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Como anunciábamos al comienzo del curso académico (23/09/2021) la exposición estrella de la temporada es la dedicada a la conmemoración –aunque fuera de fecha- del nacimiento del rey toledano: 'El legado de un rey precursor', que se ha inaugurado el pasado 15 de marzo y que continuará abierta hasta el 19 de junio es el plato fuerte de los actos programados.
La muestra está organizada por el Ayuntamiento de Toledo con la colaboración del Ministerio de Cultura y Deporte, la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, Acción Cultural Española y la Diputación de Toledo, así como la concurrencia de instituciones y museos nacionales y de fuera de nuestras fronteras.
En el crucero superior se ha diseñado un itinerario marcado por una cortina-celosía central que reparte en cinco espacios las secuencias de la vida, 'logros' y 'decepciones' del monarca, con una exquisita selección de piezas arqueológicas y artísticas, de códices y documentos, arropado por un amplio despliegue de material audiovisual y maquetas, que, en parte, suple notables ausencias que, probablemente, no haya sido posible acarrear por cuestiones técnicas o presupuestarias.
Además de para editar un adecuado catálogo expositivo, ha servido la exposición para rescatar del olvido y la incuria del tiempo piezas como la que reclamábamos para el modelo de escayola del rey sabio realizado por el almonacideño Eugenio Duque o la poco conocida de tema toledano de Dióscoro Puebla y Tolín traída desde el Museo de Bellas Artes de Tenerife. Asimismo, hemos podido traer documentos valiosísimos que en su día se incautaron de la biblioteca y archivos de nuestra ciudad y que el centralismo liberal llevó a Madrid. Cuestión nada baladí puesto que restituye, aunque solo sea emocionalmente, el protagonismo de nuestra ciudad en la historia de España.
Pero, además, la narración está realizada con un estilo y contenido que nos permite adentrarnos, más que en la biografía del monarca, en su pensamiento y en la voluntad que guio su acción de gobierno. Toda una lección de historia que se convierte así en una clase magistral ilustrada, objetivo al alcance de pocos momentos y singulares espacios museísticos.
Eso sí, debemos pensar que el magnífico marco del Crucero del Museo de Santa Cruz se queda esta vez pequeño para este tipo de magnas exposiciones. Si el diseño museográfico y expositivo es exquisito, tanto por el valor de las piezas como por el discurso narrativo, el trazado y dimensión del espacio destinado a la movilidad del visitante es un tanto estrecho y, al menos cuando el que escribe visitaba la exposición, tuvo que estar pidiendo continuamente excusas y ubicándose de la mejor forma posible para permitir que otras personas pudiesen disfrutar de piezas, documentos, cartelas y audiovisuales.
De la misma forma que la falta de espacios adecuados en el Museo provincial impide la realización de actividades paralelas, como la celebración de conferencias o congresos sobre el monarca y su época, debiéndose habilitar otros espacios en la ciudad para estos menesteres.
En todo caso es visita imprescindible a Toledo para cuantos saben que tras ver este tipo de exposiciones volverán a sus lugares de origen con la convicción de que la intuición de que se encontrarían con un momento irrepetible no era infundada. Hemos de felicitar al profesor y académico, comisario de la exposición, Ricardo Izquierdo Benito, por su acierto en el montaje de la exposición y en la selección de colaboradores, sabiendo que ha debido ceñirse a los imponderables económicos o de gestión ajenos a su voluntad.
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