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Las artes de Teo Serna

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Teo Serna es un artista muy variado; por usar otro término más fino pospuesto a un adverbio acrecentador: sobremanera versátil. Teo Serna es, tal vez primeramente, un acreditado literato con unos suculentos libros en su haber de verso y prosa, exhibiendo en todo momento innovadores juegos verbales. En su lírica, sorpresiva escansión y arrojo en los mensajes. En sus prosas, un juego de palabras límpido y enigmático, siempre dejando atrás tonos burlones. Algunos de sus trechos se acercan, en una saludable heterodoxia, a ciertos otros de ese genuino autor, tan prestigioso otrora y semiolvidado hoy, que fue Wenceslao Fernández Flórez. Este asunto concomitante quizá lo aborde en un próximo texto. Teo Serna también es pintor, acuarelista, dibujante. Sin ser estrictamente músico, hace música. Realiza ‘happenings’, ‘performances’, impactantes actuaciones diversas. Transforma libros y sublima objetos. Últimamente un quehacer intenso lo vierte en lo que se entiende por poesía visual, convirtiendo en espacio, ingenio y juego, la mera línea temporal poética.

Autor de unas propuestas sonoras que son música y poesía. Deliciosas manipulaciones generadas por una cuidadosa técnica electro-acústica, proviniendo de fuentes variopintas: agua, pájaros, vientos, perchas de armario, campanas tubulares, balidos, voces estentóreas, susurros, sifones... Teo Serna, de algún modo, en esta sugerente faceta de su creación, actúa como un escrupuloso relojero que desmonta la máquina, y al montarla otra vez ofrece un fresco, renovado y radical producto. Son música porque las recreaciones (en su mano absolutas creaciones) de los juegos de agua, aires, aves, palabras, campanas, gas, etc., están aglutinadas por “visibles” compases y un ritmo perdurable de bajo continuo que unifica cada una de ellas. Y son poesía porque van estructuradas en un claro tono acentual, una diáfana escansión, mostrando esticomitias y acusados encabalgamientos tan propios de los más potentes versos.

Música también suya es la que acompañaba a su poema visual “Un eco y una nada”. Una filmación -como él anunciaba a un público entregado, antes de exhibirla, en la octava edición del festival conquense de Poesía para Náufragos, en noviembre de 2019- que “es el resultado de más de un año de recolección de imágenes en el cementerio de Manzanares”, su pueblo. Las cuidadas y copiosas imágenes del vídeo, que parten de los versos de un soneto de su ‘Libro de los muertos’, atesoran, en primer lugar, la noble misión de convertir la típica y tópica lobreguez de un cementerio en suma belleza. Una belleza que deviene sublime encanto derrotado. Para crear la música de “Un eco y una nada”, el poeta utiliza, en su banda sonora, piano, violoncelo, cuencos metálicos tibetanos, cuenco de cuarzo, gong, platillos, campanas tubulares y triángulo, como asimismo encaja a la perfección un fragmento de la Misa del Papa Marcello de Palestrina.

Todavía hoy, y hasta el 22 de enero, se puede visitar la exposición ‘Poesía visual de Teo Serna’ en la Biblioteca de la villa manchega de Manzanares. La muestra se inauguró el 17 de diciembre precedida por una conferencia impartida por el propio artista: ‘Poesía en el ojo (Una aproximación a la poesía visual)’, acompañada de un centenar de imágenes sumamente ilustrativas. Aquí la palabra deja de ser meramente comunicativa para convertirse en objeto. Certeramente explicó Teo Serna que “la poesía no siempre está en la palabra: está en cualquier manifestación estética que aspire a la belleza y en los mensajes ocultos que estas piezas pudieran tener y de las que el espectador siempre es actor activo que las completa y termina.” En esa conferencia inaugural, nuestro autor recalcaba: “El diccionario define ya la poesía como un sentimiento que ‘se puede manifestar O NO por medio del lenguaje’. Es decir, la poesía PUEDE ser expresada por el lenguaje, de una manera discursiva, mediante la palabra, pero también puede ser expresada por otros medios, no necesariamente gramaticales”.

La poesía visual, a mi entender, escora hacia el concepto, hacia una solución espacial, prefiriéndola sobre la expresión lineal, sobre el significante temporalmente configurado. Exhibiendo los más posibles recursos que se puedan entresacar de esa instantánea ingeniosa que a bote pronto se nos ofrece, con intensidad. No en vano insiste Teo que “en un sentido amplio se puede decir que la poesía visual es aquella que ‘entra’ por los ojos”. Aclarando que “la pintura es otro arte visual; sin embargo hay características que la diferencian de la poesía visual. Ya que la poesía visual está unida (como su compañera discursiva) a la transmisión de una sensación (llamémosla así) ‘literaria’ o ‘paraliteraria’, es decir, es un medio de transmisión en el que lo más importante no es la palabra, la oración, el sintagma: lo más importante es la construcción visual unida al mensaje poético.”

