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Estimado Señor Villarrubia, me llamo María y soy una ciudadana castellanomanchega que ha observado desde fuera la polémica que han suscitado las copillas que se cantan en su pueblo. No le voy a engañar, Señor Alcalde, soy feminista. Es decir, quiero lo mismo que tienen los hombres para las mujeres. Lo mismo. Ni más, ni menos. Mismos derechos, mismos salarios, misma protección. Me imagino que al igual que le sucede a usted, que querrá lo mismo para nuestros hijos y para nuestras hijas, para nuestros hermanos y para nuestras hermanas, para sus vecinas y para sus vecinos.
Sé que en pueblos de la región como del que es alcalde se organizan las fiestas de los quintos, donde hay momentos de diversión en los que se cantan coplillas u otro tipo de canciones populares. Algunas de estas fiestas las he vivido en primera persona. Sin embargo, me apena decirle que lo que nunca me he encontrado es un contenido tan ofensivo en las canciones de una fiesta popular como las de Orgaz, y eso es algo preocupante. Porque, señor Villarrubia, el tema de las copillas de su pueblo ya no es un tema que se limite a lo machista o no, sino que pasa a ser un tema que es cuestión de respeto -o más bien de carencia del mismo-.
En nuestros pueblos, ciudades, en nuestras sociedades, hay una serie de reglas, a veces tácitas que todos entendemos que existen sin necesidad de hablarlas, cuya función precisamente es evitar problemas y conflictos entre las personas que compartimos y cohabitamos los mismos espacios. Por ejemplo, se me ocurre, no hacer una fiesta en la calle un día entre semana hasta la madrugada; o, no aparcar en los vados de los vecinos. Una de estas reglas que también existe y que, en teoría no debemos infringir para tener una buena convivencia, es la ofensa gratuita hacia los demás ya sea a través de la palabra o de cualquier otra acción. Es decir, el hecho de hacer daño consciente y buscado a las o los demás. Estaremos de acuerdo en que es una práctica muy poco amable y muy poco cívica hacer algo así porque tenemos que intentar como vecinos y vecinas cuidarnos y respetarnos. Y en ese marco del respeto entre las personas no deberían caber las palabras feas como los insultos y palabras malsonantes que además son entonadas en público.
Creo que las copillas en los últimos años han traspasado varias líneas de respeto y empatía. Me consta que hay mujeres de Orgaz que se han sentido ofendidas y dolidas por sus propios vecinos sin que nadie hiciera nada para cambiarlo y, lo más grave, sin que nadie las tuviera en cuenta y les pidiera opinión, como si no sintieran y como si no estuvieran. No creo que sea necesario recordar, porque todos lo sabemos, que esas mujeres que han llorado por esas canciones tienen familia, tienen padres, madres, hermanos o hermanos, abuelas, abuelos, que tienen que soportar escuchar palabras hirientes hacia sus familiares y tener que tragárselas con un estoicismo heroico en nombre de una tradición que ha derivado hacia lo que nunca fue, que ha caído en lo soez, tratándose de una acción respetuosa en su origen. Al parecer, nadie de Orgaz se ha percatado de que cantando ciertas coplillas se dañaba a personas, a vecinas y a sus familias.
Hasta que pasa lo inevitable: cuando alguien ya sea de dentro o de fuera viene a señalarlos algo que está mal nos echamos las manos a la cabeza sin pararnos a pensar en que quizá tengan razón. Usted es el responsable de que haya venido gente de fuera a señalar algo que como alcalde debería haber frenado. Sus vecinas no pueden esperar sentadas a que usted reaccione algún día, pues este no es un tema reciente y a la vista está que se han seguido cantando coplillas llenas de insultos y haciendo referencia a la vida privada de vecinas. Prefiero pensar que no ha sido consciente del daño que se les hacía a ciertas personas y aun así no ha hecho nada al respecto. Quiero pensar que nadie del pueblo se ha dado cuenta de este pequeño detalle, que nadie ha tenido la empatía suficiente como para ponerse en el lugar de esas chicas a las que decían esas palabras. En ese caso, qué menos que la humildad de reconocer un error.
