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Me incorpore a trabajar en el Centro Penitenciario de Albacete, en el año 1983. Era la primera Trabajadora Social (T.S), de ese Centro Penitenciario (C.P), y la única mujer que podía pasar a los módulos de hombres, lo que produjo ciertos recelos. Los comienzos no fueron fáciles, nadie sabía para qué estaba una Trabajadora Social, empezamos de menos cero.
Ubicada en el Patronato de la Merced, a la Junta de Régimen me llamaban puntualmente solo si necesitaban algún dato muy concreto, por lo que el primer objetivo fue clarificar mi puesto de trabajo hacia los demás (mandos, funcionarios/as, internos/as), y delimitar mi espacio profesional, para consolidar la figura del Trabajador Social en el Centro Penitenciario.
Somos numerosas/os los trabajadores sociales que estamos preocupados por la deriva que los Servicios Sociales han tenido en estos últimos años, no solo por la crisis económica, también por la praxis, que está suponiendo un fuerte retroceso hacia formas de acción social, que creíamos superado.
Hemos abandonado espacios que siempre han estado ligados a nuestra profesión, como el Trabajador Social de casos, visitas a domicilio, reuniones de coordinación con Servicios de Atención Primaria y Específicos, acompañamiento…cuyo protagonismo está siendo asumido por funcionarios, educadores, psicólogos, ONGs,… y permitimos que otros profesionales y voluntarios ocupen espacios, y en muchos casos, dejando que sean otros quienes definan el nuestro.
Hay un exceso de externalización de competencias.
Al hilo de la frase 'El Trabajo Social es más que los Servicios Sociales', creo yo que en Trabajo Social Penitenciario (T.S.P), es algo más que las Juntas de Tratamiento. Hemos reducido el T.S.P por un mar burocrático, y no hemos sido capaces de defender la transdisciplinariedad.
El T.S.P le veo algunas debilidades, entre la que destacaría las siguientes:
Pero también hoy tenemos fortalezas que nos pueden ayudar a revertir la situación.
Mis objetivos y deseos:
Me incorpore a trabajar en el Centro Penitenciario de Albacete, en el año 1983. Era la primera Trabajadora Social (T.S), de ese Centro Penitenciario (C.P), y la única mujer que podía pasar a los módulos de hombres, lo que produjo ciertos recelos. Los comienzos no fueron fáciles, nadie sabía para qué estaba una Trabajadora Social, empezamos de menos cero.