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D. Federico Mayor Zaragoza ha fallecido a los 90 años después de haber dedicado gran parte de su vida trabajando para mejorar la educación y para alcanzar la paz en el mundo. Resulta imprescindible rendir homenaje al legado de D. Federico Mayor Zaragoza, a nuestra amistad y a su inquebrantable compromiso con un mundo mejor. Por ello, deseo iniciar este reconocimiento, como a él le gustaba introducir sus intervenciones, y así lo hizo en la celebración de su 90 cumpleaños, con el Preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas: “Nosotros los pueblos… resolveremos evitar a las generaciones venideras el horror de la guerra”.
La vida está repleta de encuentros significativos, pero pocos son tan impactantes como el que tuve la fortuna de vivir con D. Federico Mayor Zaragoza. Su reciente fallecimiento ha dejado un vacío profundo en mi corazón y en el de todas las personas que tuvimos el privilegio de conocerlo. Federico no solo fue un amigo entrañable, sino que también he podido compartir, durante muchos años, su incansable compromiso por la cultura, la educación de calidad y la paz.
Recuerdo claramente el día en que conocí a Federico. Era un momento crucial en mi vida profesional, y su papel como ministro de Educación en aquel entonces lo convirtió en una figura clave en el ámbito educativo. Desde el primer instante, su inteligencia y su capacidad para escucharme hicieron sentir que estaba en presencia de alguien verdaderamente especial. A medida que nuestra relación se desarrollaba en el trascurso de los años, me di cuenta de que no solo era un líder en su campo, sino también un ser humano excepcional, lleno de empatía y comprensión.
Desde el inicio de nuestra amistad, Federico fue un gran apoyo en mis esfuerzos por promover una educación de calidad a nivel nacional. Siempre estuvo dispuesto a escuchar mis ideas y a ofrecerme su consejo. Su reconocimiento a mi trabajo fue un impulso invaluable que me motivó a seguir adelante, incluso en los momentos más desafiantes. Su fe en mí y en mi trabajo fue un faro de luz que iluminó mi camino.
Recuerdo claramente el día en que conocí a Federico (...) Su inteligencia y su capacidad para escucharme hicieron sentir que estaba en presencia de alguien verdaderamente especial(...) No solo era un líder en su campo, sino también un ser humano excepcional, lleno de empatía y comprensión
A lo largo de los años, nuestra amistad se fortaleció. Juntos compartimos innumerables conversaciones sobre educación, paz y el futuro de nuestra sociedad. Federico siempre ha reconocido mi trabajo en la defensa de los derechos de los más favorecidos y en la importancia de una educación de calidad sin discriminaciones. Agradezco sus propuestas para que me involucrara activamente en el Proyecto de una Universidad Mundial por la paz.
Federico Mayor Zaragoza siempre entendió que la educación es la base sobre la cual se construye una sociedad justa y equitativa. Su visión de una educación de calidad no se limitaba a la mera transmisión de conocimientos. Defendía la formación integral de las personas, el desarrollo de habilidades críticas y a promoción de valores como la solidaridad y el respeto. A lo largo de su carrera, trabajó incansablemente para implementar políticas educativas que beneficiaran a todos, sin discriminaciones.
Resulta muy difícil resumir su amplísimo currículum; sin embargo, estimo preciso destacar que ha sido científico, diplomático y poeta. Hizo de la cultura de paz su prioridad, orientando su trabajo en favor de la educación para los derechos humanos y la prevención de conflictos. Doctor en Farmacia, catedrático de Bioquímica en la Universidad de Granada en 1963 y rector de 1968 a 19724, vicepresidente del CSIC en 1971. Además, en 1978 fue director adjunto de la UNESCO, y director general desde 1987 a 1999. Desde 2000, presidente de la Fundación Cultura de Paz. En 2005, copresidente del Grupo de Alto Nivel para la Alianza de Civilizaciones, a propuesta del secretario general de las Naciones Unidas.
En octubre de 2010, presidente de la Comisión Internacional contra la pena de Muerte, que en 2020 le otorga el título de presidente honorífico. Ha escrito numerosos artículos en revistas especializadas, en prensa o vídeos se recogen aportaciones decisivas para planes de Acción de la UNESCO y de la ONU.
En sus ensayos está su pensamiento y llamadas a la acción: Un mundo nuevo, Los nudos gordianos, Mañana siempre es tarde, La nueva página, Memoria del futuro, La palabra y la espada, La fuerza de la palabra, Tiempo de acción, Delito de silencio, Inventar el futuro, etc.
