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Probablemente nunca sabré si morir en Nueva York es un acto de supremo romanticismo o una tragedia al alcance de cualquiera. En el caso de la familia de Agustín Escobar, de Puertollano, casado con una catalana, es una tragedia absurda. Y todo por una moda que ha embobado a muchos turistas españoles y de otras nacionalidades. Se promete un paseo en helicóptero por el cielo de Manhattan como lo más parecido a una aproximación a un paraíso de nubes y tejados.
El día que tenía preparado el paseo por el cielo de Manhattan, la familia Escobar vivía excitada por la inquietud y la emoción. Para los niños era una aventura única, solo intuida en videojuegos o en comics. ¡Qué nervios! Para los mayores suponía rendirse a uno de los mayores inventos literarios y cinéfilos de Manhattan como espectáculo imprescindible. No hay español que no haya experimentado las sugestiones y las vibraciones del paseo.
Eso a pesar de los rumores sobre la escasa seguridad de los vuelos, además de su elevado coste. ¡Una vez es una vez! Los mensajes “maestrean” de esta época son más fuertes que la racionalidad, que los instintos, que los rumores y que las dudas que surgen cuando alquilas un helicóptero para volar entre las paredes del Cañón del Colorado o por el cielo de Manhattan.
La belleza de Manhattan se la debemos, entre otros, a libros como el 'Gran Gatsby', de Scott Fitzgerald; a 'Desayuno en Tiffany's, de Truman Capote; a la Triología de Nueva York, de Paul Auster.
También al cine; las turbias avenidas de 'Taxi Driver', más la música desoladora de Bernard Hermann, y sobre todo a Woody Allen. Unas narraciones absorbentes, unas imágenes embriagadoras y una música sugestiva pueden componer en nuestra imaginación un lienzo de belleza cegadora. La realidad, sin embargo, crea su propio escenario que se rige por reglas distintas, algunas previsibles, las más de las veces imprevisible, y, en ocasiones, crueles.
Woody Allen es autor de una película titulada 'Manhattan'. Trata un asunto discutible en tiempos del Me Too. El protagonista, separado, vive un romance con una joven entre los 17 y los 18 años. Él ha superado la cuarentena. Ella demasiado madura para su edad. Él demasiado volátil para la suya. Ella una impresionante Mariel Hemingway. Él, inseguro, hipocondriaco, tornadizo. Por medio se cruza una incontenible Diane Keaton. Seductora, inestable, contradictoria, tierna. Juntos contemplan, en un atardecer idílico, el skyline de Manhattan. Y al final de la película aparecerá ese mismo perfil sobrepuesta la música dulce, clásica y jazz, reposada y explosiva de la 'Rhapsody in Blue', de George Gershwin.
Siempre he dudado de que ese skyline resultara atractivo para alguien que no haya nacido, como Woody Allen, en Brooklyn. O que no sea una propuesta estrictamente publicitaria de la industria de la ficción. Tal vez para los nativos resulte un lugar ideal. Pero eso sucede últimamente en cualquier otro lugar del mundo para quienes han nacido en una ciudad o en un barrio en transformación continua. Nueva York es como un animal vivo en permanente metamorfosis.
La tragedia reciente de esta familia cercana nos interroga sobre las cosas que hacemos. Lo que nos mueve. Por lo que nos emocionamos. Por lo que pagamos. Para los niños habrá sido la última gran aventura. Para los padres, el final del sueño de una familia esplendorosa como la que, seguro, soñaban construir.
La Administración Federal de Aviación ha anunciado que la compañía de vuelos turísticos, radicada en Luisiana, pondrá fin a sus operaciones. El aparato de “New York Helicopter Tours”, que se desintegró encima del rio Hudson, no disponía de caja negra lo que dificultará establecer las causas del siniestro.
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