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Probablemente no hay nada más triste y deprimente que comprobar cómo unos intereses estrechos se imponen sin reparos ni demasiados escrúpulos al interés público de todos.
El chiringuito levantado en torno a la gestión anómala de nuestra atención primaria sanitaria (hablamos del SESCAM), es un ejemplo perfecto de esos espacios mal ventilados, donde el interés “comunitario” es lo de menos y la gestión persigue objetivos muy poco compatibles con el bien público. Lástima, porque este ámbito de trabajo recibe el nombre de medicina familiar y “comunitaria”.
El modelo actual, cuyos principales logros son las listas de espera y la saturación de los PAC (donde son frecuentes los episodios de violencia contra unos sanitarios agotados y saturados de trabajo), y cuyo resultado final, tras el deterioro rampante de la atención primaria, es la sobrecarga de los servicios hospitalarios de urgencias, se basa en un chiringuito de gestión irregular, anómala y torpe (en el sentido pecaminoso del término), difícil de argumentar y aún más de defender (a poco decoro que se tenga), en la modalidad clásica de “peonadas”.
No tiene más objeto que mantener unos niveles retributivos determinados (decentes, eso sí, y siempre inferiores a los del resto de Europa), de una parte de los profesionales de atención primaria (EAP), pero en base a dos ejes de gestión que no son de recibo y que pecan de discriminatorios y poco brillantes (para hacer trampas no hacen falta muchos másteres):
1. Por una parte, la explotación, económica y laboral, de otros profesionales de la atención primaria, con igual rango académico y profesional, pero que conviene considerarlos “de segunda” para explotarlos mejor, y en concreto hablo (y es vox populi) de los profesionales de la atención continuada (PEAC).
2. Por otra, el incumplimiento fraudulento de las jornadas legales y ordinarias (de consulta) por parte del EAP, para acumular jornadas extraordinarias de guardias. Es decir, un mecanismo de peonadas que no solo burla el interés público de la asistencia y defrauda dinero público, sino que frustra las expectativas de trabajo y desarrollo laboral de otros profesionales sanitarios. Un mecanismo que entra en un bucle melancólico o vicioso, porque cuánta más jornada legal de consulta se incumple (en base a acumular guardias sin control) más retribuciones se cobran. Caso único y extravagante que no merece más comentarios.
Sobra decir que el bucle es “melancólico”, sobre todo, para el buen uso del dinero público (que brilla por su ausencia), y para las expectativas de trabajo de aquellos sanitarios que quieren empezar a trabajar. Es claro que cuando unas determinadas jornadas de trabajo se computan (y se retribuyen) como trabajadas sin trabajarse, no es necesario contratar más personal. La ficción y el fraude llenan ese hueco. Todo queda en casa. A la saca.
Pero esto no es así. No se puede poner el carro delante de los caballos. Para cobrar jornada “complementaria”, primero tienes que completar tu jornada “ordinaria”, que es tu obligación, como todo hijo de vecino y todo ciudadano sujeto a la ley. Salvo que seas inviolable e impune, como el rey. O salvo que esto sea un chiringuito en vez de un servicio público.
Y dicho esto, además (conciénciate) no tienes “derecho” al máximo de jornada complementaria (a la carta y a la saca) como exiges. Ahí están las sentencias y son fáciles de leer. Todo esto huele a trampa, a peonadas, a desahogo, llámalo como quieras. El resultado es lo que importa, más que la palabra. Y el resultado es deterioro y listas de espera.
Obviamente, las listas de espera que se generan así, perjudican al usuario que pide cita y no la obtiene. Al menos en plazo razonable y eficaz. Así que el modelo chiringuito, peonadas … llámalo como quieras, es nocivo para el servicio público y para otros profesionales con los que compartes obligaciones y responsabilidad. Nada justifica que lo defiendas, salvo un egoísmo poco meditado y bastante insensato, que está hundiendo la atención primaria que dices defender.
En apoyo de lo que digo y en demostración de que no es una filípica gratuita que se me antoja, dejo aquí la referencia y enlace a una serie de sentencias y análisis expertos que respaldan mis afirmaciones.
De todo ello quiero resaltar, por su importancia, la sentencia del Tribunal Supremo sobre el recurso 4848/2000, que establece el carácter del descanso posguardia, no equivalente a tiempo trabajado, y por tanto no computable de cara al cumplimiento de la jornada legal ni a su retribución, jurisprudencia firme que el SESCAM burla e incumple desde el año 2008, pues es incompatible con su modelo, tan especial.
Y por otra parte, cabe resaltar el análisis de un experto en el tema, asesor jurídico además del SESCAM, que pone al descubierto los varios fraudes de interpretación y jornada que el SESCAM implementa para mantener a flote su chiringuito.
Con una atención primaria de estas características, raíz anómala de nuestra debilitada planta sanitaria, solo podemos esperar lo que ya observamos: un deterioro creciente y una burla del interés público.
Probablemente no hay nada más triste y deprimente que comprobar cómo unos intereses estrechos se imponen sin reparos ni demasiados escrúpulos al interés público de todos.
El chiringuito levantado en torno a la gestión anómala de nuestra atención primaria sanitaria (hablamos del SESCAM), es un ejemplo perfecto de esos espacios mal ventilados, donde el interés “comunitario” es lo de menos y la gestión persigue objetivos muy poco compatibles con el bien público. Lástima, porque este ámbito de trabajo recibe el nombre de medicina familiar y “comunitaria”.