuntalaron la democracia. Y sobre todo, cuando se deja fuera a las mujeres, a las que la Dictadura intentó acallar y convertir en sumisas sirvientas sin voz y sin dignidad.
Y es ahí, con ellas, donde Almudena ha demostrado su compromiso con la historia, su militancia generosa para con los débiles y sí, su patriotismo, del de verdad, del dejarse la propia piel tratando de entender y no del de gritar tratando de arrancar la ajena.
Desde donde estén aquellas que tanto sufrieron y que levantaron día a día una España que no terminamos de valorar, seguro que aplaudieron y celebraron que alguien les haga un hueco en los libros y por tanto en los hogares de este que también es su país.
Seguramente hoy acojan a Almudena, a nuestra Almudena, con canciones, abrazos y, por supuesto, rosquillas.
Hasta siempre Almudena. Gracias
“Vivir apenas, vivir sin sentir, era el único recurso al alcance
de quienes aspiraban a una supervivencia