Conocedor de mi amor a la poesía, me dedicó sus libros. Hemos compartido que la poesía puede ser el sustento de todo: A contraviento, Aguafuertes, El fuego y la esperanza, Terral, Alzaré mi voz. En pie de paz.
Es importante subrayar la visión de Federico Mayor Zaragoza sobre la ciudadanía mundial, entendida como un compromiso de compartir, compadecer, convivir y desvivirse por los demás. Planteaba como prioridades del planeta: alimentación, acceso al agua potable, salud, medioambiente, educación y paz.
Efectivamente, sostenía que promover y defender los derechos de los más desfavorecidos indica el índice de desarrollo democrático de un país y Federico Mayor lo centraba en la democracia y a la ciudadanía activa: “Nosotros los pueblos”; “queremos contar, que no nos cuenten”; “no somos súbditos, sino ciudadanos”; “alcemos la voz en un gran clamor”; “no podemos tolerar que 85 personas posean una riqueza equivalente a tres mil millones de personas, la mitad de la humanidad”; “no podemos tolerar que miles de niños de 1 a 5 años mueran cada día, por falta de alimentos y enfermedades, cuando se gastan 3.000 millones de dólares al día, en equipamiento militar y armas”.
Si nos centramos en su legado en la educación, nos gustaría destacar que, Federico Mayor Zaragoza como Presidente de una Comisión de Docentes de todo el mundo, encargó a Jacques Delors, en 1992, como iba a ser la educación del siglo XXI y surgió el aprender a conocer, a hacer, a ser, a vivir; y Federico Mayor Zaragoza añadió “aprender a emprender”, entendido no como el emprendimiento económico que algunos promueven, sino como la capacidad de formar ciudadanos conscientes, comprometidos y solidarios.
Su amigo Nelson Mandela, a quién escuchaba con la sabiduría africana de saber escuchar decía: “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”. Dice don Federico que la educación debe basarse en las experiencias de los docentes y en los principios establecidos en las instituciones bien acreditadas en pedagogía e investigación pedagógica en vez de atender a las sugerencias de organizaciones especializadas en las dimensiones económicas y las finanzas, y se puede añadir también a los “enterados” y a los idearios políticos cortoplacistas.
Subrayó que, a veces las leyes en educación se hacen sin consultar a los que saben de educación, que son los profesores. Definía la educación como un proceso de acompañar y compartir, en el que cada persona debía ser atendida como un ser único. Defendía la importancia de integrar los avances de la neurociencia con la experiencia acumulada y el buen juicio, enfatizando el papel crucial del contexto familiar y social en el desarrollo educativo.
Igualmente, nos gustaría compartir esta frase: “El futuro de un país depende de la calidad educativa, y la calidad educativa se logra con menos alumnos por aula, con un gran sistema de formación permanente del Profesorado y con una gran relación entre padres y tutores”.
Además, “que recorten en ciencia, en sanidad, educación o justicia es un error porque de eso depende el futuro de España”.
Nos ha dejado un gran pensador y una persona comprometida con un mundo más justo, solidario y mejor para todos. El dolor de la pérdida de Federico se dulcifica al vivir y compartir con él su gran legado, cuya dedicación, visión y compromiso deja una huella imborrable. Su legado perdurará como fuente de inspiración para todas las personas que luchamos por la defensa de los derechos humanos.
D. Federico Mayor Zaragoza ha fallecido a los 90 años después de haber dedicado gran parte de su vida trabajando para mejorar la educación y para alcanzar la paz en el mundo. Resulta imprescindible rendir homenaje al legado de D. Federico Mayor Zaragoza, a nuestra amistad y a su inquebrantable compromiso con un mundo mejor. Por ello, deseo iniciar este reconocimiento, como a él le gustaba introducir sus intervenciones, y así lo hizo en la celebración de su 90 cumpleaños, con el Preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas: “Nosotros los pueblos… resolveremos evitar a las generaciones venideras el horror de la guerra”.
La vida está repleta de encuentros significativos, pero pocos son tan impactantes como el que tuve la fortuna de vivir con D. Federico Mayor Zaragoza. Su reciente fallecimiento ha dejado un vacío profundo en mi corazón y en el de todas las personas que tuvimos el privilegio de conocerlo. Federico no solo fue un amigo entrañable, sino que también he podido compartir, durante muchos años, su incansable compromiso por la cultura, la educación de calidad y la paz.