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La épica del 'Ya' de Toledo

9 de julio de 2024 09:01 h

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Hablaba hace unos días con el querido Antoni Coll, periodista del Diari de Tarragona que dirigió 20 años, entre 1984 y 2004, y del que también es articulista diario desde el 11 de noviembre de 1988, hace 35 años, ahí es nada. Antoni había publicado ese día la columna 'Corresponsal por España', donde cantaba las virtudes del reportaje, en concreto de los que Víctor de la Serna había redactado recorriendo nuestro país.

Fruto de aquellos paseos, por cierto, fue un libro que tocaba de lleno Castilla-La Mancha, que se tituló La vía del Calatraveño. En él se narraban literariamente la actualidad y la leyenda de lugares como Puerto Lápice, los Ojos del Guadiana o Almagro y comarcas como La Mancha, el Valle de Alcudia o el Campo de Calatrava.

La cosa es que Antoni remataba diciendo que ya no se daba esa figura en los periódicos españoles. Una vez claro esto, en nuestra conversación me aseguró que si él fuese hoy director de alguna publicación, recuperaría esa sección con la seguridad de que no le faltarían lectores, seguidores, incluso.

La verdad es que así ha sido en nuestra región mientras nos han dejado comprobarlo, por ejemplo con Lanza, en Ciudad Real, El Día de Cuenca (del que era fanático genial el escritor Antonio Santos), Nueva Alcarria de Guadalajara, La Voz del Tajo en Talavera o las distintas ediciones de La Tribuna, con la pionera de Albacete a la cabeza. Y cómo no, en Toledo con el ABC, que aún pervive y Dios guarde muchos años, pero sobre todo con el Ya.

De mis muchas visitas a Toledo, guardo un cariño especial por las que he hecho en compañía de los amigos Ventura Leblic y Juanjo Fernández, cabecillas de la mítica Asociación Cultural Montes de Toledo. Grandes lectores de prensa, a la que han aportado y de la que se han servido para sus fines sociales y culturales, recuerdo con claridad cómo desde el primer momento me hablaron melancólicos del diario Ya de Toledo. “Aquel periódico que hablaba de Toledo”, que “sacaba cosas de los pueblos de los Montes” y otras frases en el mismo sentido se repiten en su discurso siempre que sale a colación el tema.

Fascinado por su insistencia y habiéndoles planteado cuestiones para las que no siempre tenían respuesta, no pude menos que celebrar la aparición del libro El Ya de Toledo. Fulgor, pasión y muerte de un gran periódico provincial, del que es autora Ana Isabel Jiménez, toledana que veló armas periodísticas en los últimos meses de la cabecera.

Inmediatamente, llamé a Jesús Muñoz Romero, editor de Ledoria, para pedirle que me enviase un ejemplar. Jesús suele tener buenas ideas, es un apasionado del periodismo y con esta publicación se ha lucido de la mejor manera, con permiso de la propia Ana Isabel.

Desde ya considero oportuno avisarles que, en lo que se refiere al ámbito castellanomanchego, este va a ser para mí el libro del año, y da igual que estemos a mediados. Me resultará muy difícil que cualquier otra propuesta me haga permanecer tan expectante, me enganche tanto o me deje tan satisfecho.

El libro de Ana Isabel lo he leído con la rapidez que un bestseller y la adoración y el provecho que un clásico. Y por supuesto que al terminarlo he releído fragmentos, consultado referencias y propalado su existencia cuanto me ha sido posible. La propia escritora tuvo el buen gusto de atender mi llamada, y quedó pendiente una cita junto a Jesús para festejar la efeméride.

El 'Ya' de Toledo contiene lo que puede desear un fanático de la prensa, con la excepción de un holograma en el tiempo o ejemplares. (Pero sí se indica dónde se encuentran estos últimos, para los amigos de los legajos y la imprenta.) En sus páginas se evoca cómo nace, se desarrolla y muere una marca, al servicio de sus promotores, solo faltaba, pero también de una sociedad hambrienta de información local como estaban la provincia y la ciudad de Toledo en aquellos años.

Sin escatimar detalle, y tirando de un archivo milagroso que se salvó por un café, se cuenta desde cómo se conseguían las exclusivas hasta la comercialización de la publicidad o el abono de las nóminas.

Ana Isabel Jiménez ha dicho en las entrevistas que se trataba de su trabajo final de máster, que adaptó en sus estructuras para que pudiera leerse como obra literaria. Creo que no debo resumir ni extractar esta aventura, que tantos ratos gozosos me ha suscitado, y sí encarecer la recomendación de leerlo hasta el fin de los tiempos.

Añado que el signo de los tiempos no quita que tenga que haber iniciativas como esta misma edición autonómica de eldiario.es, en correspondencia con la era digital que vivimos, como tampoco está de más conocer la genealogía del sector en un territorio que en el libro se lamenta que no esté más abonado en forma de emprendedores, patrocinadores y consumidores.

Y aviso a los atrevidos: El 'Ya' de Toledo es también caja negra y manual de cómo se monta (y cómo no se debe desmontar) un diario de los buenos, de los de antes, de los de siempre. Todo por boca de delegados, redactores, repartidores y empleados varios, que son protagonistas impagables de la gesta y que obraron en beneficio de Toledo, muchas veces en situaciones de incertidumbre donde parecía no haber nadie al timón en la sede de Madrid.

Por eso parece tan vivo que cualquiera imagina cómo a través de la escritura se ponen en pie la redacción y sus habitantes. Tan de los lectores, que llegaba hasta el último municipio de la provincia. Ya quisieran muchas narraciones lucir esta madera.

Hablaba hace unos días con el querido Antoni Coll, periodista del Diari de Tarragona que dirigió 20 años, entre 1984 y 2004, y del que también es articulista diario desde el 11 de noviembre de 1988, hace 35 años, ahí es nada. Antoni había publicado ese día la columna 'Corresponsal por España', donde cantaba las virtudes del reportaje, en concreto de los que Víctor de la Serna había redactado recorriendo nuestro país.

Fruto de aquellos paseos, por cierto, fue un libro que tocaba de lleno Castilla-La Mancha, que se tituló La vía del Calatraveño. En él se narraban literariamente la actualidad y la leyenda de lugares como Puerto Lápice, los Ojos del Guadiana o Almagro y comarcas como La Mancha, el Valle de Alcudia o el Campo de Calatrava.