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Ciudad “decorado”

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Corre un chiste entre los toledanos que dice que pronto se va a firmar un convenio entre el Ayuntamiento con Puy du Fou para que sus actores hagan doblete y se paseen por las calles del Casco Histórico de Toledo a modo de extras para que hagan de “población nativa”, habida cuenta de que la turistificación está expulsando a los vecinos del mismo.

Son dos fuerzas antagónicas que pugnan por protagonizar los espacios públicos de las ciudades de nuestra región: un espacio de espectáculo, de consumo -tal y como ha procurado el ayuntamiento capitalino instalando unas gradas exclusivas para “presenciar” la procesión del Corpus-, y la ciudad hecha para vivirla.

Es una pena, porque en los últimos días la ciudad ha vuelto a ser el escenario idóneo para la actividad festiva, para el disfrute y el encuentro, para el gozo estético. Patios, calles y plazas, edificios emblemáticos se han convertido en lugares para visitar, para recorrer, para celebrar. 

Ello nos recuerda que nuestras ciudades, hasta ahora están hechas para ser vividas, que todavía cuentan con un viario hecho para andar y hablar, para relacionarse, para festejarse a uno mismo y a la colectividad, como también lo es para mantener la esencia de la fiesta: solemnizar litúrgicamente una celebración religiosa, compartir un evento cultural o deportivo o, simplemente, sentarse en terrazas y bancos para charlar o mirar.

Nos tememos que gran parte sale del dinero de los contribuyentes locales

Lo que antes se celebraba por y para los propios vecinos -y pocos visitantes que podían o tenían ocasión de visitarnos-, hoy se realiza fundamentalmente para atraer turismo. Declara el presidente del gremio que los hospedajes han estado al 100%, y las autoridades locales que ha sido “el mejor Corpus” de los últimos años.

No sabemos si el beneficio que genera la actividad turística en los bares, restaurantes, hospedajes en pisos turísticos u hoteles, revierte sobre el coste que han supuesto esas celebraciones. Nos tememos que gran parte sale del dinero de los contribuyentes locales, que han corrido con los gastos de limpieza, seguridad, montaje y desmontaje del aparato decorativo, etc. 

También que después de este periodo festivo vendrá de nuevo la rutina de las convocatorias de actividades “culturales” para seguir atrayendo un turismo que la actividad económica, insaciable, reclama para no entrar en pérdidas. Y en las calles, el “rumrum” de las ruedas de las maletas de aquellos que alquilan los apartamentos turísticos. O, en sus calles peatonalizadas, para que el autobús y el trenecillo turístico, los taxis o los coches alquilados por turistas, acerquen a éstos a los espacios restados a los residenciales para disfrutar estancias en un espacio histórico y monumental. Y solo quedará eso: una ciudad “decorado”.

Corre un chiste entre los toledanos que dice que pronto se va a firmar un convenio entre el Ayuntamiento con Puy du Fou para que sus actores hagan doblete y se paseen por las calles del Casco Histórico de Toledo a modo de extras para que hagan de “población nativa”, habida cuenta de que la turistificación está expulsando a los vecinos del mismo.

Son dos fuerzas antagónicas que pugnan por protagonizar los espacios públicos de las ciudades de nuestra región: un espacio de espectáculo, de consumo -tal y como ha procurado el ayuntamiento capitalino instalando unas gradas exclusivas para “presenciar” la procesión del Corpus-, y la ciudad hecha para vivirla.