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La igualdad entre hombres y mujeres es una prioridad global de la UNESCO, y el apoyo a las jóvenes, su educación y su plena capacidad para decidir sobre todo lo que les afecta, son los motores del desarrollo y la paz.
Ha sido la democratización de la Educación la que ha abierto las puertas para que las mujeres de todas las clases sociales, etnias, culturas, contextos, se vayan incorporando en la vida laboral y social, en condiciones de igualdad.
Resulta necesario recordar que, las mujeres, especialmente las que viven en las zonas rurales, han estado enclaustradas en los cuidados a los familiares, limitando su promoción a puestos de liderazgo y dirección. Es conocido que Castilla-La Mancha es una región eminentemente rural; por ello, es necesario reconocer el trabajo de las mujeres que proceden y viven en las zonas rurales porque son el alma de un mundo sostenible. Nos referimos a nuestras abuelas, madres, hermanas y amigas que han trabajado en el campo y en la casa para poder sobrevivir y no abandonar la zona rural. Son las luchadoras que, como indicaba Emilia Pardo Bazán, se desloman en casa y fuera de ella para sacar adelante a los suyos, limpiando, cocinando, desbrozando campos y ayudando a familiares y vecinos.
No se debe olvidar que la lucha de las mujeres para que se reconozcan sus derechos ha sido permanente y, siempre, en el marco del reconocimiento de los Derechos Humanos. Efectivamente, muchas mujeres han sacrificado su vida para que otras personas pudieran vivir en una sociedad igualitaria, con los mismos derechos. La lucha que, día a día, realizan mujeres y hombres para combatir la lacra de la violencia machista y sensibilizar sobre los problemas de desigualdad, discriminación y violencia que las mujeres sufren en todo el mundo, se evidencian en los logros conseguidos, y en los que hay que continuar alcanzando para construir una sociedad más equitativa en todos los ámbitos: economía, política, cultura, etc.
Razonadamente, es preciso analizar cuáles son los elementos de la socialización de las mujeres que les conducen a aceptar, en algunas ocasiones, papeles secundarios en la elección de estudios y en el posterior acceso al mundo laboral. En consecuencia, se deberán modificar la forma de hacer y trabajar para conseguir formar personas autónomas, capaces de tomar decisiones y de participar en la vida profesional y social en plena igualdad.
La adquisición de competencias clave tiene mucho que ver con las habilidades para una inserción laboral y social que favorezcan la plena igualdad entre todas las personas. Algunas de estas habilidades podrían ser: formación flexible, estrategias de resolución de problemas, capacidad de adaptación, integración profesional, capacidad para interactuar con los demás, saber comunicar, responsabilidad, dignidad, autodisciplina, eficacia y eficiencia, resiliencia, dominio de las tecnologías de la información y la comunicación, etc.
El conocimiento y el manejo eficaz de estas habilidades básicas por parte de todas las personas posibilitará la inclusión social y laboral de las mujeres en igualdad de oportunidades ante la búsqueda de un empleo y desarrollo de una vida más satisfactoria y sin discriminaciones.
En Castilla-La Mancha, en la última década, se han introducido políticas públicas tendentes a reducir la brecha de género. En efecto, dichas medidas se sustancian en los planes de igualdad, que persiguen favorecer el acceso, la permanencia y la promoción de la mujer. Para el cumplimiento de estos objetivos se trabaja en áreas como el acceso al empleo, las retribuciones, la ordenación del tipo de trabajo o la prevención del acoso, entre otras.
En las últimas investigaciones que hemos realizado en la UCLM se ha comprobado que se ha avanzado en la presencia de la mujer en todas las ramas consideradas típicamente masculinas y disminuyen los estereotipos respecto a estudios y roles laborales
Actualmente, a pesar de los avances, vivimos en una cultura que sigue reservando determinadas profesiones y comportamientos a los varones. Sin embargo, poco a poco, se están modificando la estructura familiar y el ámbito escolar, sobre todo con la incorporación de la mujer a la esfera pública con pleno derecho. Sin embargo, la brecha de género continúa existiendo, especialmente, en la elección de itinerarios formativos y en el ámbito profesional. Esta situación es debida a una elección estereotipada de los tipos de estudio en la educación superior, ya proyectada sobre la educación secundaria y el bachillerato debido fundamentalmente a la existencia del sesgo de género.
En las últimas investigaciones que hemos realizado en la Universidad de Castilla-La Mancha se ha comprobado que se ha avanzado en la presencia de la mujer en todas las ramas consideradas típicamente masculinas y se van disminuyendo los estereotipos respecto a los estudios y roles laborales.
Valoramos que factores como la mayor presencia de las mujeres en política y la existencia de un Estado de Derecho están asociados positivamente con la actividad emergente de las mujeres, permitiendo eliminar las barreras culturales e institucionales y formular políticas que promueven la participación femenina en todos los sectores sociales y económicos.
Además, hay que seguir eliminando las etiquetas relativas a la actividad profesional femeninas o masculinas y buscar la calidad, la creatividad y el compromiso social de las personas.
Resulta evidente que se precisan mujeres de carácter fuerte, que sepan identificar los modelos no tolerables en el ambiente de trabajo y los que sí se deben valorar. Sin concienciación de valor propio, es muy difícil avanzar en el mundo competitivo y digitalizado.
Las empresas y organizaciones de todo tipo deben apoyar el desarrollo del talento y liderazgo femenino, por lo que resulta preciso abordar una legislación que se anticipe a los problemas, encontrando un equilibrio sostenible entre protección del usuario y efectividad de los procesos, respetando los derechos de todos y todas. Debemos trabajar por un futuro en el que hay que construir colaborativamente la comunicación y la confianza.
Para abordar los estereotipos de género y las barreras culturales que pueden limitar la elección de carrera y el desarrollo profesional de las mujeres habría que afrontar, al menos, cuatro retos: a) Cambiar los estereotipos de género desde edades tempranas; b) Proporcionar a las alumnas referentes para los estudios STEM; c) Afrontar la brecha salarial; d) Resolver la conciliación familiar.
En efecto, si algo he aprendido en tantos años de defensa de los derechos de las mujeres es la necesidad de garantizar una Educación Inclusiva de Calidad para todas las personas, que elimine cualquier discriminación y violencia, desde la más temprana edad.
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La igualdad entre hombres y mujeres es una prioridad global de la UNESCO, y el apoyo a las jóvenes, su educación y su plena capacidad para decidir sobre todo lo que les afecta, son los motores del desarrollo y la paz.
Ha sido la democratización de la Educación la que ha abierto las puertas para que las mujeres de todas las clases sociales, etnias, culturas, contextos, se vayan incorporando en la vida laboral y social, en condiciones de igualdad.