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¿Levantamos la mirada? ¿Qué futuro queremos para Castilla-La Mancha?

Gregorio López Sanz

ATTAC —

En las modernas economías de mercado, la planificación cumple un papel más relevante aún que en los sistemas económicos de tipo soviético. Nada se deja al libre juego de la oferta y la demanda. Todo es dirigido por el gran capital transnacional, y los gobiernos, la mayoría de las veces, son simples ejecutores de sus planes.

Se nos machaca con la idea de que el desarrollo económico de los territorios pasa por abrir las puertas de par en par y extender la alfombra roja a proyectos respaldados por grandes grupos transnacionales. Proyectos que exigen para sí mismos las mejores condiciones, o lo que es lo mismo, las peores para la mayor parte de la gente (precariedad laboral) y la Naturaleza (deterioro ambiental). Y si no se le ofrecen, buscan otro lugar para invertir y maximizar beneficios. Porque en la globalización siempre puedes encontrar a alguien más empobrecido/a que acepte las condiciones del capital.

En Castilla-La Mancha llevamos décadas en esta dinámica propia de territorios dependientes y al servicio de las ansias de acumulación del capital financiero. Su actual gobierno, así como buena parte de su sociedad civil, no levantan la cabeza para imaginar el futuro desolador que se vislumbra con este modelo de desarrollo, depredador de recursos naturales y alienante para la gente.

Sólo en aquellos casos donde ha habido movilización y protesta social intensa, se han conseguido frenar estas políticas dañinas para la gente y la naturaleza. Y siempre cuando se ha tratado de proyectos “concentrados” en determinados espacios. Es el caso de la oposición a la minería de tierras raras en el Campo de Montiel, al cementerio nuclear de Villar de Cañas y al fracking o fractura hidráulica para la extracción de hidrocarburos no convencionales.

En cambio, en otros muchos casos, las políticas extractivistas de recursos naturales siguen campando a sus anchas de manera difusa por todo el territorio, contando con el apoyo decidido de las administraciones públicas competentes. Aquí cabe citar el apoyo explícito del Gobierno de Castilla-La Mancha a:

-las macrogranjas de porcino y de otras especies animales, al servicio del lobby de la industria cárnica, que amasa beneficios a costa del maltrato animal y del deterioro ambiental;

- la agricultura intensiva en el uso de fertilizantes, pesticidas y recursos energéticos no renovables tanto en secano como en regadío;

- la sobreexplotación a nuestro cargo de las propias aguas subterráneas y superficiales, que esquilma cauces y manantiales, que no es menor al agua que “nos roban” otras comunidades;

- la industria bélica de producción y adiestramiento en armas para matar a personas inocentes;

- las plataformas logísticas de las nuevas multinacionales de la distribución comercial a través de internet, para las que no existen personas trabajadoras, sino mano de obra de usar y tirar;

- el despoblamiento salvaje de buena parte del territorio castellano-manchego, incentivando las políticas de éxodo rural iniciadas con el desarrollismo de la dictadura, porque ya no interesan personas unidas a la tierra, sino consumidores/as en entornos urbanos, desarraigados/as, a pie de centro comercial. Sólo conservando el agua y la tierra, haciendo un uso cuidadoso de estos recursos, mañana habrá vida aquí.

Al capital que sólo busca maximizar beneficios, esto le da igual. Sólo piensan en el corto plazo, y nada más. A quienes vivimos aquí, y queremos que nuestros/as nietos/as lo sigan haciendo, no debería darnos igual. Sólo la movilización social frena las políticas que no piensan en la gente ni en la vida.

En una tierra viva, las organizaciones comunitarias y/o políticas pueden luchar contra la precariedad laboral, el desempleo, la desigualdad aberrante, las diferentes formas de violencia, el patriarcado, la corrupción, la dictadura de los mercados, la democracia de cartón-piedra, la producción de alimentos,… En una tierra envenenada y moribunda sólo hay un horizonte: el de la emigración.

En las modernas economías de mercado, la planificación cumple un papel más relevante aún que en los sistemas económicos de tipo soviético. Nada se deja al libre juego de la oferta y la demanda. Todo es dirigido por el gran capital transnacional, y los gobiernos, la mayoría de las veces, son simples ejecutores de sus planes.

Se nos machaca con la idea de que el desarrollo económico de los territorios pasa por abrir las puertas de par en par y extender la alfombra roja a proyectos respaldados por grandes grupos transnacionales. Proyectos que exigen para sí mismos las mejores condiciones, o lo que es lo mismo, las peores para la mayor parte de la gente (precariedad laboral) y la Naturaleza (deterioro ambiental). Y si no se le ofrecen, buscan otro lugar para invertir y maximizar beneficios. Porque en la globalización siempre puedes encontrar a alguien más empobrecido/a que acepte las condiciones del capital.