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Cartas de Ángel Crespo a Ángel Guinda y viceversa

Epistolario entre Ángel Crespo y Ángel Guinda

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El epistolario inédito, recientemente publicado, entre los poetas Ángel Crespo (Ciudad Real, 1926-Barcelona, 1995) y Ángel Guinda (Zaragoza, 1948-Madrid, 2022), que cursó desde el año 1974 al 89, lleva el sugestivo título de ‘Diálogos entre ángeles’. El autor de la edición es Luis Gracia Gaspar, investigador en la Universidad Complutense de Madrid, habiendo visitado otras universidades: Ca’Foscari, en Venecia, Karlova, en Praga y Eötvös Lorand, en Budapest. El libro se encuadra dentro de la Biblioteca Filológica Hispana, colección de la editorial madrileña Visor. El prólogo es de Luis Antonio de Villena, texto preliminar que no vale gran cosa.

Este epistolario recoge sesenta y dos cartas intercambiadas entre Crespo y Guinda. Desde luego es el corpus principal, pero no el único enteramente valioso, mereciendo destacar los capítulos que Luis Gracia ofrece al lector para situarlo en un adecuado contexto, imprescindible para comprender al máximo el entorno social, literario y humano en el que se desarrolla esta charla entre los dos 'ángeles'. En cada una de estas cartas, reafirma Luis Gracia, “no solo [sic] encontramos la historia de dos hombres, sino la esencia de la comunicación entre poetas”.

Ángel Crespo fue uno de los más significativos poetas españoles en la segunda mitad del siglo XX. Destacó por otras muchas cosas; apreciado crítico (en un tiempo lo fue de arte), estudió a autores muy renombrados de la historia literaria (sirva, como solos ejemplos, entre muchos, el caso de Sade y, en el caso español, el Duque de Rivas). Obtuvo gran renombre por sus traducciones, vertiendo al español la ‘Comedia’ de Dante, el ‘Cancionero’ de Petrarca, las ‘Memorias de España’ de Casanova y otros títulos, así como varias de las obras capitales de Fernando Pessoa. La poesía del portugués y el pessoano ‘Libro del desasosiego’ fueron muy bien acogidos y muy bien vendidos en España, pudiendo decir que Ángel Crespo fue el verdadero introductor de Pessoa en nuestro país.

Cuando Ángel Guinda nace, su madre fallece en el parto. El carácter del maño, al menos en los años que le conocí, ya casado con su última mujer, la cuarta, manifestaba un temperamento simpático, pero el hecho de que, al nacer él, muriera su madre, siempre lo marcó. Él atravesó grandes crisis sentimentales, hondamente vitales, en suma, que le hacían interrumpir la comunicación amistosa a la que, por otra parte, era tan dado. Como escritor, su quehacer literario fundamental fue la poesía. Él mismo -en el documental de David Francisco ‘La diferencia’, film que exhibe, de modo muy cabal, su poética- dice que empezó a escribir poemas compulsivamente. Acogiendo una parte de su obra y repudiando otra, aunque en ocasiones se desdecía. Publicó mucha poesía, varios manifiestos, aforismos; todo acogido dentro del poético género inequívoco. 

A Crespo y Guinda los unía el mutuo amor que ambos tenían por el trabajo; Guinda creando incesantemente versos y Crespo llevando a cabo, prolíficamente, sus diversas faenas literarias. Alfredo Saldaña, tajante, afirma: “Escribir ‘Ángel Guinda’ es escribir ‘poesía’ hasta el punto de que su vida aparece profundamente vinculada con su escritura. No se entiende la una sin la otra.” Los diferencia, empero, el enfoque que cada uno aplicó a su creación poética. La poesía de Crespo fue espiritualista, esotérica en muchas ocasiones, alquímica en otras, mitológica: una aventura del conocimiento. Mientras que la de Guinda tuvo como norte el vitalista transcurrir , aparejado con su enseñanza. Su lema se inclinaba a vivir antes que escribir para que, así, la escritura fuese vida.

Ángel Crespo tuvo la desventaja, de cara a su reconocimiento –y esto se anota oportunamente en este libro-, de marcharse de España, a un sitio, además, tan lejano como Puerto Rico, en el momento en que su nombre tenía relevancia en el panorama poético español. Fue miembro del Postismo, anacrónica vanguardia que surge en la España de 1945, cuando el país no estaba para muchas vanguardias. Fundó, en su Ciudad Real natal, la revista ‘Deucalión’, reuniendo firmas importantes. Con su inseparable amigo Gabino-Alejandro Carriedo, también con mucho nombre entonces y hoy casi olvidado, sacó la revista ‘El pájaro de paja’, en una especie de neopostismo que ellos dieron en llamar realismo mágico. Carriedo y él, algo más tarde, publicaron la revista ‘Poesía de España’, que aglutinó magníficos nombres, tanto poetas como artistas plásticos. El grupo de poetas catalanes no era muy conocido en Madrid; ‘Poesía de España’ les hizo propaganda en la capital. La revista salía tan perfecta que se la quiso quedar el Partido Comunista, que tanto pitaba en la cultura española. Los fundadores se negaron, temiendo a esa poesía pedestre propia de la onda social. De ahí la venganza de Juan García Hortelano que, al confeccionar la difundida antología del grupo de los 50, excluyese en la nómina los nombres de Carriedo y Crespo.

