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¡La Iglesia española, conciencia ética de la sociedad! ¡Ja! Esa Iglesia española que cada domingo celebra diez mil mítines para que acudan en masa sus fieles a que los señores curas les hablen de la necesidad de garantizar la vida del no nacido, aunque sean víctimas de gravísimas e irremediables malformaciones que sólo aseguren la infelicidad extrema o el dolor insoportable de por vida para él y para su familia; la misma Iglesia que sacó a sus obispos a la calle para protestar contra el gobierno Zapatero por permitir el matrimonio entre homosexuales; la que por Navidad convoca multitudinarias manifestaciones en defensa de la familia cristiana; la que, con sus inconmensurables medios, moviliza a decenas de miles de jóvenes de todo el mundo en la Puerta del Sol, o a centenares de miles de españoles para ver al Papa allí donde se tercie; esa Iglesia aún no ha levantado su voz con similar potencia frente a la política antinmigratoria del Gobierno. Y no vale con que protesten algunos curas aislados, ¡benditos sean!, ni siquiera con que lo lamenten algunos obispos. ¡Se trata de protestar institucional y colectivamente!
¡Que salga de una vez el Martínez Camino de turno, o como se llame, ese que, dicen, es tan miembro del opus como el Ministro del Interior, que también dicen, que salga y grite «basta» en nombre de la Conferencia Episcopal! ¡Que salga Rouco Varela y grite «basta» también en nombre de la Iglesia! ¡Que los párrocos y adláteres hagan lo mismo en sus parroquias y en nombre de Cristo!
¡Que abran sus palacios episcopales y sus templos, el templo, la casa, dicen, de Dios, que la abran a los desesperados, a los desamparados, a los desprotegidos, a los perseguidos! Ya sabemos todos lo que hace Cáritas, lo sabemos y lo reconocemos, pero quienes arriman el hombro en Cáritas son en su mayoría seglares voluntarios. ¡No! ¡Curas, curas, queremos ver curas, obispos y cardenales trabajando por los pobres, ellos, que para eso están económicamente liberados!
¡Que el concierto de campanas de Toledo celebrado recientemente en memoria del Greco se convierta en un redoble nacional de campanas contra la injusticia de la xenofobia, contra la inmisericordia frente a quienes pretenden alcanzar la playa nadando, contra la crueldad de las concertinas!
¡Y que estos gobiernos tan cristianos que padecemos, el de la nación y el de la región, con esos ministros y consejeros que juran sus cargos delante de la Biblia, y en nombre de Dios por tanto, pongan, de una vez por todas, remedio a la situación de los inmigrantes africanos, que acaben con el drama, que ayuden a esa gente!
Entre otras cosas, cardenales, obispos, curas, ministros y consejeros cobran del dinero público para trabajar por el bienestar material, y se supone que también espiritual, o así debería ser, de todos (¿o es que en este ‘todos’ no cabe incluir a los desgraciados que llegan a nado a nuestro país, cuando llegan?).
¡Que hablen, que se pronuncien, y que actúen de una vez!