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Hace unos días una amiga estaba cortado cebolla delante de su hijo de apenas un año. Cuando el pequeño se dio cuenta de que su madre lloraba, él mismo empezó a llorar desconsolado, lanzando los brazos hacia arriba. Desde que nació hasta ese momento, sus padres han estado sirviendo de espejo de los estados emocionales de Lucas. Si estaba sonriendo, cosa muy frecuente en él, sus padres estaban muy felices. Si lloraba, sus padres se preocupaban. Este proceso le ha servido para desarrollar él mismo esa capacidad tan alucinante, la empatía.
Pero los padres de Lucas hacen algo más que empatizar, una vez que le han transmitido que captan su estado emocional y han sintonizado con él, cambian el tono de voz y muestran también su propio estado de ánimo, a veces animándole con alegría, otras enseñando su enfado, si en alguna ocasión está siendo un poco malo.
Soy autónomo y año tras año he acabado por tener una cierta identificación con esta figura, que en boca de muchas personas se ha convertido en el mantra más repetido: ¡Emprende! ¡Hazte autónomo! Parece que si estás en el paro es por tu culpa, porque hay muchas oportunidades, es muy fácil, solamente lo tienes que querer intentar. Solo diré que en España el 40% de los autónomos viven por debajo el umbral de la pobreza según la Organización Mundial del Trabajo. Hay muy poca empatía con los autónomos.
El presidente Obama es un genio de la empatía, quizá porque él comenzó su carrera profesional como mediador social y en la resolución de conflictos comprender por igual a las partes implicadas es fundamental. También tiene por costumbre llevar a sus mítines a las víctimas de los tiroteos, a las madres solteras que han proporcionado una educación universitaria a sus hijos, a los militares heridos en combate, al hijo que no pudo proporcionar cuidados sanitarios a su madre con cáncer… Les presenta citando sus testimonios con respeto y con mirada de padre orgulloso. Una parafernalia de empatía y emociones a flor de piel que pretende ser un reflejo de las emociones de un pueblo que sufre en tiempos de crisis y que él quiere primero comprender y luego animar.
Comentando la noticia de que 85 personas tienen más que 3.570.000.000 de personas, le pregunté a una amiga que cómo es posible que no tengan más empatía con aquellos que no tienen comida o casa. Me respondió muy inteligente que no son distintos a ti o a mí, los que tienen un sueldo medio en España tampoco somos empáticos. ¿Cómo vamos a pedir a los ricos que repartan lo que les sobra, si en esta aldea global en la que vivimos, nosotros estamos por encima del 90% que más tiene? ¿Por qué no pedimos nuestros estados que hagan lo propio? Lo primero que se ha hecho tras la crisis es recortar en cooperación… Como sociedad, nos falta alguien que haga de espejo, nos falta empatía, nos falta entender que lo que le pasa al vecino, me afecta a mí. Empatizar con alguien no quiere decir que esté de acuerdo con alguien. No es ser estúpido, ni tan si quiera generoso. Es una cuestión de supervivencia como sociedad. Por ejemplo, empatizar con nuestros descendientes y el planeta que les dejamos, es simplemente imprescindible para nuestra planeta. Para eso, necesitamos educación emocional, desde las escuelas, los políticos, los progenitores, los medios de comunicación…
Con el tiempo, con una madre y un padre como los de Lucas, desarrollará la capacidad para entender que en la cabeza de las otras personas hay otros estados emocionales diferentes a los suyos, otros pensamientos y en definitiva otra manera de ver las cosas. La capacidad para ponernos en el lugar del otro, a pesar de tener circunstancias diferentes. Y contribuirá a una sociedad con menos violencia y más cooperación.
Hace unos días una amiga estaba cortado cebolla delante de su hijo de apenas un año. Cuando el pequeño se dio cuenta de que su madre lloraba, él mismo empezó a llorar desconsolado, lanzando los brazos hacia arriba. Desde que nació hasta ese momento, sus padres han estado sirviendo de espejo de los estados emocionales de Lucas. Si estaba sonriendo, cosa muy frecuente en él, sus padres estaban muy felices. Si lloraba, sus padres se preocupaban. Este proceso le ha servido para desarrollar él mismo esa capacidad tan alucinante, la empatía.
Pero los padres de Lucas hacen algo más que empatizar, una vez que le han transmitido que captan su estado emocional y han sintonizado con él, cambian el tono de voz y muestran también su propio estado de ánimo, a veces animándole con alegría, otras enseñando su enfado, si en alguna ocasión está siendo un poco malo.