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Villar del Río es el pueblo de la obra maestra de Luis García Berlanga ‘Bienvenido, Míster Marshall’ (1953), que retrata una localidad en la que el reloj de la plaza hace años que no funciona por falta de fondos para arreglarlo, en cuya escuela hay un mapa en el que aún aparece el Imperio Austrohúngaro, con un autobús que conecta “a Villar del Río que no tiene, el pobre, ferrocarril” con Villar del Campo que sí tiene parada del ferrocarril y en cuya plaza hay una fuente con un agua que “cuando sale, es buena y fresca”. Don Pablo es el alcalde “para entretenerse”, pero en realidad “es dueño de medio pueblo”.
La película es un entrañable y satírico retrato costumbrista de la España rural de mitad del siglo XX, momento en el que el Plan Marshall dejaba millones de dólares en los países europeos devastados por la II Guerra Mundial, pero que no llegó a España aunque las autoridades franquistas crearon la falsa esperanza de que así sería.
Setenta años después no es una postguerra, es una pandemia, y no es el Plan Marshall, es el Plan Europeo de Recuperación Next Generation que, dicen, dejará en España 140.000 millones de euros. Y setenta años después no es Villar del Río, es Castilla-La Mancha.
En la película, la vida de Villar del Río se altera por la llegada del Delegado General, que se reúne con don Pablo, el Alcalde, para informarle de la visita de los americanos y pedirle les hable del pueblo:
- Delegado General: “De la agricultura, de la ganadería, del comercio, de la industria...”.
- Don Pablo: “¿De qué industria?”.
- Delegado General: “Ah, da lo mismo. Solo saben inglés, no le entenderán de todos modos”.
En la realidad, el pasado 26 de octubre, Úrsula Von Der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, se reunió con Pedro Sánchez y los presidentes de las comunidades autónomas para explicar el Next Generation y la necesidad de presentar proyectos para recibir este maná económico.
Al igual que el alcalde de Villar del Río al recibir la grata nueva, Emiliano García-Page se ha puesto en marcha para decirle a todo el que le quiera escuchar, que “va a haber mucho dinero” y que Castilla-La Mancha va a ser “la que más trozo coja del pastel”. Así, sin anestesia.
Mal empezamos si vemos el Next Generation como un pastel y a la Unión Europea como un cajero automático. Esto es cambiar oportunidad por oportunismo, que de esto sabe mucho el Presidente, y recuerda al diálogo de don Pablo con Manolo, representante de la estrella de la copla Carmen Vargas:
- Manolo: “Oye niña, aquí el señor alcalde que, por cierto, está encantado de tu arte y de tu talento y que nos va a prorrogar el contrato, duda de que yo pueda ayudarles a recibir a los americanos. Explícale quién soy yo”.
- Carmen Vargas: “¡Ozú!”.
- Manolo: “¡Ea! Para que luego dude”.
Pues eso, ¡ozú! Page le dice a todo el mundo que “va a haber mucho dinero de Europa” como Manolo le dice a don Pablo que el Plan Marshall es como los Reyes Magos.
Y, claro, esto nos puede llevar a que, como en la película, se forme una cola de vecinos frente al alcalde, Manolo y el resto de fuerzas vivas del pueblo, pidiendo regalos: veinte sacos de abono para las patatas, un clarinete, una bicicleta de carreras...
No es muy distinto a la genial idea, anunciada esta semana por el Gobierno, de dedicar 38 millones de euros del Next Generation a financiar la mitad de los Planes Locales de Empleo. Qué más da que el Tribunal de Cuentas ya haya dicho que no sirven para insertar a los parados en el mercado de trabajo (solo 6 de cada 100 participantes se inserta). Page, como don Pablo con el Plan Marshall, es más de dar subsidios como regalos, en lugar de aumentar la cualificación de los parados para que tengan más y mejores oportunidades de empleo.
En fin. Next Generation significa “próxima generación”, pero algunos parece que se empeñan en traducirlo como “más de lo mismo”.
El Next Generation no es un pastel, ni un regalo, ni una lotería para tapar agujeros. Es una oportunidad de cambio para Castilla-La Mancha y un reto para presentar proyectos que modernicen el tejido productivo y social de la región en tres líneas fundamentales.
En primer lugar, conseguir una economía más verde, con puestos de trabajo en una industria orientada a tecnologías de energías renovables y de almacenamiento de energía que, Castilla-La Mancha, debe ser capaz de aprovechar por su extensión de territorio y el aprovechamiento de luz solar y viento.
En segundo lugar, apostar por una economía digital, resolviendo el grave problema de falta de conectividad e invertir en la implantación de la 5G, como un medio para adaptar la región a las nuevas formas de comercio, de interrelación social y de prestación de servicios públicos.
Y, en tercer lugar, una economía inclusiva que, entre otras cuestiones, fomente la conciliación y aborde las dificultades de las mujeres para incorporarse al mercado de trabajo y realizar una carrera profesional en igualdad con los hombres, sin tener que renunciar para ello a la formación de una familia porque, no lo olvidemos, Castilla-La Mancha es la comunidad autónoma con mayor porcentaje de mujeres en desempleo.
Si no aprovechamos la fortaleza de nuestros recursos naturales para tener una economía más verde, combatimos la debilidad de la falta de conectividad para digitalizar la economía y anulamos la amenaza de la falta de conciliación entre trabajo y familia, estaremos perdiendo la oportunidad que representa el Next Generation y, entonces, Page tendrá que salir al balcón del Palacio de Fuensalida y, como el Alcalde de Villar del Río, decir aquello de: “como alcalde vuestro que soy os debo una explicación y esta explicación que os debo os la voy a pagar...”.
Villar del Río es el pueblo de la obra maestra de Luis García Berlanga ‘Bienvenido, Míster Marshall’ (1953), que retrata una localidad en la que el reloj de la plaza hace años que no funciona por falta de fondos para arreglarlo, en cuya escuela hay un mapa en el que aún aparece el Imperio Austrohúngaro, con un autobús que conecta “a Villar del Río que no tiene, el pobre, ferrocarril” con Villar del Campo que sí tiene parada del ferrocarril y en cuya plaza hay una fuente con un agua que “cuando sale, es buena y fresca”. Don Pablo es el alcalde “para entretenerse”, pero en realidad “es dueño de medio pueblo”.
La película es un entrañable y satírico retrato costumbrista de la España rural de mitad del siglo XX, momento en el que el Plan Marshall dejaba millones de dólares en los países europeos devastados por la II Guerra Mundial, pero que no llegó a España aunque las autoridades franquistas crearon la falsa esperanza de que así sería.