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A lo largo de este mes hemos hablado de patrimonio, de museos, de arqueología. Terminaremos haciéndolo de investigación y de investigadores, del trabajo en este campo de las ciencias humanas.
Se viene celebrando y promocionando la investigación científica. Hemos celebrado el día de la ciencia, lo hacemos de los jóvenes investigadores, de la mujer y la ciencia, etcétera. Se reclaman institutos de investigación, laboratorios y fondos para programas y objetivos. Y está bien. Gracias a ello hemos vencido virus, hay adelantos tecnológicos y la calidad de vida de la humanidad mejora.
No debemos subestimar el valor de la indagación en nuestro pasado. Los intereses políticos, léase nacionalismos, elaboración de una ideología o justificación de una ley determinada también están detrás de la investigación histórica. Tiempos atrás se ensalzaba al cronista local, el erudito y al académico, al que, cual mago dedicado a la alquimia, controlaba la llave del saber del pasado.
Pero, visto desde el lado positivo, las investigaciones sociales y, entre ellas, las del mundo de la investigación histórica, hacen lo propio en otro campo del saber y del progreso: cuanto más nos conozcamos, mejor será la convivencia social y más herramientas tenemos para plantear problemas de futuro o mejorar el disfrute que nos proporciona contemplar una obra de arte o realizar viajes de placer.
La universidad se define por su papel clave en la docencia y en la investigación. Las Academias y Centros de Estudios por canalizar los esfuerzos de personas y colectivos dedicados a estos menesteres junto con la gestión del patrimonio y la atención a otras artes creativas. Pero hay muchos otros profesionales, entre los que me incluyo, que no tienen el amparo de una u otra institución.
Y somos muchos los que nos dedicamos con nuestro tiempo -horas y horas no remuneradas- y esfuerzo -desplazamientos a archivos y a las fuentes, al trabajo de campo-, que solo se justifican por el gusto investigador y por un afán de servicio a la comunidad. Desgraciadamente, dedicamos mucho tiempo y esfuerzo a lograr que, posteriormente, se conozca y difunda el fruto de nuestra labor investigadora. Muchos, prácticamente, todos los investigadores e investigadoras, lo hacemos “gratis et amore”, por lo que el interés lo centramos en la publicación y divulgación de nuestro trabajo.
Y, créanme, el ensayo no es un tema de best-seller o superventas, y se ha de recurrir al patrocinio institucional. Ciertamente es complicado y difícil determinar qué baremos deben usar nuestras instituciones para lograr saber si una investigación merece ser subvencionada o no. Otra vía son los premios que se convocan y éstos no tienen la continuidad o ecuanimidad que una política institucional a medio y largo plazo se merece. Y se lo dice la persona que, probablemente, más premios en la región ha cosechado y conoce, por tanto, el percal.
Y no pensando en la gratificación o cobro por un trabajo que se suele considerar gratuito por personas e instituciones, sino sólo en la publicación del trabajo, no se pueden imaginar ustedes, la variedad de personas, situaciones y decisiones que he observado por parte de nuestros políticos locales, provinciales o regionales.
Muchos de los compañeros, más jóvenes y vinculados a las nuevas tecnologías, han preferido elaborar sus propios blogs., o difundir en las redes el fruto de su trabajo a través de páginas de prestigio vinculadas a su especialidad. El problema aquí es que la dispersión hace que resulte complicado para el ciudadano medio acceder a contenidos que pudieran ser de interés general pero quedan diluidos y sepultados por la vorágine que nos presenta el mundo digital.
Acabamos de celebrar el día internacional de las bibliotecas. Debería la Viceconsejería de Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, a través de su servicio del Libro, Archivos y de Bibliotecas y del Servicio de Publicaciones establecer criterios claros y precisos sobre la adquisición de fondos, publicación de trabajos y subvención a certámenes, e ir avanzando en la elaboración de un fondo de publicaciones digitales que faciliten la publicación y divulgación de los trabajos de investigación que se hacen en la región. De la misma forma que lo deberían hacer las cinco diputaciones provinciales en su ámbito o los gobiernos locales. Estas políticas de estabilidad, continuidad y coordinación facilitarían la publicación y difusión de resultados.
A lo largo de este mes hemos hablado de patrimonio, de museos, de arqueología. Terminaremos haciéndolo de investigación y de investigadores, del trabajo en este campo de las ciencias humanas.
Se viene celebrando y promocionando la investigación científica. Hemos celebrado el día de la ciencia, lo hacemos de los jóvenes investigadores, de la mujer y la ciencia, etcétera. Se reclaman institutos de investigación, laboratorios y fondos para programas y objetivos. Y está bien. Gracias a ello hemos vencido virus, hay adelantos tecnológicos y la calidad de vida de la humanidad mejora.