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Me van a perdonar los lectores habituales de esta columna de opinión para, esta vez, transcender los asuntos locales o regionales y fijarme en una persona que ha sido protagonista en las páginas culturales de la prensa nacional reconocida este año con el Premio Nacional de Restauración y Conservación de Bienes Culturales: María Ángeles Querol. Y es que es una figura esencial para entender la gestión del patrimonio cultural en nuestro país, tanto por su labor docente, como investigadora -es arqueóloga-, y divulgadora.
Su vinculación con Toledo fue en calidad de profesora de Prehistoria y Arqueología en los primeros años de andadura del Centro Universitario de Toledo (CUT), donde tuvimos la oportunidad de contar con su magisterio. Su estancia en la ciudad hizo que trabajase en Pinedo en 1973, completando la labor que Máximo Martín Aguado había comenzado y que le sirvió de base para la redacción de su tesis [Primer paso para una tipología analítica de cantos trabajados, 1975, y El yacimiento achelense de Pinedo (Toledo). Excavaciones Arqueológicas en España, N.º. 106, 1979], además de trabajar, con Manuel Santonja, en varios yacimientos de la Meseta.
Tras su labor docente -donde llegó a ser la directora del Departamento de Prehistoria de la Universidad Complutense-, trazó su tarea administrativa, como subdirectora general de Arqueología, en el Ministerio de Cultura. Sus visitas a Toledo se han mantenido, bien para dictar conferencias, bien para apadrinar a la XIV Promoción de La Facultad de Humanidades de Toledo en 2011.
Su campo de trabajo, además de la prehistoria y la arqueología ha sido y es la gestión del patrimonio cultural, tanto en su vertiente material como inmaterial. Gracias a sus estudios y publicaciones, la asignatura sobre la “gestión del patrimonio cultural” se ha convertido en materia obligada en las facultades del ramo, destacando, además, por incorporar el análisis de género en sus trabajos.
Referencia para los organismos internacionales interesados en la materia, a nuestra región la vendría bien tenerla como asesora a la hora de afrontar la gestión de nuestro patrimonio, y especialmente en los ámbitos de la arqueología y las ciudades Patrimonio de la Humanidad, de hecho, actualmente es la directora del Grupo de Investigación Complutense Patrimonio Arqueológico, y es la investigadora principal del proyecto ‘La dimensión arqueológica en ciudades Patrimonio Mundial: avances para la gestión patrimonial en Alcalá de Henares, Puebla y La Habana’.
Debería el Ayuntamiento toledano aprovechar la vinculación de esta autoridad en la materia con nuestra ciudad para abordar de una forma coherente su patrimonio arqueológico y el tratamiento que se ha de dar a los espacios de la Vega Baja.
Me van a perdonar los lectores habituales de esta columna de opinión para, esta vez, transcender los asuntos locales o regionales y fijarme en una persona que ha sido protagonista en las páginas culturales de la prensa nacional reconocida este año con el Premio Nacional de Restauración y Conservación de Bienes Culturales: María Ángeles Querol. Y es que es una figura esencial para entender la gestión del patrimonio cultural en nuestro país, tanto por su labor docente, como investigadora -es arqueóloga-, y divulgadora.
Su vinculación con Toledo fue en calidad de profesora de Prehistoria y Arqueología en los primeros años de andadura del Centro Universitario de Toledo (CUT), donde tuvimos la oportunidad de contar con su magisterio. Su estancia en la ciudad hizo que trabajase en Pinedo en 1973, completando la labor que Máximo Martín Aguado había comenzado y que le sirvió de base para la redacción de su tesis [Primer paso para una tipología analítica de cantos trabajados, 1975, y El yacimiento achelense de Pinedo (Toledo). Excavaciones Arqueológicas en España, N.º. 106, 1979], además de trabajar, con Manuel Santonja, en varios yacimientos de la Meseta.