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Palabras Clave es el espacio de opinión, análisis y reflexión de eldiario.es Castilla-La Mancha, un punto de encuentro y participación colectiva.

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Eslabones perdidos en la lucha contra la violencia machista

Policía Nacional en una imagen de archivo

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Hace ya tiempo aprendí que estar al día era importante, pero que las noticias, por salud mental, debía dosificarlas. En clase suelo explicar que las noticias lo son porque afortunadamente narran hechos excepcionales. La norma no es la violencia o el robo, aunque ello no significa que no exista. La violencia existe y en muchas vidas ataca de manera flagrante. 

Cuando detenemos el foco en la violencia machista nos encontramos que no es nada excepcional. La sufren miles de mujeres a diario. Si levantas la cabeza y coordinas oído, corazón y cerebro encontrarás que quizás la sufre tu médica de cabecera, tu tía, la tendera de la esquina, dos o tres amigas, y otras cinco mujeres con las que estás en algún grupo de Whatsapp. Si eres profe, raro es que no tengas ninguna alumna que no la sufra o la haya sufrido, Y muy posiblemente tú si eres mujer y yo la sufrimos o hemos sufrido de alguna manera en nuestra vida. La mayoría de las veces se lleva como las hemorroides, en silencio. Solo que estas últimas no te van minando la autoestima y limitando hasta que te quitan la vida de muy distintas maneras. 

No, desgraciadamente la violencia machista no es excepcional. El machismo sigue mostrando sus colmillos en nuestra sociedad de muy diversas formas. En lo poco que llevamos de año en España han sido asesinadas siete mujeres por violencia machista oficialmente reconocida y tenemos otras siete menores que han perdido la vida a manos de sus padres por lo que conocemos como violencia vicaria. Esta es la terrible punta del iceberg que nos recuerda que aún queda mucho por hacer. 

Y en ese iceberg estamos toda la sociedad. Y en ese iceberg de violencias machistas nos lo jugamos todo.

Que la violencia machista no se ha eliminado y que aún queda mucho por hacer es evidente. Sin embargo hace unos meses se hacían públicas unas encuestas donde un elevado porcentaje de la población declaraba que oye, ya nos estábamos pasando con tanto feminismo, que tampoco era para tanto. Pero si lo tenemos muy hablado y ya se han puesto muchos medios. Y quizás ahí está uno de los problemas. Que en realidad por un lado ni se habla lo suficiente, en profundidad, a fondo, explicando los graves problemas que el machismo acarrea, con el feminismo como la mejor herramienta para luchar contra el mismo. Y por otro se toman medidas y crean instituciones que en no pocas ocasiones dejan colgadas a demasiadas mujeres y situaciones, pareciendo que se goza de un gran amparo aunque la realidad desmonte esta apariencia en cuanto te acercas a ella.

Tenemos instituciones varias, unidades, leyes, ahora incluso dos juzgados de violencia de género en la provincia, que oye bienvenidos sean. Pero sin embargo, de qué sirven si cuando una mujer quiere poner una denuncia se siente tan indefensa como si nada de esto existiera.

Llamó a la Asociación María Padilla donde le informaron de que debía ir a la unidad de atención de familia y mujer (UFAM) de la Policía Nacional. Cuál fue su sorpresa al llegar cuando le dicen que la UFAM por ser fin de semana está cerrada, tiene toda la lógica claro, qué mujer va a denunciar en fin de semana

Este fin de semana le sucedió a una amiga. Tras años soportando violencias de distinta índole de su pareja, con un hijo común de por medio, reunió fuerzas, animada por una amiga y por su hermana, y fue a denunciar por violencia continuada a su marido. Llamó a la Asociación María Padilla donde le informaron que que debía ir a la unidad de atención de familia y mujer (UFAM) de la Policía Nacional. Cuál fue su sorpresa al llegar cuando le dicen que la UFAM por ser fin de semana está cerrada, tiene toda la lógica claro, qué mujer va a denunciar en fin de semana, y la animan a irse a su casa, con la coletilla de que “es un problema porque podría pasar algo grave”. La mujer víctima de violencia en estado de shock, no sabía como reaccionar y mi amiga alucinando. Cuando además informan a la autoridad de que su domicilio está en uno de los pueblos de alrededor de Toledo, entonces le aclaran que ni si quiera le corresponde ir a la Policía Nacional, sino a la Guardia Civil de Mora, donde por fin se sintió realmente amparada.

Esta mujer iba con otras dos mujeres que la sostuvieron en su decisión, que tenían coche y que la animaron a poner la denuncia donde hiciera falta.

¿Pero y una mujer que esté sola? ¿O que no disponga de un vehículo privado? Tras aunar fuerzas decide presentarse en una comisaría y esta es la respuesta que recibe del sistema. Lo más seguro es que esa mujer llegue a la conclusión de que no va a encontrar amparo real, porque de hecho no se lo han dado, desista y se vuelva a su casa, a su infierno, por donde ha venido.

Me pregunto cuántas veces habrá pasado esto.

Me pregunto si se ha puesto la suficiente precaución en los protocolos cuando en el 2024 nos encontramos en la comisaría a un policía en la puerta que le dice a esta mujer, como en los 70's, vuélvete a tu casa con tu marido.

Me pregunto si quizás hay mucho escaparate y golpe en el pecho, pero está faltando atar bien todos los eslabones de la cadena, formar y concienciar a sociedad y autoridades y hablar en profundidad de esta violencia machista que tanto daño hace.

Me pregunto si todos los protocolos creados piensan realmente en la mujer.

Me pregunto si se puede promover la lucha contra la violencia machista desde un municipio donde gobierna quien la niega. 

Hace ya tiempo aprendí que las noticias debía dosificarlas, por cuidar la salud mental, pero también he aprendido a no mirar para otro lado cuando veo un problema. Y aquí hay un problema y grande. Hablarlo en los distintos espacios que puedo es mi grano de arena, mi acción contra el iceberg. Sabemos quién no va a luchar, pero ¿sabemos con certeza quién sí lo hará? Atemos bien los eslabones para poder confiar en un apoyo social e institucional con el que atajar la violencia machista que nos atenaza.

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