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“La cifra de refugiados por la invasión de Ucrania supera ya el millón”. Este titular me viene resonando en los últimos días como un ‘deja vu’. En sólo 15 días ha estallado una guerra en el corazón de una Europa que parecía haber cicatrizado ya las heridas del pasado.
Esta sensación me traslada ipso facto a las inmediaciones del campo de concentración nazi de Auschwitz, donde se podía leer una frase que enmudecía a todos los presentes allí: “Quien olvida su historia está condenado a repetirla”.
Han transcurrido más de 70 años de la mayor sacudida a los derechos humanos en la Europa contemporánea y parece que hubiera quedado desactivada en la memoria colectiva.
Justo esta semana también pude leer “casi un millar de subsaharianos saltan la valla de Melilla en 24 horas”. Un titular que, en los últimos días, ha pasado sin pena ni gloria ante nuestros ojos. 13 palabras que hemos normalizado y que llevan años inundado páginas de periódicos.
Son muchas personas y líderes políticos que han cambiado su “no vamos a dejar que nadie entre” a “estamos dejando que todos entren”. Y es que, parece que cuando hablamos de un refugiado sirio y un refugiado europeo, existen diferencias insalvables.
Un refugio que a muchos no se les concede por el pasado y origen que traen a cuestas
Como su propio nombre indica, un refugiado “es una persona que, a consecuencia de guerras, revoluciones o persecuciones políticas, se ve obligada a buscar refugio fuera de su país'. Un refugio que a muchos no se les concede por el pasado y origen que traen a cuestas.
Desde hace años, en EAPN-CLM venimos sensibilizando sobre la aporofobia, un concepto aún todavía desconocido para muchos y que viene a poner sobre la mesa la discriminación que se ejerce a las personas por su estatus de pobreza.
Un tipo de discriminación que pasa de manera invisible e inconsciente ante nosotros y que se nutre principalmente de estereotipos y prejuicios que almacenamos en nuestra memoria para poder seleccionar, así, a quien queremos cerca y a quien no.
Normalizando estos últimos titulares, puedo ver como la aporofobia se cuela discretamente en la sociedad sin que hagamos nada para combatirla, sembrando pequeños sentimientos de rechazo listos para brotar ante el primer discurso de odio bien vendido. Parece que olvidamos la historia pasada y, como decía Antoine de Saint-Exupéry, que “lo esencial es invisible a los ojos”.
“La cifra de refugiados por la invasión de Ucrania supera ya el millón”. Este titular me viene resonando en los últimos días como un ‘deja vu’. En sólo 15 días ha estallado una guerra en el corazón de una Europa que parecía haber cicatrizado ya las heridas del pasado.
Esta sensación me traslada ipso facto a las inmediaciones del campo de concentración nazi de Auschwitz, donde se podía leer una frase que enmudecía a todos los presentes allí: “Quien olvida su historia está condenado a repetirla”.