A Puerto Rico, en 1967, fue por Pilar Gómez Bedate, su segunda mujer, quien acudió a Mayagüez como profesora por designación de Dámaso Alonso. Ángel Crespo, también pudo trabajar en ese recinto universitario. En ocho años, a partir de 1970, no visitó España. No fue exilio esa estancia, por mucho que nos hayamos acostumbrado a nombrarlo así. A él no le gustaba esa denominación, prefiriendo llamarla “ausencia forzada”. Nunca estuvo muy a gusto allí. Respiraba al conseguir, con su mujer, un tiempo sabático invitado por universidades europeas: Venecia, Leiden, Upsala, o americanas: Seattle. Él trabajaba tanto, que justificaba, irónicamente, su activo ritmo diciendo: “Si aquí no se trabaja a diario, uno se vuelve loco, o tarumba, como dicen en la Mancha.” 

Aunque algo postergado en España, sin participar en la viva dinámica, sobre el terreno, de los poetas españoles, tuvo la suerte de, a partir de un momento dado, y gracias a la generosidad de Pere Gimferrer, ver publicados sus libros, los de poesía y los demás, en buenas ediciones. Esto supuso su rehabilitación. Luis Gracia Gaspar da detalles biográficos de la rica vida de Crespo muy adecuadamente. Le agradezco que, yo que traté a Crespo y Gómez Bedate con cierta intensidad, haya vertido bastantes fuentes de mi libro biográfico ‘Humanidad y humanismo de Ángel Crespo’, única biografía publicada, hasta ahora, del poeta, que editó Alfonso González Calero en 2011 en la editorial toledana Almud. Una obra, yo creo que útil, que no se difundió apenas, por cuestiones en las que ahora no entro; pero de lo que quedo gustosamente resarcido en esta ocasión.

Yo, que también recibí otras sesenta cartas suyas, sé cómo actuaba Ángel Crespo en la correspondencia: era afectuoso, agudo en sus opiniones, variado en sus apreciaciones, pero también diplomático. Mientras que Ángel Guinda -con el que apenas me escribí: lo veía, risueños ambos, en Madrid y otros sitios- era mucho más visceral. Crespo podía tener, como todos, problemas, pero nunca dejaba de contestar cartas. Para él, que vivía lejos, sin mucho afecto por el entorno caribeño, la correspondencia era un gran recurso. Sin embargo, Guinda, en cuanto se veía anonadado por las amargas circunstancias (crisis de amor, de drogas) interrumpía el contacto durante un buen tiempo.

Una correspondencia es un diálogo, una conversación, desplegada por turnos para hablar. Pero no es un coloquio en vivo, claro, interviniendo un necesario tiempo de esperas. El trato epistolar entre los dos 'ángeles' para mí no difiere mucho del tono habitual de la plática, pues estos dos interlocutores no debaten asuntos enrevesados, sino que se preguntan por su existencia, se intercambian libros y, eso sí, opinan, a veces con meticulosidad, de los libros de uno y otro, más Ángel Guinda que Ángel Crespo. Este último mucho insiste en que salgan sus libros en la colección Puyal, de las Publicaciones Porvivir Independiente, que editaba Guinda, caso del poemario crespiano ‘Claro-oscuro’, y en la recién instaurada Olifante Ediciones de Poesía, siendo editora Trinidad Ruiz Marcellán, primera esposa de Ángel Guinda, caso de las cartas de Luis Cernuda al portugués Eugénio de Andrade, primera entrega de Olifante, editadas por él. Y no deja de perseverar, con dejo, cómo es su situación en Puerto Rico: “Yo vivo aquí en conserva (en conserva de aire acondicionado a todo trapo)”, remachando: “y escribiendo, escribiendo, escribiendo.” 

Yo no creía que Guinda había pasado por tantas crisis, lo que este epistolario demuestra, sin contestar las cartas del otro Ángel durante prolongados periodos de tiempo; hay más cartas de Crespo, seguidas, que de Guinda. Es significativo, rasgo vital del Ángel más joven, que sus cartas sean manuscritas, mientras que, generalmente, las del Ángel senior estén mecanografiadas. Ante la “clandestinidad de mi vida afectiva”, emitido por Guinda, Crespo no tiene más remedio que responder con el gran verso de su amigo: “Porque las cosas están donde está el hombre”, añadiendo el manchego que el hombre, “que tiene por sí dimensión, se la presta a todo lo demás.”

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