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Museos arqueológicos

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Proliferan en nuestra comunidad -y nos imaginamos que en el resto del país- museos locales dedicados a la arqueología, alguno de los cuales son verdaderos ejemplos en su materia. Pero, a veces, exhiben piezas que tienen una procedencia de dudosa legalidad o que tienen una notable calidad artística y han esquivado la gestión del Museo provincial, que ejerce la tutela legal sobre el patrimonio arqueológico de la provincia donde se encuentran. Y, en algún caso, presentan un pésimo estado de conservación o seguridad para las colecciones.

Es de alabar que muchos de ellos hayan regularizado la exhibición de las piezas o las hayan pedido en depósito al museo provincial, es el caso en Toledo de Calera y Chozas, Lagartera, La Puebla de Montalbán -museo de la Celestina-, Lagartera, Menasalbas u Orgaz (Arisgotas), o d eHellín o Lezuza -yacimiento de Libisosa-, en Albacete. Otros ayuntamientos hanestablecido centros de interpretación de yacimientos arqueológicos como el de Arisgotas o el de Guadamur, ambos focalizados en la época visigoda.

En el Museo de Iniesta ocurre lo propio con las piezas procedentes de los yacimientos de Punta de Barrionuevo y de Cerro Gil. Mientras que Valdepeñas exhibe las piezas del Cerro de las Cabezas en un centro de interpretación, Alcázar lo hace en su red de museos municipales, o la vecina Daimiel muestra, con orgullo, el exitoso yacimiento visitable de la Motilla de Azuer mediante un centro de interpretación del neolítico en la comarca. Otras veces, los centros de interpretación utilizan solamente paneles y reproducciones, como es el caso del que en Villar de Domingo García (Cuenca) nos presenta la villa romana de Noheda, o el de Navalucillos que nos introduce en el yacimiento de la ciudad hispanomusulmana de Vascos.

Nos viene a las mientes el asunto por la reciente inauguración del “Espacio arqueológico de Villacañas”, que huye de la clásica colección realizada por acumulación de piezas para organizarse en su mayor parte con recreaciones o reproducciones y solamente piezas menores encontradas en la localidad y que se exhiben en sus vitrinas. El espacio museístico cuenta con una “Asociación de Amigos de ArqueoVillacañas”, que ha realizado rutas arqueológicas por el término municipal, ha publicado guías y cuadernos didácticos o a inventariado elementos de valor patrimonial. Y, sobre todo, gracias al trabajo de su impulsora y artífice, Rosa Mª Torres Perales, junto con un equipo colaborador, posee el museo un indudable carácter educativo, incluyendo talleres y aula didáctica, por lo que la utilidad para las nuevas generaciones de vecinos y vecinas de la localidad es indudable.

Una “mejor supervisión” de su conservación

Pero, desde aquí invitamos a regularizar este tipo de colecciones para una mejor supervisión de su conservación y seguridad, además de facilitar con un inventario y catálogo digitalizado futuras investigaciones y, a la vez que fomentan la educación y divulgación sobre el patrimonio material e inmaterial de las épocas representadas, se evita el furtivismo y la recolección indiscriminada de piezas, prueba de ello es que muchas de las colecciones musealizadas ofrecen piezas descontextualizadas.

En esta situación se encontrarían también, entre otros, el Museo Paleontológico y Arqueológico de Totanes, titulado “Ildefonso Recio Valverde”, al que la misma Sociedad Española de Paleontología invita a visitar o el del “Padre Santos” en Ocaña, ambos en la provincia de Toledo. El de Abengibre (Albacete), montado con la colaboración deAbelardo López Pérez y que inauguraría el mismo presidente de Castilla-La Mancha, el Museo del Pósito de Campo de Criptana. Lo mismo ocurre con la colección exhibida en el Museo de Los Yébeneso las valiosas piezas del Museo Municipal de Consuegra, expuestas, como en el caso anterior, de forma brillante pero que aún no han completado el proceso de regularización que exige la ley de Patrimonio.

Otro tanto debemos decir para los innumerables museos etnográficos y etnológicos que existen en la región. Pese a nuestras denuncias, seguimos sin tener una política regional que apueste por la materia, siquiera abriendo un centro de trabajo regional que coordine a los museos provinciales, la mayoría de los cuales tienen apenas exhibida la sección etnográfica y las colecciones locales, cuyas piezas deberían estar debidamente inventariadas y catalogadas.

Por último, indicar que, hablando de piezas en depósito del Museo Provincial en colecciones y museos locales, es paradójico que sus fondos arqueológicos, excepto las piezas visigodas exhibidas en el Museo de San Román o las procedentes de Talavera de la Reina expuestas en su filial del Ruiz de Luna, estén en sus almacenes sin que los toledanos hayan visto, durante una generación, las colecciones excepcionales que atesora.

Proliferan en nuestra comunidad -y nos imaginamos que en el resto del país- museos locales dedicados a la arqueología, alguno de los cuales son verdaderos ejemplos en su materia. Pero, a veces, exhiben piezas que tienen una procedencia de dudosa legalidad o que tienen una notable calidad artística y han esquivado la gestión del Museo provincial, que ejerce la tutela legal sobre el patrimonio arqueológico de la provincia donde se encuentran. Y, en algún caso, presentan un pésimo estado de conservación o seguridad para las colecciones.

Es de alabar que muchos de ellos hayan regularizado la exhibición de las piezas o las hayan pedido en depósito al museo provincial, es el caso en Toledo de Calera y Chozas, Lagartera, La Puebla de Montalbán -museo de la Celestina-, Lagartera, Menasalbas u Orgaz (Arisgotas), o d eHellín o Lezuza -yacimiento de Libisosa-, en Albacete. Otros ayuntamientos hanestablecido centros de interpretación de yacimientos arqueológicos como el de Arisgotas o el de Guadamur, ambos focalizados en la época visigoda.