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El colapso otoñal de un ítalo-suizo que en Qatar cree ser de todo, menos mujer

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En estos días otoñales el cambio de la hora nos pone difícil eso de levantarnos y acostarnos con el sol, en un ritmo circadiano que dicen los que saben de esto que resulta lo más sano. Pero claro quién es la valiente que se va a dormir a las 19h de la tarde, total es nada.

En estos días otoñales que piden introspección y calma, mientras lo que le damos es Black Friday, Twitter, y agenda repleta, quizás por reacción se va generando cierta sensación de confusión y colapso. Colapsa la sanidad, colapsa el sistema educativo, colapsamos las personas, pero los medios de comunicación nos confirman que los hay que están peor.

Entre la guerra de Ucrania, donde hay muerte y destrucción, “claro es una guerra”, me dice mi hijo de 5 años. Pues sí, qué esperábamos, pero no por ello es menos triste y duro, claro. La cumbre de la COP sobre el clima donde ni hay acuerdo. Los incendios en el Ártico... ¿Incendios en el Ártico? Pero, esto es más distópico de lo que pensaba. 

Entre todas las noticias del día, todas en la línea de cataclismo, lo bueno no vende tanto, me impactaron especialmente las declaraciones de un hombre. Un ítalo-suizo vestido en un elegante traje, con un inglés cuyo acento no disimulaba su origen privilegiado, porque los europeos somos unos privilegiados en un mundo con derechos y libertades sesgados, y dentro del club europeo, Suiza tiene su propia logia. Un señor con esta sisa, bajo cuya imagen se leía un rótulo que aclaraba “Gianni Infantino, presidente de la FIFA” salió afirmando: “Hoy tengo sentimientos muy intensos, me siento qatarí, me siento árabe, me siento africano, me siento gay, me siento discapacitado, me siento migrante”. Pues sí anda colapsado este hombre, fue lo primero que pensé. 

Porque está claro que el presidente de la FIFA no era nada de lo que decía sentirse aquel día, claro que puestos a decir lo que obviamente no era, podría haberse sentido también mujer. Pero no, esto superaba su límite de bipolaridad. 

La curiosidad, que mata al gato pero alimenta el alma, me llevó a buscar más información sobre este personaje en Wikipedia, para confirmar lo intuido. Ese hombre, que ni por un día se pudo sentir mujer, pero sí migrante, africano o gay, abogado de profesión y presidente de la FIFA desde 2016, tenía dificultades para empatizar con cualquiera de los colectivos que mencionó porque su trayectoria vital no le acompañaba, salvo la de migrantes, que sus padres eran italianos del sur que se fueron al norte a buscar mejores oportunidades. Parece que los trabajos que tuvieron sus progenitores fueron de salario ajustado, clase obrera vamos, pero lejos del estado de esclavitud en el que están muchos migrantes en Qatar. Porque en Qatar, como en gran parte de los países de Oriente Próximo, no es que haya gente que lo pasa mal, como puede haberla en todo el mundo. No, es que hay gente que no tiene derechos ni libertades, mucha. Y no los tienen por su origen, sexo o identidad sexual.  

Intuyo que hay varios miles o millones de motivos en formato de petrodólares que han llevado a Infantino a su lapso otoñal.

Lo que está claro, es que en ese país donde él y su organización han permitido que se celebre el Mundial de fútbol 2022 suceden cosas que no son para sentirse orgullosos. Nadie es perfecto, nos dice Infantino. No, majo, pero unos son más imperfectos que otros. 

Si no, que se lo digan a la mitad de la población de Qatar, esas mujeres que me pregunto qué pensarán cuando vean a sus coetáneas extranjeras. Porque estos días las mujeres qataríes seguirán mostrando por la calle poco más que su mirada, el burka será su vestimenta mayoritaria más allá de las altas temperaturas, seguirán sin estar legitimadas para tomar ninguna decisión relevante en sus vidas o la de sus hijos, porque por ley están tuteladas, sí como los niños, por un hombre que puede ser el marido, el padre, el hermano, el tío. Pero un hombre por favor, que una mujer sola la puede liar. Las mujeres suelen ir juntas porque de hecho el marido suele tener varias esposas. 

Estas mujeres, a las que no se las permite ni dar la mano a su pareja porque toda muestra de afecto en público está penalizada, van a convivir estas semanas con todas las extranjeras que van con salvoconducto, ellas sí pueden ejercer sus derechos y libertades. Vestirán con minifalda y escote, se pondrán bikini, se besarán con quien quieran y donde quieran, beberán alcohol. Será por unas semanas la locura colectiva, a la que las qataríes por supuesto no están invitadas. Algo así como los San Fermines pero sin cuernos y con un balón de fútbol. Y con muchos más hombres que mujeres. Las vidas de ellas seguramente seguirán igual, porque las leyes y la presión social no les permite que sea de otra forma.

Este señor con traje elegante que el otro día sentía todo lo que no era, menos mujer, cuando hizo estas declaraciones estaba seguramente bajo el influjo otoñal de los petrodólares, que hacen que la mente se confunda. 

Lo curioso es que ni bajo esa influencia se dejó sentir mujer qatarí, o no, quizás no es tan curioso. Es que las mujeres en esa zona del mundo no cuentan, no existen. No me extraña que Infantino no se sintiera mujer qatarí, la borró incluso de su listado imaginario, ellas allí no existen. A mí tampoco me gustaría estar en su pellejo, ni por un día. Por sororidad lo que yo siento de una manera muy intensa es que habría que trabajar por romper esa cárcel que nos podría haber tocado a cualquiera de nosotras.

No sé, llámenme hipócrita europea, pero sí, lo afirmo sin dudarlo, Qatar me parece más una cárcel que un país, y la mayor de las presas tienen nombre de mujer.

El colapso este otoño ha llegado con la celebración de un mundial de fútbol en Qatar. ¿Alguien da más?

En estos días otoñales el cambio de la hora nos pone difícil eso de levantarnos y acostarnos con el sol, en un ritmo circadiano que dicen los que saben de esto que resulta lo más sano. Pero claro quién es la valiente que se va a dormir a las 19h de la tarde, total es nada.

En estos días otoñales que piden introspección y calma, mientras lo que le damos es Black Friday, Twitter, y agenda repleta, quizás por reacción se va generando cierta sensación de confusión y colapso. Colapsa la sanidad, colapsa el sistema educativo, colapsamos las personas, pero los medios de comunicación nos confirman que los hay que están peor.