Sensación es la palabra clave; sensación, como fruto primordial que aspira a sobreponerse al pensamiento, a una mera razón enunciativa administrada sólo por una sucesión de tiempo. La poesía visual es poesía sinóptica, encarnada en la virtud de presentar simultáneamente sus factores esenciales. Poesía sensitiva, en definitiva, que llena el sentimiento de manera clara, rápida y resumida, es decir, sinópticamente. Sensación sobre pensamiento, repetimos. Si bien, al cabo, como escribía Pessoa, “lo que en mí siente está pensando”.

Apelar constantemente al espectador como ente inteligente y sensible, y huir siempre de lo fácil y del tópico

La conferencia que impartió Teo Serna ese 17 de diciembre en la Biblioteca de su villa natal se fue cargando de concreción, empeñada en ahormar los caracteres de la poesía visual. Así, definió para el público elementos que la deben conformar: rotundidad, goce estético, preponderancia, como dijimos, del concepto, la posibilidad de varios niveles de lectura, un humor si bien no imprescindible sí recomendable, el impacto visual, el compromiso con la vanguardia y/o la contemporaneidad, la crítica social y/o artística, significando el compromiso con la realidad social, la eliminación de lo superfluo, del adorno gratuito y de la floritura poética, el apelar constantemente al espectador como ente inteligente y sensible, y el huir siempre de lo fácil y del tópico, aunque, pudiendo ser objeto de desprecio, se puede elogiar la vacuidad como medio de crítica o esgrimiendo sabrosamente la ironía.

Pero no creamos que la poesía visual sea algo arbitrariamente libre, pues la imposibilidad de ser libre es una certeza incuestionable. Stefan Zweig, comentando a Michel de Montaigne escribe: “Para ser libre hay que carecer de deudas y lazos y, sin embargo, estamos atados al Estado, a la comunidad, a la familia; nuestros pensamientos están sometidos a la lengua que hablamos. El hombre aislado, completamente libre, es un fantasma. Es imposible vivir en el vacío. Consciente o inconscientemente, somos por educación esclavos de las costumbres, de la religión, de las ideologías; respiramos el aire de la época.”

Esgrimo esta gran cita para defender que una propuesta vanguardista como la poesía visual depende, como toda vanguardia, de la tradición. Los doctos dicen que la vanguardia es, ni más ni menos, una manifestación romántica. Sostuvo Teo Serna, nada más empezar su conferencia, que la poesía visual, tan abundante en el siglo XX, aspirando a una posesión canónica, culminando en Apollinaire, se remonta, en comprobación histórica, a la producción del poeta Simias de Rodas, que vivió en torno al 300 antes de Cristo; iluminó al atento oyente con el latín de Horacio: ‘Ut pictura poesis’, es decir: Es la poesía como la pintura.

Teo Serna es un artista muy variado; por usar otro término más fino pospuesto a un adverbio acrecentador: sobremanera versátil. Teo Serna es, tal vez primeramente, un acreditado literato con unos suculentos libros en su haber de verso y prosa, exhibiendo en todo momento innovadores juegos verbales. En su lírica, sorpresiva escansión y arrojo en los mensajes. En sus prosas, un juego de palabras límpido y enigmático, siempre dejando atrás tonos burlones. Algunos de sus trechos se acercan, en una saludable heterodoxia, a ciertos otros de ese genuino autor, tan prestigioso otrora y semiolvidado hoy, que fue Wenceslao Fernández Flórez. Este asunto concomitante quizá lo aborde en un próximo texto. Teo Serna también es pintor, acuarelista, dibujante. Sin ser estrictamente músico, hace música. Realiza ‘happenings’, ‘performances’, impactantes actuaciones diversas. Transforma libros y sublima objetos. Últimamente un quehacer intenso lo vierte en lo que se entiende por poesía visual, convirtiendo en espacio, ingenio y juego, la mera línea temporal poética.

Autor de unas propuestas sonoras que son música y poesía. Deliciosas manipulaciones generadas por una cuidadosa técnica electro-acústica, proviniendo de fuentes variopintas: agua, pájaros, vientos, perchas de armario, campanas tubulares, balidos, voces estentóreas, susurros, sifones... Teo Serna, de algún modo, en esta sugerente faceta de su creación, actúa como un escrupuloso relojero que desmonta la máquina, y al montarla otra vez ofrece un fresco, renovado y radical producto. Son música porque las recreaciones (en su mano absolutas creaciones) de los juegos de agua, aires, aves, palabras, campanas, gas, etc., están aglutinadas por “visibles” compases y un ritmo perdurable de bajo continuo que unifica cada una de ellas. Y son poesía porque van estructuradas en un claro tono acentual, una diáfana escansión, mostrando esticomitias y acusados encabalgamientos tan propios de los más potentes versos.