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Hace unos días tuvimos la oportunidad de reunirnos con Farah, nos reunimos con ella porque lo que nos parecía importante era escucharla y saber cómo se encontraba, porque con solo 13 años se está viendo involucrada en una situación de exposición pública en medios y un debate político que muchos adultos no aguantarían, sufriendo la discriminación de ser expulsada del ámbito escolar por el simple hecho de llevar una prenda de vestir, y por esta causa siendo separada del resto de compañeros y compañeras en el patio de la escuela y un aula que tan siquiera tenia ventanas.
Por lo que pudimos apreciar Farah es una niña que cuenta con entereza y fortaleza, algo digno de alabar en la situación tan incomoda por la que está pasando en su adolescencia, siendo sometida constantemente por juicios paralelos y perjuicios, no solo de parte de algún sector de la sociedad, si no también desde los ámbitos de la política enzarzados en la llamada “guerra cultural”.
En esta mal llamada “guerra cultural”, no se hacen prisioneros por parte de algunos “partidos políticos”, ni tan siquiera con las adolescentes, y hemos visto varios pronunciamientos políticos que se han ido sosteniendo a lo largo de estos últimos días. En ese sentido podemos ver la falta de empatía de Vox, que ha ido esparciendo veneno por diferentes ámbitos comunicativos y educativos, tanto en los espacios institucionales como medios abiertos, incluso hablando con orgullo de haber participado en el claustro que dicto esta normativa sin sentido, que solo parece sostenerse bajo el paraguas de que no se puede reconocer al alumno debajo de un pañuelo, pero que en la realidad parece ocultar una discriminación por motivos de raza hacia los musulmanes en la cruzada de Vox por ganar la “guerra cultural”.
Por otra parte, desde Ciudadanos en una esperpéntica entrevista aludían a la aconfesionalidad del estado, pero votan en contra de que el Ayuntamiento de Guadalajara cumpla con las normas de aconfesionalidad con la religión católica, argumentado en el Pleno que la constitución en su artículo 16.3 no declara dicha aconfesionalidad, y por si fuera poco ante un medio de comunicación como la televisión 7NN, vinculada a la fundación Francisco Franco y la organización ultra - católica del yunque.
La aconfesionalidad de una institución se mide por que no haya en ella simbología religiosa puesta por el estado, pero esto no debería de significar que los alumnos o alumnas no puedan asistir a clase vistiendo o portando los símbolos que ellos mismos quieran, ya que entra dentro de su libertad individual como personas, siempre y cuando no sean de ámbito racista, machista, irrespetuosa con los derechos humanos o que inciten al odio. Esa libertad que les ampara para poder llevar un crucifico colgado del cuello, un palestino, un pañuelo, un hiyab, una gorra, un piercing o cualquier otro elemento, que no dificultan el reconocer a la persona que tenemos en frente, si no que, por el contrario, a veces facilita su identificación.
En esta llamada guerra cultural también se ha puesto en el disparadero al claustro actual, que no tiene mayor culpa que haber recibido la herencia de tan injusta norma. Parece ser que mucha persona de la comunidad educativa, padres y madres desconocían esta norma, porque de seguro que muchos y muchas ya habrían dicho los que pensamos algunos, que no hace falta poner vallas al campo, y que lo mas importantes es que sus alumnos, alumnas, hijos e hijas, aprendan convivir con diferentes culturas, que eso les enriquece como personas y les hacer ser más tolerantes.
Un velo solo cubre la cabeza y orejas, nunca lo rasgos más característicos de las personas, como pueden ser la boca, los ojos, la nariz, esos rasgos que nos hacen inconfundibles a la vista de los demás, parece más una norma para esconder que España ya es un país diversamente cultural, y que esa diversidad viene también dada por las diferentes formas de vestir y por la cultura de las personas de otros países.
Han pasado 16 años desde 2005 donde apareció 'Hiyab', un cortometraje que ya planteaba una situación muy parecida a esta, este corto en su tiempo ya me hizo reflexionar sobre el uso de elementos que portan los alumnos y alumnas en clase, y que forman parte de la sensibilidad de cada persona, pero también sobre las normas que deberían de regir de vestimenta en un colegio, o de la libertad de cada persona para sentir o vestir como quieran, porque esto también nos define como personas, y también que estamos aquí para avanzar, y que las normas cuando son injustas o agreden a la libertad individual, se pueden cambiar, y no hacen falta siglos para hacerlo, eso es una gran ventaja y un gran principio de toda democracia.
Hace unos días tuvimos la oportunidad de reunirnos con Farah, nos reunimos con ella porque lo que nos parecía importante era escucharla y saber cómo se encontraba, porque con solo 13 años se está viendo involucrada en una situación de exposición pública en medios y un debate político que muchos adultos no aguantarían, sufriendo la discriminación de ser expulsada del ámbito escolar por el simple hecho de llevar una prenda de vestir, y por esta causa siendo separada del resto de compañeros y compañeras en el patio de la escuela y un aula que tan siquiera tenia ventanas.
Por lo que pudimos apreciar Farah es una niña que cuenta con entereza y fortaleza, algo digno de alabar en la situación tan incomoda por la que está pasando en su adolescencia, siendo sometida constantemente por juicios paralelos y perjuicios, no solo de parte de algún sector de la sociedad, si no también desde los ámbitos de la política enzarzados en la llamada “guerra cultural”.