Señor Alcalde, nadie nace sabiendo todo. Todos vamos aprendiendo sobre la marcha gracias a las experiencias que nos da la vida; a todas y todos nos han llamado a corregir ciertas actitudes que en un momento determinado no nos parecían dañinas pero que causaban un terrible mal ajeno, y lo hemos sabido rectificar a tiempo. No saber de todo en esta vida no es grave ni es malo, es humano, como también lo es analizar una realidad como persona, como padre de hijas, tío de sobrinas, primo de alguna mujer, y rectificarla. Usted tiene una gran responsabilidad; es la cara pública de su municipio. Usted representa lo que es su pueblo más allá de él. Creo que vale la pena pensar si la imagen que se quiere dar Orgaz son los insultos de sus coplillas o la buena educación y respeto entre su ciudadanía y hacia lo que sienten unas y otros. Creo que es perfectamente compatible la realización de una fiesta y que no se hieran las sensibilidades de nadie. El daño a una sola persona debería ser más que suficiente para que un alcalde responsable replantease, de oficio, las reglas de cualquier tipo de fiesta, ya que las fiestas deben ser amables para todas y todos y no sólo para unos pocos. Sé que usted será un alcalde responsable en los siguientes quintos. No decepcione a sus votantes. No decepcione a sus vecinas.
Me gustaría que, como socialista que se define y que es, piense en las ideas de su partido, muchas veces a la vanguardia de pensamiento y de protección social, y que lo compare con esas coplillas llenas de burla y daño. Porque realizar una fiesta sin herir a nadie sí está en sus manos. No me gustaría pensar que es usted ese tipo de políticos a los que les interesa dividir a la población en “a favor” o “en contra” de algo para hacerse adalid de la causa y sacar de ello rédito político y electoral. Eso sí que me decepcionaría de un alcalde socialista, y eso sí que haría que le viésemos de una manera muy diferente.
Porque como usted mismo dice de su pueblo son “Un pueblo noble, de gentes sencillas, amables, alegres y generosas. Un pueblo Leal y Solidario”. La generosidad, la nobleza, la amabilidad y la solidaridad no son palabras huecas. Y creo que muchas y muchos ya estamos cansados de palabras huecas. Porque al final, lo que habla, son los hechos. Y en el caso de Orgaz hablan en sus coplillas las palabras “chupar, follar, putón, pollas jugositas” que creo que están lejos de esa nobleza, amabilidad y solidaridad de la que alardea como alcalde. Usted puede y debe actuar. Y si no lo hace usted, desde fuera seguiremos señalando la falta de respeto intolerable en su pueblo. Porque a nosotras, señor Alcalde, si nos importan las mujeres ofendidas de Orgaz.
Estimado Señor Villarrubia, me llamo María y soy una ciudadana castellanomanchega que ha observado desde fuera la polémica que han suscitado las copillas que se cantan en su pueblo. No le voy a engañar, Señor Alcalde, soy feminista. Es decir, quiero lo mismo que tienen los hombres para las mujeres. Lo mismo. Ni más, ni menos. Mismos derechos, mismos salarios, misma protección. Me imagino que al igual que le sucede a usted, que querrá lo mismo para nuestros hijos y para nuestras hijas, para nuestros hermanos y para nuestras hermanas, para sus vecinas y para sus vecinos.
Sé que en pueblos de la región como del que es alcalde se organizan las fiestas de los quintos, donde hay momentos de diversión en los que se cantan coplillas u otro tipo de canciones populares. Algunas de estas fiestas las he vivido en primera persona. Sin embargo, me apena decirle que lo que nunca me he encontrado es un contenido tan ofensivo en las canciones de una fiesta popular como las de Orgaz, y eso es algo preocupante. Porque, señor Villarrubia, el tema de las copillas de su pueblo ya no es un tema que se limite a lo machista o no, sino que pasa a ser un tema que es cuestión de respeto -o más bien de carencia del mismo-.